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El Gobierno enfrenta turbulencias en política monetaria: una pausa cara en la escalada cambiaria

  • El Gobierno cambió su política monetaria, pasando de anclar tasas a controlar directamente la base monetaria, pero el sistema financiero no apoyó el nuevo esquema.
  • Los bancos prefirieron mantener liquidez en lugar de comprar deuda del Tesoro, lo que generó una emisión adicional de 10 billones de pesos y mayor presión cambiaria.
  • El Banco Central intervino con pases al 36% y en futuros del dólar para estabilizar el tipo de cambio, pero estas medidas son costosas y no sostenibles a largo plazo.
  • La falta de mecanismos estructurales para absorber liquidez y la volatilidad de las tasas mantienen el modelo en una situación frágil.
  • Tasas reales positivas ayudan a controlar la inflación, pero podrían bajar con la cercanía de las elecciones, aumentando riesgos cambiarios.
  • La intervención en futuros de dólar creció, ayudando a contener el tipo de cambio oficial, aunque el mercado ve esta estabilidad como artificial.
  • El equilibrio actual es temporal y los principales desafíos son la sostenibilidad fiscal y establecer un ancla monetaria creíble para evitar nuevas crisis.

En medio de una creciente presión cambiaria, el Gobierno nacional implementó un cambio drástico en su política monetaria que evidenció las fragilidades del nuevo esquema. La transición del anclaje en tasas de interés hacia un control directo de la base monetaria no contó con el respaldo esperado del sistema financiero, lo que obligó al Banco Central a reactivar herramientas tradicionales para absorber el exceso de pesos, mientras el Tesoro enfrentó dificultades para captar la liquidez excedente.

El plan inicial buscaba que los bancos canalizaran su liquidez hacia la compra de deuda del Tesoro, centralizando así la política monetaria. Sin embargo, el sistema financiero prefirió mantener altos niveles de liquidez por la incertidumbre regulatoria y operativa. Esto provocó una emisión adicional de 10 billones de pesos —equivalente al 30% de la base monetaria— que elevó las tasas de interés y aumentó la demanda de cobertura cambiaria.

Para contener la situación, el Banco Central volvió a intervenir directamente en el mercado, ofreciendo pases con tasas del 36% y aumentando su presencia en contratos futuros del dólar, logrando estabilizar momentáneamente el tipo de cambio oficial. Estas intervenciones, aunque efectivas a corto plazo, tienen un alto costo fiscal y no son consideradas sostenibles a largo plazo por expertos.

Analistas señalan que la ausencia de mecanismos estructurales para absorber liquidez, sumada a la volatilidad de las tasas y la falta de incentivos claros para los bancos, mantiene al modelo en una situación precaria. Mientras las tasas reales superan el 12%, un ancla importante frente a la inflación, se prevé que este esquema no pueda mantenerse hasta las elecciones de octubre, cuando las presiones fiscales podrían obligar a reducirlas, reavivando tensiones cambiarias.

Adicionalmente, el Banco Central intensificó su intervención en el mercado de futuros de dólar, con un interés abierto que aumentó en más de 700 millones de dólares, una estrategia que no está limitada por el acuerdo con el FMI y que ha ayudado a contener la paridad oficial, aunque el mercado percibe esta estabilidad como artificial.

El escenario actual refleja una “calma” financiera basada en medidas costosas y temporales. La sostenibilidad fiscal y la necesidad de un ancla monetaria creíble constituyen los principales desafíos que enfrentan el Banco Central y el Tesoro. Sin una solución estructural para drenar el exceso de liquidez, el equilibrio alcanzado podría desvanecerse, dejando al dólar y a la economía a la espera de su próximo movimiento.