La Argentina se apresta, con un sacrificio que sólo el tiempo dirá si al menos sirvió para algo, a culminar su primer año bajo la autoridad de Javier Milei. Y, claro, a comenzar el segundo, que se probará nada menos que los alcances de la sustentabilidad del plan económico y del proyecto hegemónico de la ultraderecha en lo político. El detalle es que las negras también juegan y que no hay proyecto que pueda prescindir del contexto internacional.
Una lectura simple indica que la Argentina paleolibertaria se beneficiará con la compañía de Donald Trump, que ya no estará sola para librar su batalla cultural contra el resto del mundo y que hasta podría obtener del Fondo Monetario Internacional (FMI) una refinanciación de ese tramo sustancial de su deuda que despeje de vencimientos significativos no sólo lo que queda de la actual administración, sino, acaso, de una segunda. Además, claro, de una provisión de fondos frescos –más deuda– suficiente para abrir el cepo y dar un golpe de efecto importante antes de las elecciones legislativas.
Una segunda, más matizada, atiende a los efectos de "segunda pelota" de lo que el trumpismo 2.0 podría traerle al mundo. En términos más llanos, se trata de preguntarse si, hagamos lo que hagamos, no la ligaríamos de rebote.
¿Repetirá Milei la frase que eternizó el político e intelectual Nemesio García Naranjo, hombre del porfiriato?: "Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos".
¿Pobre Argentina?
La pelea de fondo
Un rasgo fundamental de lo que va del siglo XXI y probablemente de lo que quede de él es el proceso de relativo declive de Estados Unidos como hiperpotencia excluyente. Más allá de sus malos modos, los delitos que probablemente cometió, el golpismo evidenciado en sus acciones posteriores a la derrota electoral de noviembre de 2020 –que derivaron en el asalto al Capitolio– y su aliento a las derechas radicales y extremas urbi et orbi, el rasgo fundamental que explica a Trump como un fenómeno político duradero es la reacción de Estados Unidos al desafío de China.
El magnate no pretende administrar esa decadencia –atención al concepto: relativa–, sino impedirla. Para eso activa en lo interno una concentración inusitada del poder –que implica a los poderes Ejecutivo y Legislativo, además de una sintonía en la Corte Suprema que se ganó con tres nombramientos conservadores– y en lo externo, amenazas sin distinción de enemigos y presuntos aliados.
La última de estas apuntó al sostenimiento del dólar como divisa internacional por excelencia, la que expresa la abrumadora mayoría de las transacciones financieras y el comercio globales.
Según anunció el fin de semana, impondrá aranceles del 100% a las importaciones desde los países del grupo BRICS de potencias emergentes en caso de que estas sigan avanzando en sus preparativos para esquivar a la divisa estadounidense en sus transacciones comerciales y financieras.
"Les exigimos que estos países se comprometan a no crear una nueva moneda BRICS ni a respaldar ninguna otra moneda que sustituya al poderoso dólar estadounidense, o se enfrentarán a aranceles del 100%, por lo que deberían decir adiós a las ventas a la maravillosa economía estadounidense", posteó.
El grupo BRICS está compuesto –apenas por ahora, porque su ampliación no cesa– por China, Brasil, Rusia, India, Sudáfrica, Egipto, Etiopía, Irán y Emiratos Árabes Unidos. Argentina se desprendió del mismo a través del envío de cartas a cada uno de los gobiernos miembros en el albor de la era Milei, cuando el regreso de Trump era sólo una hipótesis y las desventajas concretas de la decisión superaban largamente a los beneficios potenciales. El Presidente, decidido a alinearse perrunamente con el republicano, debe felicitarse hoy más que nunca de aquella decisión.
El dólar da cuenta aún de la abrumadora mayoría de los intercambios comerciales globales, aunque países como Rusia han comenzado a desdolarizar sus exportaciones para esquivar sanciones internacionales que se han hecho moneda corriente como modo de torsión política. Por caso, sus ventas de hidrocarburos a China ya no están mediadas por el billete verde. Y no es, claro, el único caso.
En tanto, casi el 60% de las reservas internacionales en todo el mundo está expresado en dólares, pero el empuje del yuan ha comenzado abrir brechas en esa posición de privilegio.
La Argentina, crónicamente carente de reservas, se ha sumado en años recientes a países como Venezuela en una tendencia que implicó el vuelco de dinero chino al Banco Central a través del mecanismo de swap –intercambio de divisas, una forma oblicua de crédito–. Milei ha debido edulcorar su anticomunismo recalcitrante y hasta elogiar al régimen de Pekín para evitar el pago inmediato del equivalente a 5.000 millones de dólares activados por ese mecanismo y que resulta imposible afrontar.
No hay amigos cuando hay intereses
Poco antes de la amenaza a los BRICS –entre los que, vale la pena notar, se cuentan potencias energéticas, responsables de un volumen enorme de exportaciones–, Trump había advertido directamente a China. México y Canadá, socios de Estados Unidos en el tratado de libre comercio renegociado bajo su primera administración y rebautizado T-MEC, la ligaron de rebote.
Alegando el ingreso de drogas y migrantes a través de las fronteras norte y sur, amenazó a Pekín con la imposición de un arancel del 10% a todos sus productos, y a sus vecinos con uno del 25%. Para empezar, aclaró.
China, confiada en una codependencia a prueba de bravatas, se limitó a afirmar que no se quedaría de brazos cruzados ante semejante situación. La potencia asiática es la segunda tenedora mundial del Bonos del Tesoro, apenas por detrás de Japón, y la mera sugerencia de una posición vendedora de relevancia supondría un costo enorme para las dos partes involucradas en la eventual guerra comercial y financiera, y para toda la economía mundial.
