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No pasa solo en Rafaela: Le hicieron un llamado falso, le dijeron que tenía coronavirus y desataron una “caza de brujas”

Tomás Duarte tuvo fiebre y llamó a la emergencia. Le hicieron el test en la vereda, frente a sus vecinos. Después recibió un llamado con la confirmación: había dado positivo. Su imagen con un cartel de “cuidado” se multiplicó por Rosario y recibió miles de insultos y amenazas

CIUDADANOS 02/04/2020 Ramiro FORTIS
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El sábado 21 de marzo, un día después del inicio de la “cuarentena total”, Tomás empezó a sentirse mal. Tenía 38 y medio de fiebre y como la fiebre es un síntoma de coronavirus llamó a su prepaga. Le dijeron que tomara paracetamol pero la fiebre no bajó.

Hizo un esfuerzo por calmarse pero fue difícil en medio de la paranoia colectiva. Al día siguiente, todavía con síntomas, ya no llamó a la prepaga sino al Sistema Integrado de Emergencias Sanitarias (SIES), un servicio prestado por la Municipalidad y la provincia de Santa Fe. Le dijeron que iban a ir a su casa a hacerle el hisopado y de la ambulancia bajó una médica enfundada en un traje blanco y con la cabeza cubierta con una especie de casco.

“Me pidieron que saliera a la vereda y me hicieron el hisopado en la puerta. El problema es que yo vivo en una avenida y al lado de una farmacia”. Todas las personas que estaban haciendo la fila en la puerta de la farmacia para mantener la “distancia social” vieron la escena, cuenta Tomás Duarte, de 26 años, desde su casa en el barrio Empalme Graneros, al noroeste de la ciudad de Rosario.


Tomás vive con su papá pero decidió aislarse en su propia casa para protegerlo en caso de que diera positivo. Al día siguiente el celular sonó y Tomás miró la pantalla: número desconocido. Como estaba esperando el resultado, atendió igual. “Me preguntaron si yo era Tomás Duarte y me dijeron que llamaban para informarme que el test había dado positivo para coronavirus y que tenía que quedarme aislado y llamar a todas las personas con las que había estado para ver si tenían síntomas”.

Tomás se asustó y se largó a llorar. “Media hora después, cuando volví a agarrar el teléfono para avisarle a mis viejos que tenía coronavirus, veo que me empiezan a llegar notificaciones, una tras otra”. Tomás no entendió qué estaba pasando pero los mensajes tenían algo en común: “Todos eran insultos y amenazas. Decían que me iban a prender fuego la casa, que era un hijo de puta porque había vuelto de Miami y no me había importado contagiar a todo el barrio, que era un forro por no haber pensado que los demás también tenían familia e hijos”.

Venían de cuatro redes sociales a la vez: el Facebook y el Instagram de él y las dos mismas redes pero del local gastronómico familiar, que es muy conocido en el barrio. En ese caso, lo acusaban: “Yo te compré, hijo de puta, comió toda mi familia”. Recién después se enteró de que, cuando el teléfono sonó, su foto con su dirección y un cartel que decía “Dio positivo en coronavirus” ya estaba circulando sin control, con miles y miles de compartidos.
Toda la información vieja que había en sus redes se le volvió en contra. Tomás había viajado a Estados Unidos pero en octubre de 2019. Igual, en la desesperación, subió un estado a sus redes en donde aclaró que no acababa de volver de viaje pero que igual estaba completamente aislado porque el test le había dado positivo.

La angustia lo desbordó. “Cerré las redes y me tiré en la cama a llorar. Era peor la carga que sentía por toda esa estigmatización que los síntomas. Mis viejos no paraban de llorar, no sabíamos si íbamos a tener que cerrar el negocio, con toda la gente que se iba a quedar sin trabajo", sigue. "Me escribía todo el mundo. No sé de dónde sacaron mi teléfono pero mis clientes me decían que si era negativo les mostrara un certificado porque los había expuesto a todos. Me estaba por explotar la cabeza”.

Mientras tanto, Tomás pensaba a quién tenía que advertirle que había dado positivo porque, antes de la obligación del distanciamiento social, había estado en el club y en un cumpleaños.


La persona que había activado la bomba se había tomado el trabajo de revisar sus redes y de buscar una foto de él de 2018. “Abajo ponían. Dio positivo, tengan cuidado. Como si yo fuese un monstruo”, cuenta. Una prima, además, le reenvió un audio en el que alguien explicaba que eran una familia de plata y que por eso su nombre no estaba en el reporte del día: tenían el poder y los contactos para pedir que ocultaran su caso.

