Sed liberales, sed socialistas, pero no sean mentirosos

OPINIÓN14/08/2024 Roberto Cachanosky*
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Sin duda la herencia económica recibida por Javier Milei es peor que la que, en su momento, recibió Mauricio Macri de Cristina Fernández de Kirchner, aunque tenía los mismos componentes: cepo cambiario, control de cambios, control de precios, atraso en las tarifas de los servicios públicos, pasivos remunerados, alto gasto público y de baja calidad y demás ingredientes populistas.

Pensar que todos estos problemas se resuelven en pocos meses es poco serio. Por ejemplo, la baja del gasto público lleva tiempo. Volver a un promedio de gasto público consolidado de las décadas del 80 y 90 cuando era del 30% del PBI no es tan sencillo luego de haber tocado el 43% del PBI.

La reforma tributaria también lleva tiempo, en particular si se quisiera sancionar una nueva Ley de Coparticipación Federal de Impuestos, que a esta altura del partido parece imposible de lograr. Se puso en la reforma de la Constitución de 1994 y fue un artículo que a 30 años de su sanción sigue sin ser cumplido.

No obstante, hay ciertas medidas que va tomando el gobierno que se alejan del discurso de campaña y de un mínimo de los principios que sostiene el liberalismo y que el Gobierno dice sostener. No me refiero a haber pasado de la dolarización al peso fuerte que dice que se viene el ministro de Economía. Me refiero, por ejemplo, al control de cambios que no requiere de tanto tiempo para ser eliminado como puede ser el caso de la reducción del gasto público o la reforma tributaria.

Sin embargo, no solo no se lo eliminó, sino que un gobierno que se dice liberal interviene cada vez más en el mercado de cambios.

Recordemos que el control de cambios es la obligación de los exportadores de venderle sus dólares al BCRA a cambio de pesos y, encima, a un tipo de cambio menor al de mercado.

Quien exporta no es libre de venderle sus dólares a un importador, a una empresa que quiera girar utilidades al exterior o a alguien que solamente quiere ahorrar en dólares, al precio que las partes pacten libremente.

Si alguien exporta un producto que es suyo, los dólares que le paga el importador del país de destino también son de su propiedad. No obstante, contrariando el respeto por la propiedad privada, primer punto del Pacto de Mayo, el Gobierno no solo lo obliga a venderle sus dólares al BCRA, sino que le confisca parte de su trabajo que es la brecha cambiaria.

Pero no conforme con violar la propiedad privada y desestimular las exportaciones estableciendo un tipo de cambio artificialmente bajo, el Gobierno que se dice liberal, avanzó un paso más en el intervencionismo y usa parte de esos dólares que provienen de las exportaciones para venderlos en el CCL con el objeto de reducir la brecha cambiaria, por más que argumente que el objetivo es la emisión cero.

Más intervencionismo

Es fácil mostrar que este último argumento de la emisión cero es una excusa para esconder el mayor intervencionismo en el mercado de cambios, porque si el gobierno no quiere emitir por el sector externo, directamente elimina el control de cambios. Al eliminar el control de cambios el BCRA no tiene que comprarle los dólares al exportador y por lo tanto no tiene que emitir pesos.

Lo anterior deja en evidencia que la emisión cero por el sector externo fue una excusa para no blanquear que el gobierno, en vez de liberar el mercado de cambios, lo interviene cada vez más. Es decir, distorsiona cada vez más el tipo de cambio.

Claramente, están usando el tipo de cambio como ancla contra la inflación. Es decir, va en contra de la idea liberal de que cada uno hace con su propiedad lo que desea. Y aquí no hay excusa de que recién van 8 meses de gobierno. Ya pasó bastante tiempo como para haber liberado el mercado de cambios.

Resulta realmente insólito que quienes se dicen liberales defiendan el control de cambios y, como consecuencia del mercado de cambios, el cepo, argumentando que si se libera el tipo de cambio estalla todo.

Si se libera el mercado de cambios y estalla todo es porque el tipo de cambio no es de equilibrio y el gobierno no generó la suficiente confianza como para que la gente no huya hacia el dólar.

El ministro Luis Caputo afirmó que hay que esperar un dólar bajo. Una afirmación que solo podría formularse si Argentina tuviese un tsunami de inversiones que generan un ingreso de divisas que hicieran que la oferta de dólares mantuviera bajo el tipo de cambio.

Sin embargo, ese tsunami no se ve. Lo que se ve es un gobierno que quiere imponer un dólar artificialmente barato para contener la inflación. El problema es que cuando el dólar es barato artificialmente, en algún momento pasa la cuenta porque se estuvo poniendo el mercado de cambios en una olla a presión.

Cuando uno ve que gente que se dice liberal defiende este tipo de medidas, advierte que más que votar ideas se votó a un outsider de la política por cansancio de los partidos tradicionales.

Cuando “liberales” defienden el control de cambios, el aumento de impuestos, violar el principio de igualdad ante la ley como es el RIGI y otros casos más, advierte que no estamos en presencia de un cambio en los valores de la población, dato que no es menor a la hora de proyectar el futuro de la economía argentina.

El control de cambios es indefendible tanto desde el punto de vista conceptual como desde el punto de vista de las actuales condiciones de la política económica. Lo que ha hecho el actual gobierno es continuar con la política cambiaria de Massa e incrementar el intervencionismo al vender dólares de los exportadores en el CCL.

Finanzas públicas

Por el lado fiscal el Gobierno muestra como un éxito el superávit fiscal. Licuar salarios y jubilaciones y aumentar la carga impositiva como el impuesto PAIS, ganancias y el impuesto a los combustibles, no solo choca con el discurso de campaña, sino que no es una solución, porque el problema, como le he sostenido muchas veces, no es el déficit fiscal, es el gasto público.

La contrapartida del nivel de gasto público es la carga tributaria, la deuda pública y la emisión monetaria.

El Gobierno dejó de emitir para financiar el déficit fiscal, pero previamente se encargó de generar una llamarada inflacionaria para licuar sueldos y jubilaciones al tiempo que subía el Impuesto PAIS del 7,5% al 17,5% y lo extendía a todas las operaciones del mercado de cambios oficial. Es decir, aumentó la carga tributaria que aplicó el nefasto gobiero kirchnerista que comandó Alberto Fernández. La salida de la larga decadencia argentina está por el lado de una economía de mercado y liberal en el más amplio sentido de la palabra.

Dado que este gobierno se dice liberal, pero adopta medidas intervencionistas, el gran riesgo que tenemos por delante es que, de fracasar este gobierno, el liberalismo vuelva a ser el chivo expiatorio de la próxima crisis y quede en el medio de desierto nuevamente como la peste que llevó a la crisis económica.

En definitiva, es preferible un intervencionista confeso a un intervencionista encubierto.

 

 

* Para www.infobae.com

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