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El mito de quienes no estudian ni trabajan: la realidad de mujeres a cargo de tareas de cuidado

MIRADAS Lucía Martínez*
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Muchas veces se los presenta como jóvenes que “no hacen nada”. Sin embargo, un porcentaje importante de esta población realiza trabajos no remunerados al cuidar a niños, niñas o adultos u ocuparse de las tareas domésticas del hogar.
Los malos diagnósticos de quienes están en esta situación pueden llevar a malas decisiones de políticas públicas.
Especialistas recomiendan aumentar los esfuerzos para mantener a los y las jóvenes en el secundario; y una mayor oferta de servicios de educación y cuidado por parte de los Estados, como la extensión de la jornada escolar y la ampliación de la oferta educativa y de cuidado para los más chicos.
Las estadísticas oficiales reflejan que el 16,7% de las y los jóvenes de 16 a 24 años no estudian, no trabajan ni buscan empleo. Esto muchas veces genera la imagen de jóvenes que “no hacen nada”, y se escucha muchas veces la frase “hay más de un millón de jóvenes que no estudian ni trabajan”.

Sin embargo, la realidad es más compleja. Las personas generalmente incluidas dentro del paraguas de los “ni-nis” son principalmente mujeres jóvenes que realizan tareas de cuidado del hogar, de niños y niñas o de adultos mayores.

La etiqueta “ni-nis” se suele usar de manera despectiva, señalando a jóvenes que no quieren estudiar ni trabajar. Pero además de los problemas que trae aparejada la discriminación, un diagnóstico equivocado de la situación puede llevar a errores en el diseño de políticas públicas destinadas a esta población.

Ellas cuidan
Un estudio del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) publicado en 2017 identificó que el 70% de los y las jóvenes de entre 15 y 29 años que no estudian ni trabajan realizan actividades de cuidado de niñas, niños y adolescentes o de adultos mayores. De ese universo, el 95% son mujeres.

“Las responsabilidades de cuidado se constituyen en barreras infranqueables para el acceso a ámbitos de desarrollo de capacidades humanas, como el mercado laboral y la educación. La familiarización del cuidado, y su feminización al interior de las familias, compromete el ejercicio pleno de derechos de las mujeres”, indica el informe realizado por Gimena de León. La especialista advierte también que esto afecta principalmente a las jóvenes de menores recursos, que no pueden acceder a servicios de cuidado pagos.

Por su parte, una investigación del Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (Cedlas) de la Universidad Nacional de La Plata sobre las y los jóvenes de América Latina advierte sobre las deficiencias del concepto “ni-ni”. Allí, el investigador Leopoldo Tornarolli señala que la mayoría de los países define “trabajo” como las actividades realizadas a cambio de una retribución en el mercado, por lo que deja bajo el paraguas de la inactividad “a aquellas personas que se dedican con exclusividad a las (necesarias) tareas domésticas o del hogar”.

De acuerdo con su análisis, la participación de las y los jóvenes de entre 15 y 24 años en las tareas del hogar llega al 44,5%, y es más alta entre quienes no estudian ni trabajan (58%). En línea con el estudio del Cippec, esta investigación destaca que en la Argentina “la participación en los quehaceres del hogar es muy elevada entre las mujeres ni-nis (76,3%)”.

La educación secundaria en deuda
En la Argentina, la trayectoria educativa de los chicos y las chicas se ve interrumpida mayoritariamente en el nivel secundario. “Entre los 12 y los 14 años tenemos al 95% de los adolescentes en la escuela. Entre los 15 y los 17 años este valor baja al 92%, y a su vez muchos de estos jóvenes están cursando con rezago escolar. Solo 2 de cada 3 adolescentes de 15 a 17 años está asistiendo al ciclo orientado de la educación secundaria (que es lo que corresponde formalmente a su edad) ”, explicó a Chequeado Ornella Lotito, oficial del área de Educación de UNICEF Argentina.

La experta consideró que hay factores escolares -como no ver a la escuela como algo necesario- y algunos factores extraescolares -como las necesidades económicas o las tareas de cuidado-.

Desde la perspectiva de la oferta educativa, Lotito consideró a este medio que “el modelo pedagógico existente no brinda respuestas adecuadas a las necesidades de los y las adolescentes”. El 30% de quienes abandonan la escuela entre los 15 y los 17 años señalan que no la consideran necesaria ni relevante para sus vidas, según los datos de la Encuesta Nacional de Niños, Niñas y Adolescentes (2019-2020).

