Cristina Kirchner reaparece ante la militancia y afirma que su proscripción “es un castigo para millones de argentinos”
- Cristina Kirchner afirmó que su proscripción constituye un castigo colectivo y no solo personal.
- Enumeró los logros de las gestiones kirchneristas para contextualizar su mensaje.
- Llamó a “militar en serio” y apeló a los “tiempos de la historia” como guía política.
- Advirtió sobre el “negacionismo” social frente a crisis económicas recurrentes.
- Comparó la coyuntura actual con etapas críticas de la historia argentina.
- Convocó a sostener la esperanza y la acción colectiva como motores de cambio democrático.
En un mensaje grabado y difundido durante la peña de fin de año del Instituto Patria, Cristina Fernández de Kirchner volvió a tomar la palabra públicamente desde que cumple prisión domiciliaria tras la condena en la Causa Vialidad. La ex presidenta, alejada de la escena institucional pero no del debate político, buscó interpelar a la militancia con un discurso centrado en su situación judicial, el rumbo del país bajo la gestión de Javier Milei y el papel que —a su juicio— les corresponde a quienes se identifican con el kirchnerismo.
El eje de su intervención fue claro: la proscripción que recae sobre su figura no sería un castigo individual, sino un daño colectivo. “La proscripción no es para mí, es para millones de argentinos”, afirmó. Bajo esa premisa, Cristina Kirchner planteó que la sanción judicial operaría como una forma de excluir del sistema político a quienes encabezaron —según ella— un proceso de ampliación de derechos, desarrollo económico y fortalecimiento del Estado. Su mensaje, dirigido a un auditorio que la ovacionó en diferido, buscó reforzar la idea de continuidad histórica entre su situación personal y la de un proyecto político más amplio.
Para sostener esa lectura, la ex mandataria enumeró una serie de hitos de las gestiones kirchneristas: desde el desendeudamiento y las políticas sociales hasta la creación de universidades públicas, la entrega de computadoras y los envíos de satélites al espacio. “No nos alcanzaría la noche de esta peña para enumerar todas y cada una de las obras físicas y simbólicas que desplegamos de norte a sur de la patria”, afirmó, antes de insistir en que la proscripción, más que un castigo, es una señal adversa para una identidad política que aún conserva fuerte presencia territorial.
Pero más allá del repaso de su legado, Cristina Kirchner también apeló a una dimensión más introspectiva. Llamó a “militar en serio”, evocó una frase de Teresa de Calcuta —“se aprende con dolor y es el pueblo el que sabe hasta cuándo”— y habló de los “tiempos de la historia”, que no siempre coinciden con la urgencia electoral. Con ese marco, pidió paciencia y organización, y comparó la coyuntura económica actual con otros momentos críticos del país marcados por cierres de fábricas, caída del consumo y deterioro del salario real.
Al respecto, advirtió sobre una suerte de “negacionismo social” en torno a las dificultades económicas, fenómeno que, aseguró, se repite cíclicamente en la Argentina. Sin mencionar directamente al gobierno de Milei, describió un clima de malestar que —según su lectura— podría profundizarse si no se modifican las políticas actuales.
En el tramo final, Cristina Kirchner apeló al rol de la militancia en un “tiempo histórico” que, planteó, exige convicción pero también acción concreta. “La historia demanda tiempo, y sus tiempos no coinciden muchas veces con el calendario electoral”, reflexionó. Luego llamó a sostener la esperanza en la capacidad de reconstrucción democrática del país, subrayando que los cambios no se producen de forma espontánea sino a partir de la participación organizada.
Su mensaje, breve pero cargado de simbolismo, se inscribió en un escenario en el que el kirchnerismo atraviesa una etapa de redefiniciones internas mientras observa con atención el rumbo del gobierno libertario. Desde la reclusión domiciliaria, la expresidenta busca mantener su influencia política, tender puentes con la militancia y, al mismo tiempo, instalar la idea de que su situación judicial forma parte de una disputa más amplia por el sentido del poder y la historia reciente.