Viaje al "pozo inmundo" que profundizó Javier Milei: el lado oscuro de la fiesta financiera
OPINIÓN Marcelo Falak*El desplome de los tipos de cambio paralelos y la recuperación de los títulos de la deuda pública –directamente proporcional a la reducción de 14% del riesgo país registrado en lo que va del año– entusiasman a Javier Milei y a Toto Caputo, pero esa euforia choca con datos más profundos de la realidad.
¿Qué hay en el fondo del "pozo inmundo" en el que, dijo el Presidente ante estudiantes con lipotimia, está el país, uno que el efecto de la motosierra y la licuadora están profundizando?
Al conocido encumbramiento de la pobreza, que ya se acerca al 60%, se suman la hondura de la recesión y una inflación que parece encontrar este mes un primer piso difícil de perforar.
Es la gobernabilidad, Javier Milei
En este contexto pantanoso, el Presidente busca una fórmula de gobernabilidad para hacer permanente un ajuste hasta el momento precario por contener dosis de sufrimiento social difíciles de sostener y por carecer de clavos institucionales suficientes para consolidar una estructura de distribución del ingreso que apunta a reemplazar el consumo por la inversión como motor del crecimiento… cuando llegue.
Esa fórmula, cree –o desea –, estaría en manos de los gobernadores que convocó para para negociar, desde mañana, la resurrección del proyecto de ley ómnibus, tenida que viene con marchas y contramarchas elocuentes sobre la posibilidad de que las mismas propuestas encuentren las mismas reacciones y de que la política vuelva, con más pena que gloria, al negativo estatus de enero.
Claro que la vida se mueve alrededor de los objetivos y es complejo que la política encuentre estabilidad donde la economía la resta, sobre todo en momentos en que la sociedad se encuentra atrapada en el fondo de la megainflación y la megarrecesión.
El desmadre de la inflación
El vocero Manuel Adorni celebró que por primera vez en mucho tiempo las expectativas de inflación de los próximos 12 meses sean inferiores a la efectivamente registrada en los 12 precedentes. Esa proyección, que surge del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central, señala un 146,9% contra 254%. El número resulta todavía intolerablemente alto y delinea un 2024 con un 210%, nada menos, no muy diferente a 2023. Parece haber poco para celebrar.
Además, la cifra contrasta con el enorme apretón monetario que mantiene la base constante más allá de la inflación y también con el hiperajuste hecho a base de motosierra sobre el gasto –incluida la asistencia social y las transferencias a provincias– y de licuación de jubilaciones y salarios.
Si el gradualismo ha dejado de ser una opción para una economía estragada por la megainflación, el resultado, curioso, es el de un tratamiento de shock que sólo genera resultados –muy– graduales e inciertos. Mientras la estabilización viene lenta, los ingresos empeoran. Datos: los salarios cayeron otro 5% en enero y ya retroceden a su valor real de 2005, pero las dietas de diputados y senadores se ajustaron 30% gracias a los buenos oficios de Victoria Villarruel y Martín Menem. La casta está aterrada.
Milei auguró que el IPC arrojará alrededor de un 15% en febrero , lo que sostendría la narrativa de la reducción desde la cima del 25,6% posterior a la superdevaluación del peso. ¿Y este mes qué pasará? Todo apunta a que el guarismo sea similar al del mes pasado debido a la continuidad de los ajustes de precios que supuestamente deberían estar regulados y a los incrementos severos previstos en los servicios públicos en vías de quita de subsidios. ¿Y después? Después esa danza seguirá.
El desmadre recesivo
Toto Caputo trata de animar a los responsables de las empresas de consumo masivo, pero la realidad es mala. Más allá de la caída general de la actividad a un ritmo superior al 4% interanual, la industria se derrumba al 30%, el empleo en el sector cayó 14%, la construcción bucea 21,7% y las ventas del comercio al público, 25,5%.
Para colmo, lo dicho: el ajuste insustentable es eficaz para alterar la matriz distributiva, pero no para escribir en piedra los mandamientos del equilibrio fiscal. Entre analistas crece la presunción de que, recesión y colapso de la recaudación tributaria mediante, el déficit financiero –incluye el pago de deuda– de enero podría haberse perdido en febrero.
Encima, el primario –previo a los pagos de deuda– se sostendría en base a una contabilidad creativa que omite que el Tesoro no está girando los fondos que, en concepto de subsidio, debe enviar a compañías como Transener, la principal transportista de electricidad de alta tensión. La empresa alega que por esa razón no puede ni siquiera pagar salarios. Con Cammesa se da un caso similar.
La deuda social de Toto Caputo
Además, ¿qué sería del mentado superávit si se incluyeran en la cuenta pasivos sociales que no pueden persistir, como la mora en la entrega de mercadería a los comedores populares, el desfinanciamiento de la ciencia, cuestionado este miércoles por 68 premios Nobel, y la licuación de las jubilaciones? Según Adorni, esto último se resolverá sólo en su medida y armoniosamente, por lo que el oficialismo no acompañará la iniciativa de la Coalición Cívica, aliada del pichettismo, de indexar los haberes de modo retroactivo a enero.
Verde veranito
El Gobierno se entusiasma con ciertos brotes verdes financieros, en especial la convergencia de los tipos de cambio paralelos cada vez más cerca del oficial, algo impensado hace no mucho tiempo. Eso, arriesga, acerca la posibilidad de unificar y salir del cepo, acaso en junio.
Los dólares negociados en bolsa volvieron a desplomarse en la rueda de este miércoles y el blue, que ya no es ilegal, pero que no se compra con recibo, rompió a la baja la barrera de los 1.000 pesos.
Punto para Milei y Caputo: esa tendencia es positiva porque es urgente que la economía salga del corsé del cepo. Sin embargo, las causas del descenso de la divisa estadounidense son, por un lado, coyunturales y, por el otro, producto de la megarrecesión en curso.
Causas y azares
Lo contingente está dado por el esquema de liquidación de exportaciones establecido por el propio Gobierno, encima después de una devaluación del peso del 54% –lo que es igual, de un aumento del dólar del 118% –.
Ese esquema permite a las empresas vender el 80% sus divisas en el mercado mayorista oficial y el 20% restante en el del contado con liquidación, lo que incrementa la oferta y deprime la cotización. El problema es que no resulta claro, por el momento, qué el tipo de cambio resultante de la "devalueta" de diciembre y de la inflación posterior, que ya se comió prácticamente toda la ganancia de competitividad inicial, resultará suficientemente atractivo para que la cosecha gruesa se liquide como el Banco Central necesita entre fines de este mes y junio, cuando se proyecta la salida del cepo, primera señal, a su vez, del avance hacia la dolarización.
El resto de a tendencia se explica lisa y llanamente por la recesión, que no sólo contiene la inflación –a propósito, ¿qué pasará con los precios cuando la paz del cementerio se altere un poco?–, sino que mantiene la plaza seca de pesos, obliga a particulares y empresas a reventar ahorros verdes para enfrentar gastos corrientes y hace más atractivas las colocaciones en moneda nacional porque, si bien no le hacen demasiada fuerza al índice de precios, sí sirven para ganarle a este dólar planchado. Al final, claro, esos pesos se harán dólares.
Todo es frágil.
* Para www.letrap.com.ar