Un cruce incómodo que reaviva el debate sobre privilegios y coherencia política
- El cruce en vivo volvió a poner a Agustín Rossi en el centro de la polémica pública
- El debate giró en torno al salario de su hija como directora del Banco Ciudad
- Rossi evitó opinar sobre el monto y se limitó a justificar el mecanismo de designación
- El episodio expuso contradicciones entre discurso social y privilegios estatales
- Las redes sociales amplificaron las críticas por falta de autocrítica
- El caso reabrió el debate sobre sueldos de elite y coherencia política
Un tenso intercambio televisivo volvió a ubicar a Agustín Rossi en el centro de la polémica pública. El ex jefe de Gabinete y referente del kirchnerismo quedó expuesto tras defender, sin matices, el salario que percibe su hija, Delfina Rossi, como directora del Banco Ciudad, cercano a los 30 millones de pesos mensuales. El episodio ocurrió en una entrevista en vivo y dejó al descubierto una contradicción que trasciende lo personal: la distancia entre el discurso de justicia social que enarbola ese espacio político y los privilegios que persisten en determinadas estructuras del Estado.
La pregunta fue directa y contextualizada. En un escenario de salarios reales deteriorados, jubilaciones mínimas licuadas por la inflación y una caída sostenida del empleo formal, el economista Julián Yosovitch consultó a Rossi si le parecía razonable que su hija forme parte del reducido grupo de ingresos más altos del país, según escalas oficiales difundidas por el INDEC. La respuesta fue inmediata, pero eludió el fondo del planteo.
“Eso no me lo tenés que preguntar a mí”, replicó Rossi, visiblemente incómodo, antes de aclarar que Delfina Rossi cobra “lo mismo que todos los directores del banco”. El exfuncionario se aferró al argumento administrativo y evitó cualquier reflexión sobre el monto en sí o su contraste con la situación que atraviesan millones de argentinos. La incomodidad fue creciendo a medida que el intercambio avanzaba.
Durante la entrevista, Rossi recordó que su hija fue designada como directora del Banco Ciudad por el entonces jefe de Gobierno porteño, con acuerdo de la Legislatura, y que su presencia responde a una práctica institucional de incorporar representantes de la oposición en el directorio. Insistió en que las preguntas debían dirigirse a las autoridades del banco o al Poder Ejecutivo local, desligándose por completo de la discusión sobre los ingresos.
Sin embargo, el eje del planteo no apuntaba al mecanismo de designación, sino al nivel salarial de los altos cargos en organismos públicos. En un país con más del 40% de informalidad laboral y con un discurso político que suele presentarse como defensor de los sectores más vulnerables, el contraste resultó inevitable. La reacción defensiva de Rossi profundizó esa percepción.
El momento más tenso se produjo cuando el entrevistador subrayó la contradicción entre esos sueldos de elite y las críticas históricas del kirchnerismo al ajuste, al deterioro social y a la situación de los jubilados. Lejos de ofrecer una respuesta política o conceptual, Rossi elevó el tono y acusó al economista de “encargarse” del tema por una cuestión personal, lo que terminó de desviar la discusión.
El episodio tuvo una rápida repercusión en redes sociales, donde se multiplicaron los cuestionamientos a la falta de autocrítica. Para muchos usuarios, el problema no radica en quién fija los salarios, sino en la naturalización de remuneraciones millonarias en el Estado mientras se pide esfuerzo al resto de la sociedad. La frase con la que Rossi intentó cerrar el debate —“no me parece ni bien ni mal”— fue interpretada como una señal de desconexión con la realidad cotidiana.
Más allá del caso puntual, el cruce reabrió un debate más amplio sobre los límites salariales en organismos públicos y la coherencia entre el discurso político y las prácticas concretas del poder. En un contexto en el que el Gobierno de Javier Milei impulsa un ajuste profundo del gasto y construye su narrativa sobre la crítica a la “casta”, escenas como esta refuerzan ese argumento y exponen las tensiones no saldadas de la política tradicional.