Kicillof acelera su armado nacional mientras el peronismo transita una interna de final abierto
- Axel Kicillof inició de hecho la construcción de su candidatura presidencial para 2027.
- El gobernador acelera su armado nacional mientras se profundiza su distancia con el cristinismo.
- La interna kirchnerista se agravó con los cruces entre Mayra Mendoza y Juan Grabois.
- El control del PJ bonaerense aparece como la próxima batalla clave del kicillofismo.
- Varios gobernadores peronistas comienzan a tomar distancia de Cristina Kirchner.
- El peronismo atraviesa un proceso de reordenamiento sin liderazgo nacional definido.
En el peronismo conviven hoy varias historias que avanzan en paralelo, sin un centro de gravedad claro ni una conducción unificada. La última semana marcó un punto de inflexión: Axel Kicillof dio una señal inequívoca de que comenzó a construir su proyecto nacional con vistas a 2027, en un contexto de tensiones crecientes con el cristinismo y de reacomodamientos profundos dentro del Partido Justicialista.
El lunes, durante un plenario del Movimiento Derecho al Futuro (MDF) en Ensenada, el gobernador bonaerense lanzó, sin decirlo explícitamente, su candidatura presidencial. El mensaje fue claro para la dirigencia que lo escuchaba: Kicillof se propone liderar una alternativa nacional para enfrentar a Javier Milei dentro de dos años. No fue un gesto aislado. Días antes ya se habían conocido algunos de los nombres que trabajarán en la expansión territorial y política de su armado, tanto en la provincia de Buenos Aires como en otras regiones del país. Allí aparecen intendentes, ex jefes comunales históricos del peronismo bonaerense y figuras centrales de su gabinete.
El gobernador cerró el año político pisando el acelerador, pero también profundizando su distancia con Cristina Kirchner. Esa separación no es nueva, aunque en las últimas semanas quedó más expuesta. Desde sectores de La Cámpora lo señalaron indirectamente por los incidentes ocurridos en Lanús y Quilmes, dos municipios gobernados por intendentes alineados con el kirchnerismo duro. En La Plata interpretaron esas acusaciones como una muestra más de una relación política agotada, sostenida apenas por la conveniencia y la necesidad mutua.
Kicillof eligió no responder. Fiel a su estilo, dejó pasar las críticas y continuó con su hoja de ruta. En su entorno repiten que es “tiempista”: mide cuándo hablar y cuándo callar, y decide si conviene hacerlo en primera persona o a través de dirigentes cercanos. Esta vez, optó por el silencio y por avanzar. Mientras tanto, el cristinismo atraviesa su propia crisis interna, agravada por la convalecencia de la ex presidenta tras una intervención quirúrgica.
En ese marco, la disputa entre Mayra Mendoza y Juan Grabois expuso con crudeza las fisuras del espacio. Los cruces públicos por los incidentes en Quilmes, vinculados a una ordenanza de estacionamiento medido, dejaron al descubierto una pelea que combina gestión local, organizaciones sociales y posicionamientos políticos de mayor alcance. El enfrentamiento se dio bajo el paraguas simbólico de Cristina Kirchner, hoy debilitado por la falta de una conducción activa.
La balanza, lentamente, parece inclinarse hacia el lado de Kicillof. Una porción relevante del peronismo bonaerense comenzó a encolumnarse detrás del MDF, interpretando que el futuro liderazgo puede pasar por el actual gobernador. A esta altura del calendario político, es la figura más visible con proyección nacional hacia 2027, aunque incluso dentro de su espacio aclaran que los tiempos no están cerrados y que todo dependerá del contexto.
La próxima batalla clave será el control del PJ bonaerense. El kicillofismo aspira a conducir el partido a partir de marzo del año próximo y considera esa disputa central para fortalecer el liderazgo del gobernador. En la última reunión del Consejo partidario se avanzó en aspectos técnicos del cronograma electoral y se abrieron canales de negociación para un eventual acuerdo de unidad. Máximo Kirchner habilitó la posibilidad de sumar apoderados del MDF, un gesto que fue leído como una señal de diálogo, aunque con márgenes limitados.
Para el esquema de Kicillof, ganar esa elección partidaria sería un triunfo simbólico y político de peso. Una derrota, en cambio, fortalecería al cristinismo y complicaría el plan de proyección nacional. A esto se suma un fenómeno más amplio: varios gobernadores peronistas comenzaron a marcar distancia de Cristina Kirchner y buscan mayor protagonismo en las decisiones del espacio y en el juego parlamentario, en un escenario donde ya no existe una coordinación nacional clara.
El peronismo atraviesa, así, un momento de definiciones. Con liderazgos en disputa, internas abiertas y armados provinciales en plena ebullición, el desafío central sigue siendo el mismo: ordenar el espacio, construir una conducción legítima y resolver si el futuro pasa por una renovación encabezada por Kicillof o por una reconfiguración aún incierta.