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Milei y el gran problema de gobernar con "hiperminoría": ¿alcanza su método agresivo para marcar terreno?

POLÍTICA 07/01/2024 Lucas Romero*
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El asunto se veía venir a la distancia. Todo el tiempo, supimos que si Milei ganaba la elección finalmente tendría que enfrentar la insólita situación de tener que resolver la profunda crisis económica en condiciones políticas de hiperminoría. Y a medida que veíamos acercarse esa realidad, nos preguntábamos lo mismo: ¿Cómo va a hacer para gobernar?

Los regímenes presidencialistas no tienen la ventaja de los regímenes parlamentarios que, en su modelo de Westminster, producen una fusión del poder ejecutivo con el poder legislativo, ya que la cabeza del Gobierno surge del voto de una mayoría en el parlamento. En los regímenes presidencialistas tenemos la posibilidad de tener gobiernos divididos, es decir cuando el titular del poder ejecutivo no controla el poder legislativo.

Pero esta versión que produjo el triunfo de Javier Milei es una versión muy especial de gobierno dividido, ya que no solo no controla el poder legislativo, sino que posee menos del 15% de Diputados y menos del 10% del Senado. Se trata del gobierno más débil -legislativamente hablando- desde 1983. Un verdadero gobierno de hiperminoría.

¿Formar una coalición o gobernar solo?: Milei ya decidió

Por todo ello, la intriga central al inicio de este ciclo era la de saber cómo iba a gobernar Javier Milei. Una opción era buscar una solución coalicional, es decir, que intente conformar una coalición más amplia. Pero esta solución no fue la que Milei buscó para resolver el asunto. El flamante presidente se inclinó por una solución mucho más ambiciosa y mucho más arriesgada en términos de sus resultados: la de reclamar que se lo deje gobernar solo.

Este reclamo de poseer la centralidad en el proceso de toma de decisiones está reflejado en dos actitudes que tomó el gobierno de Milei y que demuestran esa pretensión de no discutir con nadie las decisiones que pretende tomar para solucionar la crisis económica.

En primer lugar, en la decisión de mandar un DNU con una multiplicidad muy variada de temas todos amontonados en un mismo cuerpo normativo, siendo este instrumento uno que el Congreso solo puede aprobar o rechazar todo junto. Esa estrategia de todo o nada se parece bastante al desafío que le planteaba el propio Sergio Massa a Milei en el debate presidencial, cuando lo conminaba a responder por sí o por no. Como si Milei le estuviera diciendo al Congreso -y a la política-, por sí o por no apruébenme estas decisiones, o háganse cargo frente a la sociedad de rechazármelas.

En segundo lugar, en la actitud con la que Milei pretende tramitar el segundo paquete de decisiones que desea tomar, las que están incluidas en la denominada Ley ómnibus. Con esta ley, Milei también pretende aprobar todo su contenido sin modificarlo ni discutirlo, y apura la decisión esperando lograr el apoyo de los Gobernadores "extorsionándolos" con el envío o no de la ley que repone el impuesto a las Ganancias. Una estrategia de negociación agresiva: si me aprueban todo, les envío el proyecto para recuperar parte de la recaudación perdida por la eliminación de aquel impuesto, sino no.

En definitiva, con este reclamo de centralizar del proceso de toma de decisiones, Milei pretender subvertir el principio de la mayoría como mecanismo de toma de decisiones. Si el Congreso no puede discutir y solo le queda avalar lo que un Ejecutivo en condiciones de hiperminoría reclama, entonces estamos subvirtiendo el principio de la mayoría, que no es otra cosa que el mecanismo que gobierna a todas las democracias modernas.

El resultado del balotaje y la crisis: los argumentos de Milei

Para reclamar esa centralización del proceso de toma de decisiones, Milei apela a dos fuentes de legitimidad y a una condición del contexto. Las dos fuentes de legitimidad son: 1) la de origen, es decir el triunfo en el balotaje por una mayoría holgada (55,7%), y 2) la excepcionalidad de la situación económica, es decir una crisis que reclama tomar decisiones urgentes. La condición del contexto que lo favorece es la deslegitimación de los actores de la hoy oposición -políticos todos ellos-, y de un Estado ineficiente para resistir un proceso de desregulación como el que propone el presidente.

