Rafaela supo ser una ciudad modelo. Limpia, hermosa, amigable, con vecinos que se conocían entre sí, con un Concejo Deliberante que trabajaba “ad honorem” sólo por vocación de servicio.
Tras 32 años de peronismo, Rafaela cambió para mal. Y el nuevo gobierno que asumió en diciembre pasado no logra dar señales para revertirlo. Quizás sea a partir del próximo año, con presupuesto de su propia autoría y ya en conocimiento de lo que heredó.
Mientras tanto, los ciudadanos nos encontramos financiando un gran aumento de los tributos municipales al tiempo que vemos un gran deterioro de nuestra calidad de vida, incluída la insoportable INSEGURIDAD que nos acecha.
Y uno de los temas son las plagas de palomas, negruchos, cotorras, ratas y hasta comadrejas. Pareciera que es imposible terminar con el problema de estas plagas que afectan la salud, la higiene de la ciudad y el patrimonio de los ciudadanos. Para muestra, basta ver cómo en pocos días la inversión en pintura realizada en el edificio del ex Policlínico para tapar las horribles pintadas de delincuentes que nada respetan, fue afectada por los excrementos de los negruchos y palomas que emigraron hacia la esquina de San Martín y Pueyrredón cuando con palos los trataron de sacar de Av. Santa Fe. ¿Quién va a invertir en una nueva vereda si en pocos minutos todo estaría manchado y sin solución con los pájaros?
Se supone que la política debería solucionar problemas, no “administrarlos”. Y dar soluciones incluye ponerse a pensar en serio cómo terminar con estos temas de una vez y para siempre. ¿Cómo puede ser que tengamos nidos de cotorras colgados en los canteros del Bv. Roca o en el Parque de los Eucaliptos? Las cotorras son una plaga, y años atrás existían los inspectores que multaban a los productores agropecuarios que tenía un nido en su predio.
Pero claro, si se puede dar la pésima imagen que se dio con el Hospital, simulando una pseudo inauguración con el área de pediatría que ahora volvió al viejo hospital, difícil que podamos ilusionarnos con soluciones inteligentes y de largo plazo para estas cosas. ¿O serán capaz de sorprendernos? La esperanza siempre es lo último que se pierde.