Era una evidente teoría conspirativa, porque los reportes diarios muestran números de contagiados y fallecidos pero no sus nombres: “Fue una caza de brujas”, define Tomás.

Fue así el martes del llamado, todo el miércoles, todo el jueves. El viernes, ya con todas sus redes sociales cerradas, Tomás llamó al Centro de Especialidades Médicas Ambulatorias de Rosario (CEMAR) para preguntar si tenía que seguir tomando paracetamol. Con tanta gente llamando, tardó dos horas en que lo atendieran.
“Cuando me atienden se ponen a buscar. Hasta que me dicen: ‘Pero Duarte, tu resultado está en laboratorio, todavía no tenemos el resultado, nosotros no te llamamos’. El llamado en el que le informaban que había dado positivo era falso. El resultado había dado negativo. Lo que Tomás tenía era anginas. Ese mismo día, cuando se tranquilizó, salieron las placas blancas. La fiebre no había bajado y nunca se había sentido mejor porque no había tomado antibióticos.

Para ese entonces, ya había al menos 24 audios dando vueltas. Aseguraban que él estaba internado, también su papá, que tiene 60 años. Hasta sus tíos, recibieron mensajes de gente en pánico que había ido a comprar a su negocio. La foto en la que llaman a tener cuidado con él se compartió 4.700 veces en un solo perfil de Facebook. A eso hay que agregar todos los que la vieron y no la compartieron, y todo lo que circuló por whatsapp en privado. Hubo alguien que le contestó a Tomás: “Me llegó tu foto y la tengo que subir para cuidar a los demás, entendeme”. Claro, pensó él, “¿y a mí quién me entiende?”.


“Me aislé, me estaba volviendo loco. Me parece muy grave. Le llega a pasar a alguien que tiene depresión y puede hacer cualquier cosa. Te pueden echar del trabajo, no sé, las consecuencias de un escrache pueden ser gravísimas”.

Tomás contó en sus redes lo que había pasado y recibió muchísimos mensajes de personas que habían dado positivo y estaban sufriendo hostigamiento. Por eso decidió salir a contar su historia: “Es una locura salir a escrachar. Vi más gente ocupada en pasar mi foto que en ver si yo estaba bien, por morirme o si necesitaba algo. Ahora se viene el pico de casos positivos, esto no puede pasar más, no se puede estigmatizar así. Si siguen cometiendo estos actos de discriminación la gente no se va a animar a hacerse el test”.

 

“No les va a salir gratis”

Tomás guardó todo lo que le había llegado, hizo capturas de quienes habían compartido el escrache, conservó los audios y el número de teléfono desde donde le hicieron la llamada. Cuando logren identificar a la persona que la hizo van a denunciarla por el delito de calumnias e injurias.

“Una cosa es denunciar a una persona que está incumpliendo la cuarentena obligatoria y afectando la Salud Pública. Esto es otra cosa: un escrache es una ofensa al honor, a la privacidad y a la intimidad. Estas agresiones, te haya dado positivo o negativo el test, también pueden configurar una conducta delictiva”, explica el abogado de Tomás, Gastón De Baere.


También puede caber la figura de “instigación al delito”, porque hay mensajes que dicen “te vamos a prender fuego la casa”, explica. “Pero además, va en contra de la estrategia del gobierno para combatir el virus. Si la gente empieza a tener síntomas y no se anima a llamar para que le hagan el test por miedo a que los vecinos lo vean y termine en escrache ponen en riesgo a esa persona y a toda la comunidad”. Si la persona que tiene síntomas está infectada, no se anima a llamar y termina yendo a una guardia, puede contagiar en el camino a otros.

Juan Bautista Mahiques, titular del Ministerio Público Fiscal de la Ciudad, ya se involucró en el tema. Fue cuando se puso en contacto con Marisol San Román, una joven de 25 años con coronavirus que recibió cientos de insultos en sus redes. “El que amenace, escrache, hostigue o discrmine a otro va a tener que enfrentarse a un proceso judicial", dice Mahiques a Infobae. "Si alguien lo está sufriendo, que por favor lo denuncie así podemos investigar. En la Ciudad tenemos una fiscalía especializada en cibercrimen con todas las herramientas: el que lo haga no va a poder esconderse en el anonimato de las redes, lo vamos a encontrar. Piénsenselo dos veces antes de hacerlo”.

Fuente: Infobae

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