Pero, apelar a esas dos fuentes de legitimidad parecen argumentos discutibles. En primer lugar, la mayoría obtenida en el balotaje para resolver la titularidad del Poder Ejecutivo, no fue una mayoría en la elección general, donde las ofertas electorales se ofrecen completas al electorado. En la primera vuelta Milei obtuvo apenas un 30% de los votos, con lo que es discutible que una mayoría eligió a Milei para resolver la crisis. En todo caso, lo que ocurrió es que entre Massa y Milei una mayoría del 55,7% optó por el segundo. La legitimidad que otorgan las segundas vueltas es acotada para reclamar centralidad en el proceso de toma de decisión.

En segundo lugar, apelar a la crisis económica como justificativo para reclamar la centralización de las decisiones también es discutible. Nadie niega que la crisis es importante, pero se vuelve un criterio subjetivo. ¿Cuánta crisis económica debe haber para subvertir el principio de la mayoría y transformar la división de poderes en un estorbo para la resolución de los problemas? ¿Puede Milei pretender cambiar todo un régimen económico y de organización de las funciones del Estado solo, sin discutir una coma con el resto de los actores políticos con legítima representación en el sistema?

Por todo ello, si este fuera el método que eligió Milei para resolver el problema de cómo gobernar, parece un mal método o por lo menos un método que carece de justificación. Pero si fuera una estrategia mediante la cual se intenta avanzar desde una condición de hiperminoría, podría ser una estrategia agresiva pero algo inteligente. Sobre todo porque ha logrado poner sobre la mesa su pretensión de cambio. Posiblemente frente a la opinión pública, estos paquetes de decisiones dejen la interpretación de que hay un presidente que está atendiendo la demanda de cambio profunda que surge de la sociedad.

Su aparente intransigencia al inicio de ciclo, también podría ser inteligente para maximizar el escaso poder de negociación que tiene frente al resto de los actores. Su pretensión maximalista puede ser entendible si ocurre al inicio de su ciclo, pero sobre todo, si luego cede hacia el terreno de la negociación. Si eso ocurre, esa pretensión maximalista le podría haber permitido ganar un terreno a la hora de lograr decisiones que de otra forma, quizá con una modalidad más dialoguista, nunca podría haber logrado.

Presionado por el mercado, el Gobierno trabaja contrarreloj

Pero adoptar esta estrategia maximalista e intransigente al comienzo tiene su debilidad: el tiempo le juega en contra. Milei necesita enviar señales rápidas hacia múltiples destinatarios de que está controlando la situación. No solo a los mercados, que están atentos a la viabilidad política de lo que Milei está haciendo, sino a la gente que está esperando resultados rápidos para una situación económica que apremia. Por ello, Milei no tiene mucho tiempo para negociar, con lo que si no consigue imponer las decisiones (cosa que parece lo más probable) deberá pasar rápidamente a una instancia de negociación para avanzar rápido con algunas decisiones.

La propuesta (o amenaza) de doblegar la apuesta e insistir con otro DNU podría ser muy peligrosa. Porque por más que Milei lo pretenda, será muy difícil que el resto de los actores políticos le permitan ejercer ese ultra presidencialismo que el presidente reclama desde una condición de hiperminoría.

En definitiva, y estructuralmente hablando, Milei no tiene mayorías para tomar decisiones y tiene que resolver una crisis económica muy profunda. Por ello, está reclamando poderes extraordinarios aduciendo que está frente a una situación extraordinaria. Ahora bien, una cosa es negociarlos (acuerdo político), otra cosa es exigirlos (por sí o por no), sobre todo porque la forma mediante la cual quiere resolver la crisis económica, no reúne amplios consensos. Y la mayoría en un balotaje, no da legitimidad para actuar solo. Esta es la encrucijada en la que está el actual proceso político.

 

* Para www.iprofesional.com

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