Además, la experta advirtió que, si bien se han impulsado distintas medidas en los últimos 10 años, “hoy es necesario acelerar los esfuerzos para que todos los adolescentes accedan, “transiten, completen el nivel y aprendan los conocimientos y habilidades clave que requieren para desarrollarse en su presente y su futuro”.

Por otro lado, en la última Encuesta Rápida sobre la situación de la niñez y la adolescencia realizada por UNICEF Argentina, 1 de cada 4 adolescentes afirmó haber realizado actividades para ganar dinero, ayudado a un familiar o amigo en su negocio o trabajo, realizado alguna changa o fabricado algo para vender. Este es un indicador que viene en aumento desde la primera ronda de esta encuesta en octubre de 2020. Además, un 44% realiza actividades de cuidado de niñas y niños o personas mayores que conviven en el hogar.

Si bien la mayor parte de estos chicos y chicas de menos de 18 años todavía mantenía la escolaridad, esta situación se identifica como una alarma y un factor a atender por parte de las autoridades educativas. Es que se sabe que la incorporación temprana al trabajo puede generar mayor inasistencia a clases y dificultar el aprendizaje. Los datos de la encuesta muestran que la asistencia a la escuela cae entre quienes trabajan.

Qué políticas públicas serían efectivas para esta población
En diálogo con Chequeado, Gisela Dohm, investigadora senior del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), señaló que “el peso que tiene en las mujeres pobres el cuidado de sus propios hijos y de sus hermanos es mayor que en las familias con más recursos” que pueden pagar por servicios de cuidado.

Por ello, la especialista destacó: “Que haya servicios públicos y gratuitos de cuidado es un diferencial significativo” para la inserción educativa y laboral de las mujeres, además de los efectos sobre el desarrollo infantil al asegurar un cuidado de calidad.

Y, además, Dohm dimensionó: “Las mujeres de sectores socioeconómicos desfavorecidos dedican al cuidado el equivalente a una jornada completa de trabajo, aunque lo hacen de manera no remunerada. Esto es una inversión enorme en nuestro sistema social”.

La Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género que depende del Ministerio de Economía de la Nación estimó que el aporte del trabajo doméstico y de cuidados no remunerado al Producto Bruto Interno es del 15,9%, cuando sectores como la Industria y el Comercio son responsables por el 15,7% y el 15,5%, respectivamente.

Dohm agregó que no haber terminado la educación formal y una baja inserción en el mercado de trabajo durante la juventud representa una “restricción temprana de oportunidades” para estas mujeres. Además, añadió que “con trayectorias laborales inestables y baja calidad en el empleo, ellas tienen pocas chances de tener una jubilación de calidad”.

Ante este panorama, la especialista recomienda que las políticas públicas que tomen los Estados (nacional, provincial y municipal) se ajusten a los tiempos que demanda el trabajo productivo, por lo que se podría extender la jornada escolar y la oferta educativa pública y de cuidados para las niñas y niños más chicos.

“Lo mismo se puede pensar para atender a personas con discapacidad o personas mayores. Lo importante es que las familias no sean las únicas que brindan cuidados”, concluyó.

Por su parte, Carolina Aulicino, oficial del área de Políticas Sociales de UNICEF Argentina indicó: “Avanzar hacia un sistema integral de cuidados -que asegure a todas las familias tiempo, dinero y servicios de calidad para cuidar- resulta clave también para asegurar que las y los adolescentes no deban asumir la responsabilidad por estas tareas que suponen, además, un costo de oportunidad para la realización de actividades educativas, lúdicas y de ocio”.

La frase que tantas veces se repite sobre los cientos de miles de “ni-nis”, jóvenes que no estudian ni trabajan, suele evocar la idea de chicos que no hacen nada. Sin embargo, la evidencia muestra una realidad muy distinta: una mayoría de mujeres jóvenes que se dedica a las tareas de cuidado que las familias necesitan y por eso no participan del sistema educativo ni laboral.

Esta nota es parte del proyecto Qué dicen de mí: mitos y realidades de las y los jóvenes en la Argentina que hicimos junto a UNICEF Argentina.

*Para Chequeado

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