Cuáles son las certezas sobre Milei

OPINIÓN Joaquín Morales Solá*
26-JM3

Es hora de darles relieve a ciertas certezas, aunque estas sean razonablemente pocas. Entre tanto ajetreo político, en medio de tantas versiones que se desvanecen poco después de nacer, es conveniente repasar qué es cierto y qué no es cierto en los preparativos del próximo gobierno de Javier Milei. Una primera constatación refiere a Mauricio Macri y su supuesta influencia en la confección del gabinete del presidente electo. La confusión surgió a partir de la información de que dos exministros suyos, Luis Caputo y Patricia Bullrich, volverían a serlo en el gobierno de Milei. Caputo es un reputado economista que se desempeñó en el gobierno de Macri como ministro de Finanzas y presidente del Banco Central. Macri lo recordó con palabras amables en sus memorias sobre los años en la Casa de Gobierno; ahora, Macri y Caputo comparten las vacaciones en Cumelén, en La Angostura, donde ambos tienen sus casas de verano. Bullrich fue una eficaz ministra de Seguridad de Macri. Caputo podría ser el ministro de Economía de Milei, y Bullrich podría reinstalarse en Seguridad. Sin embargo, Macri nunca mencionó sus nombres ante Milei. “Yo nunca le dije a Milei quién debía ser ministro y quién no. Eso no sucedió. Sería una falta de respeto. En la última conversación que tuvimos, quedamos en hablar sobre las segundas líneas del gobierno, si el presidente electo necesitaba un consejo, porque todos esos lugares del Estado fueron colonizados por el kirchnerismo. Pero luego viajé a países árabes por la FIFA y por cuestiones personales. Así que ni de eso hemos hablado con Milei”, respondió Macri desde el exterior ante una puntual consulta de LA NACION. Caputo se relacionó con Milei a través de su sobrino, Santiago Caputo, el arquitecto de la campaña electoral del presidente electo. El Caputo economista está trabajando en las sombras con Milei desde hace varios meses. Milei sabe, además, que Patricia Bullrich fue la primera convencida de que Pro debía acompañar su candidatura luego de que Juntos por el Cambio perdiera la oportunidad de ingresar al balotaje. Ella tiene su propia relación con Milei. “También me fui estos días para no estar en el centro de las versiones, pero no pude evitar estarlo”, acotó Macri, ciertamente molesto por las versiones que le atribuyen un excesivo protagonismo político.

La designación de Mariano Cúneo Libarona como ministro de Justicia llevó tranquilidad a la Justicia. Probablemente fue una casualidad, pero en los mismos instantes en que Cúneo Libarona calificaba de “infame” el juicio político a los jueces de la Corte, espoleado por el kirchnerismo en la Cámara de Diputados, la presidenta de la Comisión de Juicio Político de ese cuerpo, la kirchnerista Ana Gaillard, convocaba a una reunión para el martes próximo. Está segura de que cuenta con una mayoría en esa comisión para firmar un dictamen acusatorio contra los jueces supremos. Son solo contorsiones para la tribuna; no existe ninguna posibilidad de que lleguen nunca a los dos tercios de los votos, mayoría requerida para la aprobación del juicio político en cada una de las cámaras del Congreso. Incluso, Cúneo Libarona se comprometió, en una reunión posterior con el máximo tribunal del país, a trabajar para terminar de una buena vez con ese macaneo del juicio político.

