RAFAELA Carlos Zimerman

Rafaela: la ciudad segura… según los partes oficiales

Por Carlos Zimerman

Rafaela es una ciudad tranquila. Al menos eso dicen los comunicados, las conferencias prolijas y las estadísticas cuidadosamente maquilladas. Rafaela es segura… si uno la mira desde un escritorio, con aire acondicionado y custodia indirecta. La realidad, en cambio, camina por las veredas, mira para atrás cuando escucha una moto y aprendió a cerrar la puerta con llave incluso a las tres de la tarde.

La inseguridad en Rafaela no es una sensación. Es una experiencia cotidiana. Robos reiterados, entraderas, motos que aparecen y desaparecen como por arte de magia, comercios asaltados y vecinos que ya no denuncian porque aprendieron —a los golpes— que denunciar es perder tiempo y ganar frustración.

Pero para las autoridades, tanto municipales como provinciales, el problema parece ser otro: cómo contarlo sin que se note. Entonces la inseguridad se disfraza. Se la llama “hecho aislado”, “episodio puntual”, “caso en investigación”. Nunca es tendencia. Nunca es falla estructural. Nunca es responsabilidad política.

Desde el municipio se iluminan plazas ( a veces), se pintan sendas peatonales y se anuncian cámaras como si fueran amuletos. Desde la provincia se prometen refuerzos policiales que llegan tarde, mal o nunca. Todos hacen algo, pero nadie se hace cargo. Y mientras tanto, el vecino se convierte en su propio sistema de alarma.

El problema no es solo la falta de patrulleros o de efectivos. El problema es la negación. Porque cuando el poder niega la realidad, no la combate: la administra. Y la inseguridad administrada es una forma elegante de abandono.

Rafaela no necesita relatos optimistas ni estadísticas creativas. Necesita decisión política. Necesita funcionarios que caminen los barrios sin aviso previo, que escuchen sin excusas y que entiendan que la seguridad no es marketing, es obligación constitucional.

Disfrazar la inseguridad no la reduce; la agrava. Porque el delito avanza cuando el Estado retrocede, y retrocede cuando prefiere cuidar su imagen antes que a sus ciudadanos.

La pregunta ya no es si Rafaela es insegura. La pregunta es hasta cuándo quienes gobiernan van a seguir fingiendo que no lo es. Porque en democracia, mirar para otro lado también es una forma de responsabilidad. Y no precisamente penal, pero sí política.

Y la política, más temprano que tarde, siempre rinde cuentas.