Por José Ademar RODRÍGUEZ
En cierta ocasión, les dije que, para disfrutar plenamente de la tarde del domingo, no habría que trabajar el lunes por la mañana... conducta que asumí con total convicción y además, imitado por muchos de mis colegas dentistas. Fui un ''revolucionario de la pereza''.
Ahora, creo haber inventado una terapia curativa a través de las puteadas para quitarse el lastre de todo lo tóxico que llevamos adentro.
Se han inventado diversas mentiras, como los actores que se van a buscar la paz al Tíbet, o los japoneses poniendo una foto del patrón de la empresa para pegarle puñetazos, otros apelan al sexo tántrico, o al yoga, con el riesgo en las mujeres de cierta edad, de que se machuquen una teta por mala postura o que un viejo se aplaste un huevo...
Lo mío es más simple, prender el televisor, solo en el comedor, y sacarme toda la porquería como en un exorcismo. Como nadie me va a escuchar, no habrá denuncia posible, ni víctima... es simplemente un procedimiento terapéutico muy mío...
Ahí me lleno bien la boca como los relatores de fútbol antiguos cuando se referían a apellidos eufónicos, musicales, de buen sonido...
''La puta madre overa que te parió!!''
''Si serás hija de puta!''
''Anda a lavarte las bragas y tomate el caldo!''
''Anda a jugar a las muñecas con los abortos de tu hermana la recontra mil puta que te reparió!''
El odio que marcó mi vida, fue mi adolescencia en Río Cuarto, observando a su sociedad puteril, soberbia, grandilocuente, farsante, hipócrita, cínica... Por eso hubiera preferido nacer en el pueblo donde nacieron mi abuela y mi madre, Holmberg, que esa sí que es gente rústica, noble, como casi todos los pueblerinos o campesinos, de aquella época, no necesitaban emigrar para incorporarse al basurero mental de la burguesía de Río Cuarto.
El delito de odio no existe, es un invento de los políticos... puesto que el odio es un sentimiento que arranca de un impulso, de un instinto visceral y súbito, un sensación bajuna y despectiva que jamás puede calificarse a nivel de delito, es connatural a la especie humana.
Eso sí, reconozco que las agresiones verbales no son, a veces, menos duras que las físicas, en comparación con la fuerza de una pedrada o la furia de un tornado, son improperios exultantes, rebosantes de odio...
Pero yo pienso que el odio bien sacado, como el gato vomitando sus pelos, te alivia... se transforma en un drenaje desintoxicante y así logras una relajación placentera, vamos... ¡una gozada!
Putee nomás!!... pero con saña, con toda la ponzoña guardada que uno tiene y así agitar la coctelera de broncas, querellas, rencores y resabios para que así, puteando frente a la pantalla y en solitario (que no tomen estado público) afloren y así podremos eliminarlas... como si fuera una flema, un gallo, un esputo denso y verde, justo para los que padecen enfisema pulmonar, como quien esto escribe.
Un regusto cálido se expande por sus venas como en dulce venganza.
Hay veces en que los odios nacen por un ajuste de cuentas, con fantasmas de la adolescencia, transformados en pesadillas, ira o rabia, más allá del color de la piel, por ejemplo, uno se pierde con palabrerío estéril, como un censor de minucias, o como jueces del alma ajena.
Como no odiar con noticias como esta: En Vilasar de Mar (Barcelona), gobernada por los separatistas y progres catalanes (ERC), para las actividades del Ayuntamiento del verano, se han inventado un juego para niños de 11 a 30 años (!?), una yincana, que consiste en pruebas de ingenio, con sentido aparentemente lúdico, que se transformó en juego sorpresa donde los niños debían reproducir algunas posturas del Kamasutra, o aprender a poner un preservativo con la boca, en ese caso con un plátano o un palo con miel (en vez de pinchila)... si serán hijos de puta, adoctrinando, para servir de llamado a la pedofilia en apología criminógena de un delito sexual. Los padres, alarmados, por supuesto, interpusieron una demanda urgente a través de la fiscalía de menores... pero ya sabemos lo que pasa en Cataluña con las sanciones judiciales...
Y uno se pregunta, ¿para eso quieren la independencia??! Inclinando los niños a esas aberrantes prácticas, no les bastó Jordi Pujol, ese delincuente chorizo, odiador de los sureños, refugiado en la omertá de las grandes mafias.
