Un guiño fiscal al campo que busca divisas, confianza y un cambio de clima
- Reducción general de retenciones: soja 26%→24%, subproductos 24,5%→22,5%, trigo y cebada 9,5%→7,5%, maíz/sorgo 9,5%→8,5%, girasol 5,5%→4,5%.
- Medida oficial inmediata y enmarcada en un plan permanente para, en el futuro, eliminar totalmente las retenciones según la evolución macro.
- Reacción positiva mayoritaria: CIARA-CEC, CONINAGRO, Bolsas de Cereales y FAIM celebran el alivio pero reclaman previsibilidad y medidas complementarias.
- Impacto real condicionado: dos puntos en soja incentivan ventas y liquidaciones, pero no garantizan mejora inmediata de márgenes por costos dolarizados.
- Riesgo y antecedente: la baja temporal previa (retención cero) generó una liquidación excepcional; el Gobierno busca repetir efecto para mejorar ingreso de divisas.
- Desafío estructural: transformar el gesto en competitividad sostenida requiere crédito, infraestructura, reglas claras y continuidad fiscal para atraer inversión.
El Gobierno decidió mover una de las fichas más sensibles del tablero económico: las retenciones. Con un anuncio que tomó por sorpresa incluso a dirigentes curtidos del ámbito agropecuario, el Ministerio de Economía confirmó una reducción generalizada de los Derechos de Exportación (DEX) para los principales complejos granarios. La medida, formalizada por Boletín Oficial y de aplicación inmediata, implica una nueva señal hacia el sector que más divisas aporta al país y al que la administración nacional considera clave para sostener la estabilidad lograda en los últimos meses.
Luis Caputo, responsable de la decisión, enmarcó el recorte en un “plan permanente de disminución” de las retenciones, con la meta —todavía sujeta al desempeño macroeconómico— de llevarlas a cero. En esta ocasión, la soja baja del 26% al 24%, mientras que sus subproductos retroceden del 24,5% al 22,5%. Trigo y cebada descienden del 9,5% al 7,5%; maíz y sorgo del 9,5% al 8,5%; y el girasol pasa del 5,5% al 4,5%. Un movimiento calibrado, pero no menor.
La reacción del sector fue instantánea y mayoritariamente positiva. La industria aceitera, nucleada en CIARA-CEC, habló de “un paso muy valioso”, aunque reiteró un reclamo histórico: la necesidad de aliviar la carga fiscal total, en especial sobre la soja, donde Argentina compite con márgenes más estrechos que sus pares. CONINAGRO adoptó un tono similar, inscribiendo la medida dentro de un paquete más amplio que contempla incentivos al riego, amortización acelerada y herramientas regulatorias recientes. Para la entidad, el conjunto empieza a delinear un “mejor clima de inversión”.
El respaldo institucional se multiplicó. Las Bolsas de Cereales y de Comercio de distintos puntos del país difundieron un documento conjunto en el que calificaron la baja como un “paso clave para la competitividad” y pidieron previsibilidad. Fue la Bolsa de Rosario la que aportó un dato revelador: la alícuota del complejo soja se ubica ahora en su punto más bajo en casi dos décadas. No es un detalle menor para el sector que explica buena parte del ingreso de divisas del país.
La mirada industrial también fue favorable. Diego Cifarelli, titular de la FAIM, valoró la señal oficial y recordó que el objetivo de fondo debe ser fortalecer el entramado productivo para impulsar la internacionalización de la cadena. Aun así, sumó un matiz: persisten problemas estructurales, como los altos costos logísticos, que requieren correcciones adicionales y, en muchos casos, reformas legislativas que todavía están en discusión.
La Federación Agraria Argentina, por su parte, celebró la medida con cautela. Su presidenta, Andrea Sarnari, calificó la reducción tributaria como “una buena señal”, aunque advirtió que para los productores más chicos la baja resulta insuficiente sin financiamiento accesible, infraestructura y políticas específicas que les permitan sostenerse frente a costos dolarizados y un contexto climático exigente. ASAGIR, entidad del complejo girasolero, se alineó con el tono oficialista y destacó el impacto potencial sobre inversión, producción y empleo.
En paralelo, el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) reafirmó el gesto como un avance en la dirección correcta, insistiendo en que la agroindustria necesita un marco estable para multiplicar exportaciones.
Pero más allá de los respaldos públicos, surge una pregunta central: ¿cuánto puede mover la aguja este recorte en el corto plazo? Los analistas ofrecen una respuesta prudente. En soja —el cultivo que concentra las miradas— la reducción de dos puntos puede incentivar ventas y mejorar expectativas, aunque difícilmente altere los márgenes de manera significativa. El sector todavía carga con costos altos, variaciones del tipo de cambio y un historial de cambios normativos que alimenta la desconfianza.
El antecedente inmediato también pesa. La baja temporal a retención cero de septiembre produjo un shock de liquidación de casi 5.000 millones de dólares. Esa experiencia funciona como un parámetro —y también un recordatorio— de que la relación entre incentivos fiscales y liquidación de divisas no siempre sigue un comportamiento lineal.
El Gobierno, que vio una merma de ingresos en noviembre, necesita acelerar el flujo de dólares en un contexto donde la estabilización económica convive con tensiones sectoriales. Por ahora, la lectura predominante es que el anuncio constituye una señal política y económica de magnitud hacia un sector clave, con impacto inmediato en expectativas y potencial en ventas. Pero el verdadero desafío estará en convertir este gesto en una trayectoria sostenida de competitividad, inversión y previsibilidad. Para eso, el campo espera reglas claras y un sendero fiscal que no vuelva a modificarse con los vaivenes del calendario político.