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Irán admite que el incendio de Natanz va a retrasar varios meses sus planes nucleares

La Guardia Revolucionaria anuncia que dispone de silos subterráneos para misiles a lo largo de la costa del golfo Pérsico

INTERNACIONALES 06/07/2020 Ángeles ESPINOSA
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Irán ha reconocido finalmente que el incendio del pasado jueves en el complejo de enriquecimiento de uranio de Natanz ha causado daños importantes y va a retrasar sus planes nucleares varios meses. Los responsables iraníes no han identificado aún la causa del fuego, pero aumentan las sospechas de sabotaje. Teherán ha enrarecido además el ambiente con el anuncio de que dispone de una red de silos subterráneos para misiles a lo largo de la costa del golfo Pérsico.


“A medio plazo, es posible que este incidente ralentice el desarrollo y la producción de las centrifugadoras avanzadas”, admitió el portavoz de la Organización de la Energía Atómica de Irán, Behruz Kamalvandi, a la agencia estatal de noticias IRNA, el domingo por la noche. El portavoz estimó en “varios meses” el posible retraso en sus planes. “El fuego no causó heridos, pero sí importantes daños materiales”, dijo. Es un importante giro respecto a la versión oficial que hasta el pasado viernes minimizaba el alcance del fuego.

Kamalvandi confirmó que el recinto dañado estaba diseñado para las últimas fases y el montaje de las centrifugadoras, los aparatos utilizados para enriquecer uranio y lograr el combustible que sirve tanto para las centrales nucleares como para las armas atómicas. “Había equipos avanzados e instrumentos de precisión que resultaron destruidos o dañados”, explicó antes de asegurar que “Irán va a remplazar el edificio con uno mayor y con equipo más moderno”.

La instalación de centrifugadoras avanzadas es un paso crucial para el avance de sus ambiciones atómicas. Aunque Irán siempre ha defendido su objetivo civil, la falta de transparencia y el descubrimiento de algunos puntos oscuros llevaron a sospechar de un proyecto militar clandestino y le granjearon importantes sanciones internacionales. Con el objetivo de librarse de estas, aceptó límites a su programa y firmó el acuerdo nuclear de 2015. Pero empezó a reducir sus compromisos a raíz de que Estados Unidos abandonara unilateralmente el pacto y le reimpusiera sanciones hace dos años.

Desde entonces, Teherán y Washington se hallan inmersas en un pulso geoestratégico que ha estado a punto de desembocar en conflicto abierto en varias ocasiones. El pasado enero, un dron estadounidense mató a un prominente general iraní en Bagdad (Irak) y medio año antes, el presidente norteamericano, Donald Trump, llegó a aprobar un bombardeo contra la Guardia Revolucionaria, en represalia por el derribo de un aparato de reconocimiento, pero lo canceló en el último momento. Ambos casos han estado precedidos de ataques a intereses de EE UU o sus aliados tras los que estos han visto la mano de Irán.

Ese contexto y el que el incendio de Natanz no haya sido un hecho aislado dan credibilidad a la posibilidad de un sabotaje. Apenas seis días antes, hubo una explosión en el centro de desarrollo de misiles balísticos de Khojir, a las afueras de Teherán, que las autoridades atribuyeron a unos depósitos de gas. Y desde el jueves ha habido otras dos en sendas centrales eléctricas y una fuga de cloro en una planta química. Como decenas de otros sucesos similares en los últimos meses, las autoridades los han catalogado de accidentes. El intento por encubrir el derribo de un avión de pasajeros el pasado enero no ayuda a que los iraníes crean la versión oficial.

El diario The New York Times cita a “un funcionario de inteligencia de Oriente Próximo con conocimiento del asunto” que responsabiliza a Israel y asegura que en el ataque de Natanz se utilizó una potente bomba. No sería la primera vez, pero como es habitual, sus dirigentes ni lo confirman ni lo desmienten. Si lo sucedido en ese complejo nuclear ha sido realmente un sabotaje, va a agravarse la sicosis de vulnerabilidad que ya tiene el régimen iraní arrinconado por las sanciones y con crecientes dificultades económicas. También es previsible que Teherán acelere sus planes para ocultar bajo tierra sus instalaciones más delicadas.

En ese contexto resulta significativo que justo ahora el jefe de la Marina de la Guardia Revolucionaria haya revelado la existencia de “ciudades de misiles” subterráneas a lo largo de la costa del golfo Pérsico. Su advertencia de “una pesadilla para los enemigos de Irán” sólo puede tener como destinatarios a sus vecinos árabes. Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos secundaron la semana pasada el llamamiento de Estados Unidos para que el Consejo de Seguridad de la ONU extienda la prohibición de que Teherán importe o exporte armas convencionales que vence el próximo octubre.

Fuente: El País

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