O el otro presidente de la región, Joaquin Torra, destilando el odio sobre los ''españoles'' y especialmente contra los millones de catalanes que tienen el español como lengua materna y no comulgan con el separatismo. Un racista que recurre a la genética para hallar el hecho diferencial de los catalanes, tratándolos de ''bestias carroñeras, víboras con una tara en el ADN''.
Como no voy a sentir odio que en la otra región española, en País Vasco, sigan mandando los asesinos de la ETA, y se siga votando y homenajeando al partido de esa organización criminal.
Lo que sí tendría categoría de delito de odio, que no se atreven a calificarlo como tal, sería una de las tantas manifestaciones que terminan quemando contenedores, prendiendo fuego a patrullas policiales, con agentes en su interior.
O esos, que, amparándose en la tan mentada libertad de expresión, sin ninguna forma artística, soez y despreciable, como el caso de un rapero catalán con cara de boludo llamado Pablo Rivadulla o ‘’Hasél’’. Ese ‘’poeta’’ dice, entre otras cosas, ‘’no queremos guardia civil, queremos a la checa’’ o ‘’la URSS volverá’’, también defiende la lucha armada y justifica la actividad de grupos terroristas como ETA y otros. Es nene bien, de familia de guita ve al comunismo como la solución. Y no se crean que se trata de algún pibe adolescente, nooooo, debe tener como treinta y pico, ¡tipo grande! ¡Por favoooor! Pero más que por su técnica microfónica, salió del anonimato por sus problemas con la justicia a causa de sus repetidos tuits y algunas letras de sus canciones (habló que había que guillotinar al rey, y exterminar a guardias civiles...)
La violencia verbal y las amenazas o la obstrucción a la justicia, son delitos en el Código Penal, vengan de donde vengan. No tiene nada que ver con la falta de libertad de expresión como debaten en al tele.
La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, dice en su punto 10:
‘’Ningún hombre debe ser molestado por razón de sus opiniones, ni aún por sus ideas religiosas, siempre que al manifestarlas no se causen trastornos del orden público establecido por la ley’’
Ese tipo, Hasei, fue arrestado el año pasado. Les aclaro que llevaba varios años avisado, y desde el 2014, acumulaba prisión por enaltecimiento del terrorismo (ETA, Grapo, Terra Lliure, AlQaeda...), injuria a las fuerzas de seguridad del Estado y a la monarquía, amenazas al testigo de un juicio, participación en desórdenes públicos, atentado a la autoridad, lesiones y daños y recientemente agredió a un periodista.
Y su abogada lo considera como un preso político... es que ella también justifica la violencia de ETA.
Si eso es libertad de expresión (no confundir con libertad de acción) entonces caguemos en las plazas públicas (bueno, los perros ya lo hacen con total impunidad) o cojamos frente a un geriátrico para escandalizar adrede a los pobres viejecitos, degenerados de mierda! (ven como me saco de encima las broncas y las frustraciones personales en vez de ir a que te saquen guita los psicólogos?!)
El odio viene a ser como el amor, el miedo, la piedad, la inseguridad, la envidia... ahí están en la tele, en el cine, los quioscos, los odios más acérrimos.
Acá en España, existe un canal, Telecinco, inventado para sembrar el caos y pervertir la mente de los españoles... con putas convertidas en periodistas, maricas emperifollados... ahí, sacan serrín de sus fracasos, creando desvergonzadas querellas a través de la delación y la traición, convirtiendo un plató en un triste, deforme y difuso mierdaje para esparcir odios y apologías delictivas... ¿y acaso, eso no es delito de odio?
Hasta se han inventado lo que les da mayor audiencia, el programa ''Supervivientes'', donde a lo pútrido, de los humillantes concursos, se le otorga el cetro y los lauros a esas hordas de fracasados, anoréxicos, roñosos, desnutridos, pisando su propia mierda en la arena virginal de Honduras, mancillando ese de por sí castigado país.
Podrían hacerlo en su propia cloaca, en el ''mierditerraneo'', que en eso han convertido esa linda laguna azul con ansias de mar y cuna de culturas.
Como no sentir odio ante esos conchavados miserables de la degradación humana más penosa, solo me queda tirar la cadena luego de putear
o sea, apagar la tele...
