¿Javier Milei le tuerce el brazo al FMI?
Si el mantenimiento del veto al aumento a los jubilados en la Cámara de Diputados significó una victoria política para Javier Milei, que expone posibles fragilidades a mediano plazo pero supone una victoria al fin, la decisión del Fondo Monetario Internacional (FMI) de separar del caso argentino nada menos que a su director para el Hemisferio Occidental, Rodrigo Valdés, significó un segundo e inédito éxito.
Lo ocurrido el miércoles en el Congreso le envió un haz de mensajes al mercado financiero: el ajuste está asegurado como centro de la política económica; la oposición sigue impotente; el fantasma de los dos tercios y el hipotético juicio político se desmorona; el Gobierno puede avanzar a fuerza de hechos consumados, decretos –al menos en algunos casos, como se verá–, vetos y bloqueos parlamentarios; la movilización popular puede controlarse por ahora en base a represión y, por si fuera poco, el oficialismo muestra haber aprendido el oficio de casta para comprar voluntades.
A esas novedades, la defenestración de Valdés sumó otra: pese a sus alabanzas permanentes a Donald Trump, Milei tiene una vía de acceso aceitada a la administración de Joe Biden, lo que podría encontrar una prolongación en caso de que Kamala Harris derrote al republicano en las elecciones del 5 de noviembre.
El Fondo acaba de abrir una puerta impensada a la negociación que desean Milei y Toto Caputo para renovar el acuerdo que está a punto de expirar y así obtener dinero fresco para abultar las reservas de Banco Central, apurar la salida del cepo y dotar al proyecto oficial de un horizonte más viable.
Conexiones en el FMI
El Presidente sonríe. Hacia fines de junio, su ataque a Valdés –a quien acusó de comunista, massista y conspirador– parecía una quijotada sin destino, también para el autor de estas líneas. Esa percepción se afirmó cuando las superiores de Valdés –Kristalina Georgieva y su número dos, Gita Gopinath– salieron a avalar al jerarca chileno.
Sin embargo, la vocera del FMI, Julie Kozack, dijo este jueves que "para apoyar mejor el compromiso constructivo en curso con las autoridades argentinas, el director del Hemisferio Occidental, Rodrigo Valdés, ha delegado completamente las negociaciones del programa en Luis Cubeddu, el subdirector del Departamento del Hemisferio Occidental, y en Ashvin Ahuja, el jefe de la misión de Argentina, cuyo trabajo es supervisado directamente por la administración del Fondo". Es decir, por Gopinath y, en última instancia, por Georgieva.
Algo cambió después de días de contactos políticos sigilosos en Washington.
Hubo esta misma semana un precedente de esa actitud: el pedido de la administración estadounidense para extender hasta el 6 de noviembre –un día después de los comicios presidenciales en EEUU– el plazo para emitir opinión respecto de si el fondo Burford puede cobrarse la multimillonaria deuda –ya cosa juzgada– por la estatización de YPF con acciones de la propia compañía.
¿Cuál será el alcance de la buena voluntad de Biden frente al FMI? O, más en concreto, ¿permite eso al Gobierno soñar con un nuevo acuerdo que involucre desembolsos netos y no solamente los imprescindibles para hacer frente a los vencimientos de la deuda tomada por Mauricio Macri y renegociada por Martín Guzmán y Alberto Fernández?
¿Es menos perentoria la necesidad de Milei de que Trump regrese a la Casa Blanca?
Una cuesta escarpada para Javier Milei
Milei cree que el camino hacia un nuevo acuerdo, fondos frescos y salida más veloz del cepo cambiario está allanado.
De que las conversaciones avancen sin ruido depende que se extienda la paz cambiaria y que algún día el país acceda a financiamiento voluntario para rollear los abultados vencimientos que le esperan el año que viene, nada menos que unos 12.000 millones de dólares realmente exigibles.
Eso será imposible mientras el riesgo país persista en los niveles actuales.
La calma de los tipos de cambio se está consiguiendo merced a un cepo que parece a punto de desarmarse y a una intervención muy fuerte del Gobierno, que está volcando al mercado paralelo los dólares que aportan las exportaciones y que no capitaliza el Banco Central.
Las reservas de la autoridad monetaria siguen en terreno fuertemente negativo, nada menos que por 5.250 millones de dólares, de acuerdo con la consultora 1816.
El blanqueo suma divisas, pero las necesidades son mayores.
Todo lo mencionado va contra la opinión del Fondo Monetario, no sólo del demonizado Valdés, sino del propio staff técnico, y de los ahora encargados de llevar la negociación con la Argentina, Gopinath y Georgieva incluidas.
Todos ellos creen que el ajuste está muy bien y se congratulan por las señales de gobernabilidad emitidas en los últimos días. Sin embargo, su impaciencia con el cepo crece, le reprochan a Caputo la política de ventear reservas para mantener pisados los tipos de cambio paralelos y creen que una unificación del mercado debería llevar a una nueva devaluación del peso que recupere la competitividad perdida en estos meses en que se usó la cotización como ancla contra la inflación. Claro que eso provocaría un nuevo fogonazo de los precios, se supone que temporario.
Esa opinión no es privativa del organismo, sino de otros factores de influencia en Wall Street.
Robin Brooks es economista senior de la influyente Brookings Institution. Anteriormente había sido economista jefe del Instituto de Finanzas Internacionales (IIF, la entidad que reúne a los principales bancos del mundo) y hombre de Goldman Sachs. Según señaló este jueves, "la definición de locura es hacer lo mismo una y otra vez, y esperar un resultado diferente. Eso es Argentina. Argentina devaluó su moneda en diciembre de 2023, pero luego volvió a atarla al dólar. La alta inflación ha hecho subir el tipo de cambio real (curva roja), así que Argentina está de nuevo donde empezó. Loco…".
Se sabe que la desinflación es la obsesión de Milei y Caputo, y que han supeditado a eso todos los demás objetivos de política económica. Para disgusto del FMI, cabe consignar, lo que hace que más allá de las señales que llegaron de Washington –la intervención del Tesoro, el inédito apartamiento de Valdés y la buena onda de la Casa Blanca– el camino al tipo de acuerdo que pretende el Gobierno no puede darse por descontado.
El nudo de la dolarización
A los puntos mencionados de desacuerdo entre el Gobierno y el Fondo hay que sumar una rispidez clave: la dolarización.
Hasta ahora, con la presencia del chileno, cada vez que Milei y el organismo han pronunciado esa palabra, el diálogo se hizo de sordos.
Lo que según el Presidente es un futuro de competencia de monedas en las que la divisa estadounidense terminará primando y generalizándose por elección –y necesidad de desahorrar, agreguemos– de la gente, para el FMI es la adopción de un modelo como los de Uruguay y Perú. En esos países rigen monedas nacionales, no el dólar, y su relación con este se limita al mercado inmobiliario y al libre flujo de capitales desde y hacia el exterior.
Ante todo lo mencionado, la alternativa, dice Julián Guarino en Ámbito Financiero, es que 2025 sea sólo un año de refinanciamiento de los vencimientos con el Fondo, sin un acuerdo nuevo, y que la pelota se patee hacia 2026.
¿Será así o Milei doblegará al FMI?
* Para www.letrap.com.ar