El plan de Toto Caputo enfrenta encrucijadas en todos los ítems sensibles y la necesidad por el dólar arroja al gobierno de Javier Milei en brazos del FMI. Esto expone al Presidente a un dilema: sostener sus dogmas más caros –nada menos que su razón de ser– y enfrentar un proceso económico y político peligroso o abandonarlos y rezar para que el salvavidas del Fondo Monetario Internacional esta vez no sea de plomo.
Caputo vivió en carne propia las consecuencias de esa debilidad crónica de la Argentina. Mauricio Macri creyó que un crédito del organismo sería su carta para ser reelecto, pero descubrió –¿lo habrá hecho?– que en verdad fue su condena política. Forzado por esa megadeuda heredada, Martín Guzmánintentó administrar el problema con un nuevo acuerdo, pero sus detalles causaron la ruptura del Frente de Todos y el final de cualquier fantasía reeleccionista de Alberto Fernández.
Así de complejo es el momento de Milei, sobre todo ante elecciones de mitad de mandato que definirán si el anarcocapitalista obtiene poder para avanzar con sus reformas más extremas o se dirige a un segundo bienio de languidecimiento.
El ministro de Economía anunció su intención de reemplazar el acuerdo en vigor por otro que acerque "plata nueva". Así, a los 45.000 millones de dólares que el FMI ya tiene enterrados en el país que más le debe, se sumarían, acaso, unos 10.000 millones más para reforzar las reservas del Banco Central, abrir el cepo y facilitar una reactivación económica que, por ahora, no se ve en ningún punto cardinal.
Javier Milei, en el puño delFMI
Depender de un modo tan rotundo de una única fuente de respaldo crediticio –a la que ya se le debe alrededor del 10% del PBI nacional– ilustra las limitaciones de la ultraderecha gobernante, cuya suerte se jugará en el terreno económico y no en su onírica "batalla cultural".
Todos los ítems del Caputazo muestran luces de alerta: la desinflación, el nivel de actividad, los ingresos populares, el tipo de cambio, las reservas y los controles cambiarios. Sobre todos ellos puso la lupa el FMI en su reciente staff report. Ese informe, que evaluó el Directorio para destrabar casi 800 millones de dólares destinados a refinanciar vencimientos, adquiere un cariz relevante por ser el último antes del inicio de la negociación de un nuevo entendimiento que traiga al país la "plata nueva" para desarmar el cepo que pide Caputo, quien, pese a sus promesas, hasta ahora falló en esa empresa. Allí comienza la encrucijada de Milei.
Por un lado, la temporada alta de la soja fracasó como factor principal para una acumulación de reservas suficiente para que abrir el cepo no sea una aventura loca. Segundo, en los próximos meses la desinflación enfrentará dificultades para perforar el nivel del 4 al 5% mensual. Tercero, ese objetivo basal de la mileinomía vino al mundo con un mal congénito: su anclaje en una reducción brutal del gasto público generó una recesión profunda, lo que no sólo lo hace políticamente inestable, sino que le serrucha el piso por el lado de la recaudación impositiva.
Los "peros" del FMI
El reporte de los técnicos del Fondo es una pieza sinuosa, hecha de concesiones retóricas y advertencias severas que pasan el mensaje de que cualquier financiamiento adicional significará, sí o sí, un cambio drástico del plan económico.
Edulcorado, comienza elogiando la "veloz implementación de un plan de estabilización (ajuste) basado en un ancla fiscal", que produjo "impresionantes compras de divisas por parte del Banco Central, meses consecutivos de superávit presupuestario por primera vez en décadas, marcada reducción de las brechas cambiarias y caída del riesgo soberano" a niveles no vistos en años y desinflación. "Sin embargo…".
"Sin embargo, el camino aún es desafiante y requiere mayores ajustes de políticas", dice el Fondo.
En este punto llega su receta, el pliego de condiciones para siquiera considerar nuevo financiamiento y la prueba de fuego que Milei deberá pasar: ¿se aferrará a sus dogmas o entregará muchas de sus banderas más sentidas para que su paso por la historia no sea apenas una nota a pie de página?
Como adelantó en su momento desPertar, el newsletter de Letra P, y detalló recientemente la periodista Eugenia Muzio, el FMI acepta la visión de "competencia de monedas" del Presidente, pero la interpreta de un modo totalmente opuesto al de la prometida "dolarización endógena". Para eso cita los casos de Perú y Uruguay, países que, si bien permiten que una serie de contratos se celebren en divisas duras, están lejos de haber abolido sus monedas –de hecho las fortalecieron y se valieron para eso de bancos centrales fortalecidos–. Tal vez Milei no vuelva a hablar de incendiar la autoridad monetaria o, enmascarado, a pegarle con furia a una maqueta de su edificio.
