Ya no quedan vocaciones de estadista ni sueños de trascender

OPINIÓN08/10/2023 Julio Bárbaro*
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Al primer debate presidencial le sobró sobriedad, fue demasiado respetuoso para el destrato diario entre denunciadores y le faltó sorpresa, ese golpe de gracia que puede a veces regalarnos el talento. En otra televisión, Bernardo Neustadt me dio una lección para la vida. Mientras grababa en un antiguo estudio, se le cortó cuatro veces la grabación, y en todas reinició su editorial de una manera diametralmente distinta. A la salida lo interrogué: “Usted no soporta repetirse”. Su respuesta fue llamativa: “Cada vez que deba hablar, tenga la mente en blanco, sin saber qué va a decir. La audiencia se lo va a agradecer”.

La política es un arte, demanda carisma, capacidad y creatividad, especialmente exige una destreza que es saber llegar al ciudadano expresando sus necesidades. El talento y el carisma son un obsequio de los dioses, pero en una sociedad compleja como la nuestra, los economistas sustituyen a los políticos y los negocios privados, a las ideas colectivas. En semejante decadencia, la lucidez termina dependiendo de la mediocridad de los ricos de turno. No hay pensadores -o si los hay no se los respeta- ni contenidos. Los partidos políticos se han convertido, hace tiempo ya, en propiedad de “operadores”, oscuros personajes que se ocupan de asesorar a quienes ejercen cargos electivos permitiendo que olviden su obligación de servir a su pueblo y trabajen al servicio de desmesurados intereses. Ya no quedan políticos de raza, no hay vocaciones de estadista o sueños propios de trascender dejando a la sociedad un legado digno de ser respetado. Por pedido del General Perón, en su último gobierno votamos contra el juego. Menem fue tan vendepatria que lo autorizó al extranjero y Néstor se ocupó de duplicarlo. Corrupciones compartidas entre todos los dueños del poder. Instalar el juego y la banca extranjera en lugar de la industria propia fue una traición no solo al peronismo, que nunca respetaron, sino a la patria a la que nunca amaron.

El kirchnerismo convirtió un espacio político en una secta y, como todas ellas, obedece a una modalidad que defiende solo los intereses de sus integrantes. La modelo y el barco en un mar distante grafican la pequeñez del delincuente disfrazado de político. Duele la desmesura de sus lujos sobre la miseria sembrada por sus culpas, cuarenta años de democracia no detuvieron nunca la gestación de pobreza. La política implica servicio; sin embargo, ellos se ocupan sólo de sus robos que siempre son generadores de miserias ajenas.

Frente a semejante deformación de lo colectivo surge un candidato que es expresión del más puro egoísmo, un personaje menor que genera vergüenza con su sola presencia. Javier Milei es el fruto edulcorado del consumidor formateado en el molde de Duran Barba y Loris Zanatta, los dos extranjeros contratados para imponer el desprecio a la patria y sus tradiciones, como si con la lacra gorila asesina que se expresó en la dictadura no les hubiera alcanzado. El kirchnerismo que agoniza parece más ofendido porque no se dice “treinta mil” que por ese patético cuarenta por ciento de pobreza que significa la otra gran violación a los derechos humanos que pretenden hacer respetar. La nación puede contener la totalidad de las ideologías, mientras la corrupción es una traición que, en la figura de un funcionario, no merece otra cosa que el desprecio colectivo. Duele, pero en nuestra decadencia el mero hecho de no enriquecerse termina convertido en virtud.

Muchos opinan que al debate le faltaron denuncias. Es falso, abundan en exceso en los noticieros y los programas periodísticos televisivos. Al debate le faltó grandeza y estuvo ausente la pasión de quien sueñe devolvernos una sociedad digna de ser habitada. La política es un arte y los críticos solo sirven para valorar sus logros, jamás para inspirar su gestión. Participan cinco, solo tres tienen la opción de ser parte de la segunda vuelta. Deseo que lleguen Patricia y Massa, no ignoro que ambos tienen enormes limitaciones, pero con la opción de la desmesura no se juega. La dictadura, Menem, los Kirchner y Macri nos trajeron a esta miseria que hoy nos desgarra de dolor. Fueron una generación que destruyó la industria para imponer el infinito mundo financiero que hoy nos impide respirar. De la mediocridad no se sale por el camino de la furia. Apostemos a la unión nacional que la misma medianía nos obliga a transitar. Salgamos juntos y firmes de esta patria de los grandes enriquecidos que oprimen al resto de la sociedad. Que alguno se anime a enfrentar a sus amigos ricos, es imprescindible que lo hagan, no queda otro camino que volver a pensar en las necesidades de todos. Sin populismos, pero “combatiendo al capital”. No para expulsarlo, sino para impedirle que nos conduzca. Milei representa a un miembro de “la casta·” que intenta convertirla en monarquía. Es la peor de las amenazas. Un país es rico no por los millones de sus enriquecidos sino por la dignidad que otorga para integrar a sus necesitados. La traición del kirchnerismo sumada al anquilosamiento de la izquierda dejó a los desesperados apoyando a un demente que los desprecia. Esperemos el triunfo de la cordura aunque sea en su expresión de mediocridad.

 

 

* Para www.infobae.com

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