Lisandro Enrico, el ministro autónomo de Maximiliano Pullaro

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La inversión en obra pública es uno de los pilares del relato de Maximiliano Pullaro. Lisandro Enrico, su ministro a cargo del área, lo sabe y aprovecha: se muestra activo y sirve al discurso oficial, pero también explota el cargo y se permite gestos de autonomía que lo posicionan para el muy lejano post- Pullaro.

Junto con la baja en la violencia altamente lesiva y la apuesta al desarrollo productivo, la obra pública compone los cimientos del relato del gobernador. Es lo que le permite mostrar resultados que lo mantienen arriba en las encuestas y le permiten aspirar a las tres reformas -la previsional, la constitucional y la de la Corte Suprema- que moldearán el diseño político e institucional del futuro de la provincia de Santa Fe.
 
Con ese mandato, Enrico cumple y juega, aprovechando cierta autonomía. Tiene una estructura comunicacional propia, con gacetillas de temas troncales de la gestión que envía por fuera de los canales oficiales. Se notó en la discusión por el traspaso de las rutas portuarias nacionales a la jurisdicción provincial: mientras que la Casa Gris salió a aplacar las expectativas tras algunos encuentros con funcionarios nacionales que no dejaron sensaciones agridulces, el ministro avisó que la Casa Rosada había habido “luz verde”.


El cuidado en la comunicación se nota también en cuestiones más sutiles. Su equipo le organiza eventos donde presenta obras con una cuidada puesta en escena, casi cinematográfica, como cuando anunció la construcción del tercer carril del tramo Rosario-San Lorenzo, desde el kilómetro cero de la Autopista Brigadier General Estanislao López. En la mayoría de esos actos, Enrico evita el outfit formal, prefiriendo ropa de trabajo con el logo de su ministerio como si fuese un obrero más. Compenetrado con la tarea, sí, pero también construyendo perfil propio.
Maximiliano Pullaro y Lisandro Enrico: de rivales a socios
Obras Públicas no fue el lugar que Pullaro pensó para Enrico cuando empezó a cranear los nombres de su gabinete. El hughense tenía al oriundo de Venado Tuerto como principal candidato a ocupar la cartera unificada de Seguridad y Justicia. Le puso una condición que para Enrico, con un anclaje muy fuerte en su territorio, fue imposible de cumplir: si quería hacerse cargo de la silla más caliente del gobierno debía mudarse a Rosario, la ciudad que más lo necesitaría. Dejar el pago chico era innegociable para Pullaro y Enrico rechazó.

La decisión de mantener su residencia en Venado Tuerto no lo privó de tener un lugar importante en el elenco de colaboradores de Pullaro. Asumió al frente de Obras Públicas, un ministerio al que el gobernador potenció con una caja de US$500 millones para hacerle frente a la recesión provocada por el gobierno de Javier Milei. La motosierra del libertario, que barrió con toda la obra pública nacional, le trajo un beneficio involuntario: más contratistas interesados en los proyectos provinciales, lo que se tradujo en precios más bajos y mayor rendimiento de los recursos.

Durante el camino que recorrió Pullaro para llegar a la Casa Gris, Enrico tuvo un rol preponderante como uno de sus armadores más importantes en el sur provincial. Para quienes conocen sus orígenes fue algo así como un giro poético: uno de Hughes, el otro de Venado Tuerto, ambos animaron un pasado de interna dentro de la Unión Cívica Radical de General López, que se terminó cuando Pullaro se mudó a Rosario y decidió construir su carrera política desde allí, mientras Enrico se quedó a alambrar, poste por poste, un departamento del que hoy es indiscutible jefe político.

El anclaje territorial de Lisandro Enrico
Esa jefatura territorial que construyó Enrico lo catapultó al Senado provincial, terruño que se caracteriza por liderazgos fuertes y tradicionales, donde pesa la experiencia. El venadense echó raíces allí también y mutó a cacique del bloque radical en la cámara alta. Lo logró por oficio político pero también por el apabullante acompañamiento que cosechó en las urnas, fruto de haber sembrado capilaridad territorial: en su última reelección, la tercera, le sacó sesenta y tres puntos de diferencia a su más inmediata perseguidora.

Los activos con los que cuenta exigen un celoso cuidado. Por eso Enrico ensayó una salida sui géneris para asumir su banca como senador, tomarse licencia y no renunciar para ponerse al frente de Obras Públicas, y que igual asumiera su suplente, Leticia Di Gregorio, de su entero riñón. Fue la solución que encontró junto a Felipe Michlig, otro cacique radical del Senado que tenía abrochado su desembarco en el gabinete, pero sobre la hora se echó para atrás. A pesar de que el de San Cristóbal lo dejó solo -con declaraciones que rasparon a Enrico incluidas-, el venadense no se amilanó y tomó licencia en el Senado y asumió en Obras Públicas, pero delegando la banca de forma provisoria en su suplente.

La hegemonía está en los detalles: tanto Enrico como Leonel Chiarella -intendente de Venado Tuerto- le presentaron una queja al gobernador por haber enviado el pliego de Horacio “Chano” Pueyrredón para la Cámara de Ejecución Penal. Pueyrredón es fiscal en Venado Tuerto y tanto Enrico como Chiarella -para quien la seguridad es clave en su relato- lo tienen en su más alta calificación. De hecho, era el nombre que querían impulsar para la fiscalía regional de esa zona, a partir de que su titular, Matías Merlos, tuvo que asumir de urgencia en Rosario.

Fue también un detalle el encuentro que Enrico motorizó y encabezó hace pocos días en su pago chico, en el que reunió a todos los dirigentes de Unidos para Cambiar Santa Fe de General López. Fue un gesto de distensión tras el pedido del sector más duro del PRO de instrumentar las mesas departamentales de la coalición para ordenar el espacio. El ejemplo de disfuncionalidad que daban era, justamente, General López, donde llegaban a poner en duda que el macrismo se mantuviera en Unidos de cara a las próximas elecciones y responsabilizaban al sector de Enrico.

El gabinete de gobernadores de Maximiliano Pullaro
Desde que está a cargo de la obra pública, Enrico tuvo libertad para armar su equipo de trabajo y privilegió experiencia y conocimiento por sobre pertenencia partidaria. Fue él quien pidió, por ejemplo, que el socialista Pablo Seghezzo volviese a ponerse al frente de Vialidad Provincial. “Es un tremendo cuadro que no podemos desaprovechar”, le explicaba a quien quisiera oírlo.

Quizás sea ese criterio el que le permitió aquerenciarse rápido en su nuevo puesto y que los tiempos de respuesta de su ministerio sean cortos. El nuevo esquema de administración de las rutas portuarias, la negociación por el traspaso de la obra pública con la Casa Rosada, los créditos hipotecarios Nido, la emergencia de algunas empresas públicas y hasta las críticas por el deficiente desempeño de Vialidad Nacional fueron temas que tomó con su equipo y sobre los que fue la cara del gobierno.

Cuando formaba su equipo, Pullaro decía que buscaba un gabinete de gobernadores, de figuras con hambre político que aprovechen la oportunidad para construir su propia carrera. Desde su rol, Enrico cuida el vínculo con todos los actores locales y empodera en materia de obra pública a los referentes radicales de los municipios que gobierna la oposición: una manera de fidelizarlos, de construir estructura y capilaridad territorial en toda la provincia. Aunque falte mucho para el post-Pullaro, el venadense parece haber seguido la indicación de su viejo rival interno al pie de la letra.

CON INFORMACION DE LETRA P.

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