Los ingredientes de la receta del FMI
No sólo eso. Para llegar a ese modelo, diferente del que sueña el Presidente, prescribe tasas de interés reales positivas –al revés de las menores a la inflación establecidas por Caputo y Santiago Bausili –, un tipo de cambio libre y flexible, acumulación de reservas y eliminación de "las medidas más distorsivas, incluyendo el esquema (de liquidación) preferencial de exportaciones 80/20 (en el mercado oficial del dólar y el del contado con liquidación) y el impuesto PAIS" del 17,5% para importar y realizar todo tipo de pagos en el exterior.
Es más, sostiene que el blend para el complejo exportador terminará a fin de este mes y que ese gravamen, que eleva artificialmente el tipo de cambio, desaparecerá a fin de año. Caputo ya entró en cortocircuito con aquellos a quienes les vuelve a pedir dinero y ratificó sus políticas.
Lo mismo hizo con otro aspecto atacado por los técnicos del Fondo: la actualización del dólar oficial al 2% mensual –crawling peg–, muy por debajo de la inflación actual y esperable en los próximos meses, otra ancla clave para los precios.
El staff report ha merecido análisis diversos. Para algunos, aplaude la mileinomía y asegura que, si bien "el tipo de cambio real se ha apreciado alrededor de 40% desde la gran devaluación de mediados de diciembre, ha alcanzado un nivel de equilibrio de mediano plazo después de considerar el impacto de los impuestos relacionados con las importaciones".
Esto es crucial: ¿los técnicos ven atraso o un tipo de cambio de equilibrio?
El eterno drama del dólar
De inmediato, el texto alude a "incertidumbres". Si a esto se suman las advertencias de que ese "tipo de cambio de equilibrio de mediano plazo" se logra gracias al impuesto PAIS, que este debe cesar, que la salida del cepo debe dar lugar a una política cambiaria "flexible" y que el nivel de reservas aún es "inadecuado" y no crecerá en lo sucesivo, la conclusión es clara: el FMI aceptaría prestarle más dinero a la Argentina, pero no para que se fugara por la misma canaleta por la que lo dejaron escurrir en 2018 Macri y… Caputo. El tipo de cambio deberá ser más alto.
Esto centra el drama de Milei y su proyecto político. Iniciar esta negociación delicada a partir de ahora supondría, con suerte, terminarla hacia fin de año, aplicarla a inicios del próximo y sufrir los efectos de una eventual devaluación –más remarcaciones y rebrote de la inflación, vuelta de tuerca sobre la recesión y nueva caída de los salarios y el empleo– en el transcurso de la campaña electoral.
A propósito, ¿será esa gestión, como dicen fuentes no necesariamente desinteresadas del propio Gobierno, la última batalla de Caputo antes del desembarco de Federico Sturzenegger en el gabinete, una vez obtenida la triple corona del superávit fiscal, la pírrica y relativa desinflación y, se espera, el levantamiento del cepo?
El FMI, entre Joe Biden, Donald Trump y el resto del mundo
El Fondo se pone duro porque no le sobran ganas de poner más dinero en una Argentina que no da ninguna garantía de pagarle lo que ya le debe. Esa eventual insolvencia se expresa en niveles de riesgo país que volvieron a empinarse al final de la semana, demostrando que la excusas de Milei, que había atribuido su agravamiento a las demoras del proyecto ómnibus XXS, no eran ciertas. Los agentes que mueven el mercado argentino de deuda y de las principales acciones de compañías privadas desde Wall Street entienden cuál fue el mensaje del FMI.
En el organismo, como se sabe, nada se hace sin el aval de Estados Unidos, pero no alcanza sólo con este.
Joe Biden está hoy más preocupado por derrotar en noviembre a Donald Trump que por auxiliar a ese argentino extraño que, encima, no sabe si lo admira o lo detesta.
Milei apuesta al triunfo del republicano, probable, pero no seguro, pero, mientras eso se define, haría bien en dejar de irritar a medio mundo.
Si Estados Unidos cuenta con el 16,5% de los votos en el Directorio del FMI, China detenta el 6,08%, Brasil el 2,22%, México el 1,8%, España el 1,92% y Alemania, uno de los países de Europa que han hecho causa común con Pedro Sánchez en la absurda pelea del momento, 5,31%.
También pesan países árabes que hicieron saber de su enojo por el destrato que Milei le propinó al representante diplomático de Palestina y a otros 18 embajadores: Arabia Saudita tiene el 2,01% de los sufragios, Emiratos Árabes Unidos el 0,49%, Egipto el 0,43% y Kuwait, el 0,41%, entre varios más.
Japón, otro grande –6,14% de los votos–, no es precisamente afín a la idea de seguir soportando a la incorregible Argentina y muchos otros socios están en la misma sintonía.
La ultraderecha que supimos conseguir enfrenta un momento de definiciones más delicado que el que se percibe a simple vista.
CON INFORMACION DE LETRA P.