Sociología y Política
Estas dos ciencias nunca se llevaron bien. Cada una por su lado fueron y son provechosas; ahora, cuando por medio de una se procura entender o explicar a la otra, se hace un enchastre o algo peor. Como dicen los españoles: mala fariña.
Ciertamente si se tratara de una novela histórica o de algo más académico vale la concurrencia de anécdotas individuales, incluso de un análisis más profundo de la personalidad a conocer, pero jamás explicar los hechos por defectos o virtudes personales, y menos en democracia, cuando hay miles de factores que actúan en el acontecer cotidiano. A mi ver y entender, se puede aplicar la fórmula, aún, a los dictadores más bestiales, que se han comportado con absoluta impunidad con los gobernados. Dicho esto, no puede centrarse en la locura o brillantez individual las derrotas o los éxitos políticos. Explicar al Imperio Romano por los disparates de Nerón, Tiberio, Claudio o Heliogábalo, ahondando en sus miserias personales o traumas, que se deducen de historiadores puntillosos, es una labor equivocada rodeada de colores que ocultan la verdad y que nos deja, las más de las veces, sin entender nada. Podemos recorrer al infinito el arco de personalidades: Alejandro, Atila, María Antonieta, Stalin, Churchill y ainda mais, pero la personalidad solo debe ser entendida e incorporada en el marco de la ciencia política o de la historia siendo estas las que encuadran la idiosincrasia en los grandes acontecimientos.
Algunos de los disparates
Ya más cercano a nosotros hubo seudo historiadores que intentaron infructuosamente explicar la criminalidad del régimen nazi por ciertos problemas escatológicos, de orden sexual, de Adolf Hitler, o interpretar la simpatías por el nazismo y sus monumentales paradas militares asimilándolas a una exaltación del orden y la virilidad tan necesarias en espíritus feminoides. Hoy día para explicar inclinaciones intelectuales de izquierda se apela al resentimiento y la envidia como causales del apego al marxismo. El resentimiento de Eva Perón en su condición de hija extramatrimonial o de su marido por la ausencia de su padre que permaneció mucho tiempo en la Patagonia, fue otra recurrencia sobregirada. De Hipólito Yrigoyen ni hablar. El Peludo en la cueva no daba la cara para nada, de modo que el radicalismo pegaba y se escondía tan solo por la personalidad de su Jefe. Y así hasta llegar a hoy. Es mucho el daño que han ocasionado intelectuales como Erich Fromm o Wilhelm Reich con su mixtura entre Freud y Marx.
Hoy en día
La rueda del disparate sigue rodando y todo pasa por la locura, el mal carácter o las groserías del Presidente. Explicar al gobierno actual centrándolo en el “desequilibrio” mental de Milei es poco serio. Un grupo de periodistas de notable prestigio ya abruman con el mentado asunto del síndrome de Hubris que le atribuyen a Milei y se le enjareta Cristina. De modo que con esta estupidez se explica todo. Por ejemplo: ser amigos de Nicaragua, Cuba, Venezuela, Irán, de los delincuentes, del robo al Estado, del estatismo por parte del kirchnerismo, o ser amigos del capitalismo, de occidente, de la libertad de comercio por parte de Milei, no hace la diferencia; como tienen hubris, ce igual. La filosofía política de Tinguitela lo admite todo.
Con hubris o sin hubris las cosas son distintas. ¡Muy distintas!
Nadie ignora que Milei tiene un estilo y modales francamente desagradables, a niveles de grosería explícita. Modos que le han costado importantes dificultades en la política. Pero lo que debieran observar es que luego en silencio retrocede. Ejemplos: con los gobernadores, con el Papa, con la CGT o con las prepagas. En tal caso esto es lo importante. Pero lo que no se puede admitir es pasar por el tamiz del psicoanálisis la política de Milei. Esto es, que el “loco” se asocia a EE:UU. a Israel, a Occidente, al capitalismo, a la libertad, condena el feminismo y el aborto, prohíbe el lenguaje inclusivo, porque está chiflado.
En una palabra y como síntesis de lo hasta aquí escrito, resulta que desarmar veinte años de progresismo y de la cultura asociada a este modo de entender la vida es cosa de locos, puesto que la progresía cree que sus valores constituyen el sentido común del pueblo argentino. Al parecer se han equivocado especialmente la inteligencia citadina.
* Para www.infobae.com