Y que pensar de una tal Anabel, sobrina de la tonadillera Isabel Pantoja (musa de los gays) quien recientemente casada, nos dio un acelerado curso de meterle los cuernos a su marido, humillándolo con total desfachatez para todos los televidentes españoles, en virtud de su furor uterino, y pensar que yo consideré a los cuernos como una ''delicia secreta'', son astifinos, sutiles, y si es posible, sin que se entere el marido. Pero con esta sucia moral y corporalmente, no tengo más remedio que odiarla.
Y ya saben, los necesito para mi drenaje desintoxicante, así se quita uno el estrés. Hay que putera, aunque es en vano, esos degenerados son indomesticables, señalando también que son culpables, los televidentes abducidos por esa maldad, con su condescendencia pasiva, su alma de siervos.
Se corrompen los unos a otros, minados por la hipocresía, conspiran contra lo poca que queda de las virtudes civiles, se imitan en lo chusco, se estimulan en lo turbio, son animales domésticos cómplices.
Desde hace algunos años, a medida que el estatismo ajusta sus clavijas sobre la libertad de las personas, se habla de “crímenes o discursos de odio”. Un “delito de odio”, en los países colonizados por esa ideología llamada (nunca sabremos por qué) “progresismo”, es un delito cuyo móvil es un prejuicio sobre el grupo o “colectivo” al que pertenece la víctima: raza, nacionalidad, religión, sexo, “orientación sexual”.
Si eso ocurre, el “odio” funciona como agravante del delito cometido. Vamos a un ejemplo extremo: el más grave de los crímenes, el homicidio. Si alguien mata a un negro, un judío o un homosexual, y se demuestra que esa condición de la víctima ha sido la causa del asesinato, estaremos ante un homicidio calificado o agravado por la circunstancia del odio, y por ello la pena será mayor. Hasta aquí, nada habría que cuestionar: nadie tiene derecho a matar, salvo en legítima defensa (propia o de un tercero), y no está mal que la pena sea mayor cuando lo que mueve al homicida es el odio racial o la xenofobia o el odio religioso o un prejuicio sobre los gustos sexuales de la víctima. El problema grave se plantea cuando lo que se castiga es el llamado “discurso de odio”, o sea solamente las palabras, que muchas veces no expresan odio, sino apenas una opinión o un punto de vista diferente del pensamiento oficial, que hoy, por ley, es el único pensamiento aceptable. Si alguien dice públicamente que un travesti es un hombre disfrazado de mujer (lo cual es una realidad fácilmente verificable), puede ser denunciado al Inadi, y será intimado para retractarse, bajo apercibimiento de ser demandado para indemnizar el “daño moral” que sus palabras causaron al colectivo LGTB. La legislación “antidiscriminación” entiende que decir que un travesti es un hombre es algo que hiere y mancilla la sensibilidad colectiva e individual de los travestis.
Lo mismo pasa si alguien expresa su opinión contraria al movimiento feminista. Estas cosas ocurren todos los días. En Buenos Aires, un periodista radial muy conocido, llamado Baby Echecopar, alguna vez denunció el vandalismo de las manifestaciones feministas. Pues bien: fue condenado judicialmente (a manera de “correctivo” o “reeducación”), a ceder en su programa un espacio a especialistas en feminismo y “género”, sin derecho a replicar las expresiones que esas personas viertan. El sistema entiende, a través de sus leyes “antidiscriminación”, que criticar cualquier aspecto del feminismo o de la ideología de género, es un discurso “de odio”, y por ende toda expresión que los cuestione debe ser castigada. Hace unos años un travesti que se hace llamar “Flor de la V” fue premiado en Villa Carlos Paz como “la mejor actriz de la temporada”, y a un periodista de la zona se le ocurrió decir por radio que el premio debió haber sido otorgado a una mujer. El hombre fue repudiado en comunicados de organismos públicos y privados, y fue cancelado en la radio, por “discurso de odio” (o “transfobia”).
Hace pocos días en Córdoba el periodista Miguel Ángel Motta dijo por televisión, refiriéndose al mismo notorio travesti, que es “un tipo”. Salieron las autoridades de Canal 12 a repudiarlo, y el mismo Motta ha tenido que pedir disculpas, aunque probablemente ello no lo salvará de un castigo mayor.
