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El peronismo entra en zona de redefinición mientras el kirchnerismo se fragmenta

  • El kirchnerismo se fracturó y quedó reducido al núcleo duro encabezado por Cristina Kirchner y La Cámpora.
  • La relación entre el cristinismo y el kicillofismo atraviesa su peor momento desde la llegada de Kicillof a la Gobernación.
  • El Movimiento Derecho al Futuro aceleró la ruptura interna al alinear intendentes y sindicalistas detrás del gobernador.
  • Intendentes y dirigentes peronistas reclaman internas y el fin de Máximo Kirchner al frente del PJ Bonaerense.
  • El peronismo deberá definir para mediados del 2026 su proyecto y el rol de cada actor relevante hacia el próximo ciclo electoral.
  • La reconstrucción del espacio dependerá de si logra recomponerse en unidad o si consolida la fragmentación actual.

El quiebre dejó de ser un rumor para convertirse en una certeza asumida, aunque aún no explicitada en público: el kirchnerismo se rompió. Dirigentes del propio espacio reconocen, en voz baja, que el ciclo político iniciado por Néstor Kirchner a comienzos del milenio ya no existe como fuerza cohesionada. Lo que hoy sobrevive es una versión concentrada en la figura de Cristina Kirchner y en la estructura de La Cámpora, el núcleo duro que conduce Máximo Kirchner y que, en la mirada de referentes del PJ, encarna “la sangre pura” del cristinismo.

Una senadora peronista de larga trayectoria sintetizó esta metamorfosis sin rodeos: “¿Qué es el kirchnerismo hoy? Es La Cámpora por sobre todas las cosas”. No es solo una declaración ideológica; es también un diagnóstico sobre cómo quedó configurado el poder interno tras la inhabilitación, condena y posterior detención domiciliaria de la exvicepresidenta. A ese proceso se sumaron heridas recientes: la decisión de Axel Kicillof de no respaldar su ingreso al PJ Nacional, los cantos del camporismo contra el gobernador en el Club Atenas, el desdoblamiento electoral y una desconfianza profunda entre el cristinismo y el kicillofismo.

Desde el propio corazón camporista lo admiten con crudeza: “Adentro está todo roto”. La fractura ya no deriva solo de diferencias de estrategia o liderazgo, sino de identidades en conflicto. De un lado, Kicillof y los intendentes; del otro, Cristina y La Cámpora. “El kirchnerismo no existe más como unidad política”, resumió un dirigente de peso, que reconoce que lo que persiste es un dispositivo de contención construido durante el último año y medio: el PJ Nacional, La Cámpora y Primero la Patria, tres estructuras que sostienen al cristinismo duro y a quienes aún consideran a CFK una líder lúcida e irremplazable.

Esa arquitectura buscó equilibrar la irrupción del Movimiento Derecho al Futuro (MDF), el espacio que Kicillof impulsó para marcar autonomía y que logró alinear a unos cuarenta intendentes y sectores sindicales detrás de su figura. El surgimiento del MDF profundizó las tensiones y terminó de acelerar la división: intendentes con ADN peronista clásico, que habían atravesado el kirchnerismo por una cuestión generacional o estratégica, se alejaron definitivamente del universo K.

“Se odian. No se pueden ni ver”, confesó una dirigente bonaerense con años de militancia, convencida de que una PASO solo agravaría los antagonismos. Para ella —y para muchos otros— la única forma de recomposición real sería recuperar el poder. “El peronismo solo se ordena desde el poder”, repiten como mantra los dirigentes del interior, conscientes de que los reacomodamientos en el llano suelen terminar en guerras intestinas.

El desafío inmediato del peronismo, ya con el kirchnerismo fragmentado, es definir un proyecto político y electoral que pueda competir frente a Javier Milei. Pero antes, deberá responder una pregunta clave: ¿qué rol tendrán Cristina Kirchner, Axel Kicillof, Sergio Massa y los gobernadores en ese proceso? La dirigencia coincide en que, para mayo o junio del año próximo, la hoja de ruta debería estar definida, incluso antes de discutir nombres o candidaturas.

En ese escenario, el kicillofismo ya blanqueó su objetivo: quiere el fin de Máximo Kirchner al frente del PJ Bonaerense. Reclaman internas, participación y democracia partidaria, convencidos de que el cristinismo no podrá seguir administrando el sello como si nada hubiese cambiado. Máximo, por su parte, está dispuesto a competir. La pelea se activará una vez que pase el verano y la rosca bonaerense comience a girar con mayor velocidad.

Mientras tanto, la identidad original del kirchnerismo —la que amalgamó universidades, organismos de derechos humanos, organizaciones sociales y militancia política— parece un recuerdo lejano. Aquella convergencia que articulaba Provincia, gobernadores e interior detrás del liderazgo del matrimonio Kirchner dejó de existir. El tiempo pasó, las lealtades se desgastaron y el mapa interno se redibujó.

Hoy, el kirchnerismo ya no conduce el barco peronista, aunque conserva capacidad de influencia legislativa y territorial. Con la llegada de 2026, la discusión sobre el futuro del espacio se profundizará. El peronismo enfrenta un dilema que definirá su destino: reconstruirse unido o proyectarse fragmentado. Lo único seguro es que el ciclo que marcó las últimas dos décadas ya quedó atrás.