Reforma laboral en pausa: el oficialismo mide resistencias y busca consensos antes de ir al Senado
- El oficialismo postergó el debate de la reforma laboral por falta de consensos en el Congreso.
- La Libertad Avanza reconoce un fuerte rechazo político y sindical al proyecto.
- Luis Juez advirtió que el peronismo y las centrales sindicales acordaron una postura común de rechazo.
- El Gobierno admite que las mayorías legislativas son frágiles y deben construirse proyecto por proyecto.
- La aprobación del Presupuesto 2026 dejó una señal positiva, pero insuficiente para reformas sensibles.
- La reforma laboral volverá a discutirse en febrero y requerirá acuerdos amplios para avanzar.
Tras la aprobación del Presupuesto 2026, el oficialismo comenzó a delinear el mapa político del próximo año legislativo con un diagnóstico claro: la reforma laboral, uno de los proyectos centrales del Gobierno, enfrenta un escenario adverso que obliga a recalcular tiempos y estrategias. En La Libertad Avanza admiten que el debate requerirá amplios consensos y reconocen que, en las condiciones actuales, no están dadas las mayorías necesarias para avanzar en el Senado.
El proyecto, que forma parte del núcleo duro de las reformas estructurales impulsadas por el Ejecutivo, fue postergado para febrero ante la falta de acuerdos mínimos en el Congreso. La decisión no respondió solo a una cuestión de agenda, sino a la evaluación de un contexto de fuerte rechazo político y sindical que, de abrirse el debate ahora, podría traducirse en una derrota parlamentaria temprana.
Desde el oficialismo señalan que la sanción del Presupuesto dejó enseñanzas útiles, pero también límites evidentes. Si bien el Gobierno logró articular apoyos suficientes para aprobar la ley de leyes, ese antecedente no garantiza un camino despejado para iniciativas más sensibles. La reforma laboral, por su impacto directo en el mundo del trabajo y en la estructura sindical, se presenta como un terreno mucho más áspero.
El senador Luis Juez, integrante del interbloque oficialista, fue uno de los encargados de poner en palabras esa advertencia. Según afirmó, el peronismo y las principales centrales sindicales ya acordaron una postura común de rechazo. “La CGT, la CTA y el movimiento obrero se juntaron con el bloque peronista y acordaron rechazar cualquier reforma laboral”, sostuvo, al describir un frente opositor que combina músculo político y capacidad de movilización.
En ese marco, Juez anticipó que el Congreso se moverá en un clima de confrontación, con objeciones tanto técnicas como políticas al articulado. Para el senador, insistir con el tratamiento inmediato del proyecto no solo sería improductivo, sino que podría profundizar el desgaste del oficialismo en una etapa clave del mandato. Por eso, respaldó la decisión del Gobierno de suspender el debate y ganar tiempo para negociar.
El mensaje de Juez incluyó, además, una advertencia hacia el propio espacio libertario. “Las mayorías son circunstanciales, va a haber que juntarlas”, señaló, al remarcar que no existe respaldo automático para ninguna iniciativa. La frase sintetiza una de las principales debilidades del oficialismo: la fragilidad de su representación parlamentaria, que lo obliga a construir apoyos caso por caso y a sostener una negociación permanente.
En esa línea, el senador comparó el escenario político con una competencia de largo aliento. “Esto es domingo a domingo”, expresó, en alusión a la necesidad de administrar cada instancia legislativa como una pulseada independiente. La metáfora refleja la lógica que domina hoy al oficialismo: no hay victorias definitivas ni derrotas terminales, sino un proceso continuo de acuerdos, concesiones y tensiones.
La aprobación del Presupuesto 2026 aparece, en ese contexto, como una señal ambigua. Por un lado, demostró que el Gobierno puede articular consensos cuando se lo propone y cuando el contexto político lo favorece. Por otro, dejó en claro que ese respaldo es limitado y no extrapolable automáticamente a otros proyectos de mayor sensibilidad social.
Con la reforma laboral, el Ejecutivo enfrenta un doble desafío. Hacia afuera, deberá intentar desactivar el rechazo sindical y fragmentar el bloque opositor, una tarea compleja en un tema que históricamente genera alineamientos rígidos. Hacia adentro, tendrá que ordenar su propia estrategia legislativa y asumir que el avance de las reformas dependerá menos de la velocidad y más de la capacidad de negociación.
Así, febrero se perfila como un mes clave. La reforma laboral volverá al centro de la agenda, pero lo hará en un escenario donde nada está garantizado. El oficialismo sabe que, sin acuerdos amplios, el proyecto corre el riesgo de naufragar antes de zarpar.