El ministro designado también le señaló a la Corte que la ley de ministerios (así lo subrayó) lo habilita como único interlocutor institucional con ese tribunal; es decir, anticipó que no existirán los famosos operadores judiciales que siempre se movieron entre las covachas de la Justicia, y por donde se deslizan los infaltables servicios de inteligencia. “Fue todo muy espontáneo. Es otro mundo”, se escuchó concluir a un juez de la Corte, que recordaba, sin decirlo, la reunión con el actual ministro de Justicia, Martín Soria, que fue a insultar a los jueces supremos no bien asumió. Cúneo Libarona, un abogado penalista que viene de una familia de abogados, algunos con extensa carrera judicial, les contó a los magistrados supremos que él considera que la mayoría de los actuales jueces penales de Comodoro Py son “los mejores de los últimos tiempos”. Una opinión muy parecida se le escuchó en conversaciones reservadas al presidente de la Corte, Horacio Rosatti, quien siempre acota que piensa de esa manera “viendo toda la película, no solo la foto”. Quiere decir que llega a esa conclusión luego de hacer comparaciones con los jueces de décadas pasadas. “Pero la actitud de un presidente de la Nación hacia la Justicia se advierte claramente ante el primer fallo adverso”, matizó un alto funcionario judicial. De todos modos, hubo otra buena noticia que recibió la Corte en las últimas horas: la exjueza Ana María Figueroa, muy cercana a Cristina Kirchner, pidió la jubilación. Figueroa cumplió la edad constitucional en agosto pasado. Cristina Kirchner intentó darle a tiempo un nuevo acuerdo, pero lo consiguió tardíamente, después de que la Corte consideró a Figueroa fuera de la Justicia. La exjueza insistió, no obstante, en que estaba en condiciones de seguir siendo jueza. La Corte hubiera tenido que opinar de nuevo sobre ella, pero las elecciones perdidas de mala manera por el kirchnerismo apuraron a Figueroa a reclamar la jubilación. Asunto terminado.

Milei tuvo expresiones disruptivas en temas de política exterior, pero también tuvo el buen criterio de nombrar en la Cancillería a Diana Mondino, una economista con varios diplomas en universidades nacionales y extranjeras. Los diplomáticos de carrera dicen de ella que es “una lady”, un homenaje en el sobrio lenguaje de la diplomacia. Esos diplomáticos ni siquiera saben que ella descansará más en ellos que en embajadores políticos. En rigor, la diplomacia argentina es el único sector del Estado que conservó, hasta que el kirchnerismo metió la mano, altos estándares de calidad. De hecho, uno de los mejores cancilleres de la democracia argentina fue Jorge Faurie, un diplomático de carrera que la política menospreció cuando Macri lo colocó al frente de las relaciones exteriores. Mondino, que habla con Faurie, suele despejar entre íntimos las dudas que plantearon las declaraciones de Milei sobre China y Brasil. Se debe discernir, dicen a su lado, entre las relaciones de los Estados, las de los líderes y las comerciales. Las relaciones de los Estados son permanentes y las relaciones comerciales deberían estar a cargo de las empresas en una economía libre. El gobierno de Milei es muy crítico de la arbitrariedad del Estado para privilegiar o perjudicar a empresas según el gusto de los gobernantes. El solo hecho de que existan los permisos de importación (los SIRA en este caso) o que los empresarios estén obligados a comprarle dólares al Banco Central para hacer sus operaciones en el exterior les deja a los políticos un enorme margen de discrecionalidad. La futura canciller suele decir en privado lo que ya dijo en público: su prioridad en las relaciones con el mundo serán las inversiones. Las relaciones entre los líderes, que son siempre pasajeros, son, en esa cosmovisión, un aditamento, nunca una cuestión central. Mondino también suele señalar entre sus interlocutores que con ella “no habrá negociaciones secretas”, en una clara alusión a las relaciones que el kirchnerismo enhebró para el comercio con Venezuela o con China por las centrales nucleares.

La conversación telefónica de Milei con el papa Francisco se debió más a una iniciativa del Pontífice que del presidente electo argentino, quien, debe reconocerse, aceptó el diálogo en el acto. El Papa no solo predica el perdón; también lo practica. Ir de las palabras a los hechos es siempre el ejercicio más difícil cuando se trata del perdón, pero es necesario si se quiere evangelizar con el ejemplo. En tiempos en que Milei privilegiaba la ideología y los prejuicios por sobre el pragmatismo, tuvo expresiones agraviantes sobre el Pontífice. Pero también es cierto que el presidente electo es muy crítico de la ley que permite el aborto, una práctica que el Papa rechaza obstinadamente. En esa cuestión crucial, Bergoglio está más cerca de Milei que de cualquier miembro de la nomenklatura peronista. Además, nadie en su sano juicio podía imaginar que el jefe de la Iglesia Católica ignoraría la decisión claramente mayoritaria de la sociedad de su país de darle el poder a Milei. El Papa, que siempre piensa en su Iglesia, sabe que esta tendrá que enhebrar, como institución, un diálogo con el gobierno por venir. Y decidió entonces ser el primer constructor de ese puente inevitable.

 

 

* Para La Nación

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