Un simple chicle puede meterte en serios problemas

Para la mayoría de las personas, masticar chicle es un gesto automático, casi sin pensar. Sin embargo, en Singapur esa costumbre puede convertirse en una infracción con consecuencias reales. Desde principios de los años 90, el país mantiene una prohibición casi total sobre la venta e importación de chicles.

La medida no tiene que ver con la salud, sino con el orden público y la limpieza urbana. Antes de la prohibición, los chicles pegados en veredas, ascensores y transporte público generaban altos costos de mantenimiento. El gobierno decidió atacar el problema de raíz y aplicó una de las regulaciones más estrictas del mundo.

Actualmente, solo se permite el uso de chicle con fines terapéuticos, como los de nicotina, y bajo ciertas condiciones. Vender o ingresar chicle de forma ilegal puede derivar en multas elevadas.

La norma refleja el modelo de Singapur: reglas duras, sanciones claras y una prioridad absoluta por el orden. Allí, incluso un chicle puede ser visto como una amenaza al sistema.