En Canadá hay un proyecto de ley para castigar con prisión a quien se refiera a alguien con un pronombre que no coincida con la “auto percepción sexual” de aquel de quien está hablando. Si hablando de Roberto (que se autopercibe Roberta), digo “él” en lugar de “ella”, estoy pronunciando un “discurso de odio”, y puedo ir a la cárcel. No hace mucho, en España una ONG conocida como “Hazte oír” fue prohibida judicialmente pues su slogan fue considerado “discurso de odio”. Ese slogan era: los niños tienen pene, las niñas tienen vulva. Lamentablemente, la “corrección política” ha calado muy hondo en la sociedad, y hay una mayoría que la ha aceptado mansamente. No hace falta ser un genio para darse cuenta de que lo que hay detrás de toda la legislación “antidiscriminatoria” es la voluntad de prohibir cualquier expresión contraria, o simplemente diferente del dogma oficial. Las razones por las cuales el feminismo, la ideología de género, el ecologismo, el aborigenismo, y hasta el animalismo, son promovidos desde el poder global, son otro tema, y bastante más complejo.
Estoy convencido de que a la mayoría de las personas les resultan indiferentes los gustos sexuales de los demás. Sin embargo, si alguien, como los periodistas que mencioné, resulta injustamente castigado sólo por decir que un travesti es un hombre, es muy probable que termine odiando, también injustamente, a los travestis. Este efecto colateral no es inocente. El sistema, a la larga, quiere generar y promover artificialmente el odio.
Vamos a otro caso, que pertenece a la categoría más delirante de la ideología “antidiscriminación”. Diariamente, desde el poder, que por cierto se expresa a través de los medios hegemónicos de comunicación, se pide la cancelación de alguna obra literaria o cinematográfica por “falta de diversidad”, pues carece de personajes homosexuales. La pregunta obvia sería: ¿Cómo lo saben? Cuando nuestro querido mundo era un lugar razonable para vivir, teníamos conocidos, compañeros de trabajo y amigos homosexuales, y muchas veces sólo sabíamos que lo eran por chismes, o versiones, o porque ellos mismos nos lo decían, como era el caso de varios compañeros de LV3 como Ismael Toledo, riocuartense como yo, atildado, culto, digno de ser considerado una persona de bien; o Fabian Blázquez, que emigró a Buenos Aires y muchas veces salvó nuestras transmisiones de boxeo con un aporte de emergencia cuando se enfermaba el locutor de Córdoba; o el siempre recordado Héctor Martín Bonetta, que me contrató para hacer un programa deportivo y disfruté cuando estaba escribiendo el libro ''Hay que asesinar a Aramburu'', puesto que le ayudaba en la confección del mismo.
Seguramente, ninguno de ellos hubieran sido partícipes tumultuarios de ningún ''orgullo'', pues el orgullo era nuestro de tenerlos como amigos y compañeros.
Se comportaban como el resto de los mortales, y nos importaba cero la forma en que vivían su intimidad, se los respetaba en sus gustos sexuales. Aunque es de reconocer que siempre ha habido gente malsana encargada de difamarlos.
Hoy, en este mundo que es un psiquiátrico a cielo abierto, se entiende que un homosexual debe ser un hombre o una mujer que carece de la virtud de la discreción, y por ello debe manifestar públicamente su deseo o lujuria por su pareja, como el caso del orgullo gay, donde salen tipos en pelota con un hilito en el culo a invadir las calles de todas las grandes capitales. Imaginemos al revés, que los varones en la afirmación de su virilidad machista o de su heterosexualidad, salgan a la calle en calzoncillos ''marcando paquete''. ¡Gente grande! Presumir de ''macho'' es desagradable, pero de ''maricón'' también...
Además, un homosexual de este tiempo está ideologizado: debe ser de izquierda, enemigo de la familia tradicional, partidario del aborto, y preferentemente anticatólico. Son los “homosexuales de laboratorio”, que se construyen en las escuelas desde la más tierna infancia. Y finalmente: El solo hecho de que se haya criminalizado el “odio” (más allá de que deba ser verbalizado para que se tipifique la figura), es una forma que tiene ese monstruo que es el Estado para decirte que no tiene límites en la intrusión de tu intimidad.
El odio es un sentimiento esencialmente humano. Una bestia salvaje mata, despedaza y come a su presa, pero inocentemente, sin odio. El odio nos hace humanos. La creación de la figura del “discurso de odio” es un claro mensaje que te envía el poder para advertirte que se meterá hasta en el último rincón de tu alma.
… Muchos estafados por un amor de una mujer libidinosa, que juega a dos puntas, su marido y su amante, en una flagrante infidelidad, con total desvergüenza, merecerían escuchar este tango de Carlos Gardel: ''Te odio''.