En tanto, Claudia Sheinbaum llamó por teléfono al presidente electo y le contó de sus planes para reforzar la seguridad fronteriza, pero los respectivos comunicados parecen sugerir un entredicho: la mexicana aseguró haber maravillado a Trump con sus ideas, mientras que este afirmó que aquella cedió cada uno de sus pedidos.
Justin Trudeau, por su parte, "bajó" hasta la residencia oficial de Trump en Mar-a-Lago, Florida. Dijo haber tenido "una conversación excelente" aunque sin garantías, algo parecido a lo que afirmó el anfitrión, lo que sugiere, una vez más, que los diálogos con el electo suelen generar interpretaciones disímiles.
Interpretando a Trump
Como se dijo, la paulatina –por ahora incipiente– desdolarización del comercio y las finanzas internacionales se alimenta, en buena medida, de los rebusques de países poderosos como Rusia para eludir sanciones internacionales empujadas por los propios Estados Unidos.
Probablemente eso explique, en parte, la obsesión de Trump por pacificar los focos internacionales de conflicto más calientes, empezando por el de Ucrania y siguiendo por el de Gaza.
En ese orden, que Volodímir Zelenski sea presionado para entregar parte del este de su país al invasor Vladímir Putin o para que Benjamín Netanyahu ponga fin a la tortura de Gaza y acepte un canje de rehenes israelíes por presos palestinos son detalles que hacen a una finalidad superior y ajena a la lógica de dichos contenciosos.
Como se vio durante su primer gobierno (2017-2021), la tosca diplomacia trumpista diverge de los cánones conocidos. Según contaban en aquella época incluso funcionarios del gobierno de Mauricio Macri –un aliado que tuvo trato preferencial en el FMI, pero que debió sudar junto a Jair Bolsonaro para revertir la imposición de aranceles al acero y el aluminio–, las relaciones con Estados Unidos eran un extenuante juego de toma y daca, en el que ningún alineamiento o acuerdo de base alcanzaba para evitar el minué de "te quito esto", "me pedís que te lo devuelva" y "te pido tal cosa nueva a cambio". Todo el tiempo.
La conservadora Angela Merkel, que convivió penosamente con Trump en esos años, acaba de señalar en su libro de memorias, Libertad, que cada diálogo con el neoyorquino "era una competencia: vos o yo".
"Si un político hace concesiones, si le da algo a otro y este también le da algo a cambio, ambos ganan porque juntos son más fuertes que solos. Es este un principio fundamental de la Unión Europea. Lo contrario es el concepto de 'Hagamos grande de nuevo a Estados Unidos', que sólo busca lograr fortaleza del propio país, lo que en muchos casos funciona quitándoles o negándoles algo a otros países", añadió.
Trump no cree en las soluciones de "win-win", en la que las dos partes de una negociación pueden ganar algo, sino únicamente en términos de ganadores y perdedores, abundó.
Podría decirse que, como político, el estadounidense está hecho de una matriz de pensamiento autoritario y propia de un hombre de negocios de vocación rapaz y dominante.
En ese contexto, la punición a través de la imposición de aranceles para el ingreso al principal mercado de consumo del mundo, despunta como la llave maestra para obtener las concesiones que necesita en su afán de mantener a Estados Unidos como hiperpotencia excluyente. Esto no niega, pero sí relativiza los análisis que lo describen como un proteccionista de corazón.
Acaso Trump no tenga tal cosa dentro del pecho.
El perro ladra, ¿pero muerde?
Para la Argentina, se trata de saber si ese perro que ladra también muerde. En otras palabras, si cumplirá con la agenda exterior agresiva que insinúa en la transición hacia su asunción el 20 de enero, capaz de llevar, en un extremo, al mundo a una era de guerras comerciales, proteccionismo cruzado y trabas al flujo de capitales y mercancías.
Como ya ha dicho desPertar, un mundo de ese tipo sería, de concretarse realmente, muy negativo para la Argentina de Milei, quien pese a toda su vocación de alineamiento volvería a a quedar aislado en su creencia en las virtudes del libre mercado. Este es un elemento crucial para pensar el futuro de una administración que tendrá en el ingreso de divisas –vías exportaciones tradicionales, empinamiento del nuevo sector hidrocarburífero, el RIGI y la deuda alla Todo Caputo– la llave del destino de su programa económico. Algo positivo: cierto entendimiento de esas restricciones comienza a permear en la cabeza del jefe de Estado, quien parece haber renunciado a sus bravatas sobre una ruptura del Mercosur y ahora filtra que irá a la cumbre del viernes en Montevideo sin semejantes ínfulas, sino simplemente con propuestas de una mayor apertura comercial. ¿Giro moderado? Ver para creer.
El peligro es que aunque Trump privilegie a la Argentina como su mejor y acaso única aliada regional, auxilie a Milei ante el FMI, facilite todo lo que pueda la relación bilateral y llene al anarcocapitalista de esos elogios que tanto le gusta recibir, el país no sea inmune a un clima global generado por las propias políticas agresivas e imprudentes del republicano.
Por caso, ¿qué pasaría si el mencionado aplicara todos los aranceles punitivos de los que hoy habla? Estados Unidos experimentaría presiones inflacionarias, la Reserva Federal suspendería la baja de la tasa de interés y podría comenzar a elevarla de nuevo, los capitales saldrían de los mercados emergentes, las monedas de esos países se devaluarían bruscamente y la frágil fiesta argentina del carry trade, el atraso cambiario inducido y la desinflación tocarían a su fin.
Calma: por ahora son sólo posibilidades. Habrá que determinar si Trump realmente pisa el acelerador con la decisión que pregona.
Como hombre de negocios avezado y mayormente carente de escrúpulos debería saber que no hay vencedores en ciertas guerras. ¿O será que se percibe invencible?
* Para www.letrap.com.ar