Gabo Usandivaras, triste y sin consuelo: "Me costó muchísimo aceptarlo"

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Vertiginosos e intensos y dolorosos. Así fueron los últimos meses para Gabo Usandivaras (36), quien después de una lesión en la rodilla quedó afuera de la obra Sex, de José María Muscari, y no solo tuvo que enfrentarse a la prueba de rehabilitarse y aprender a caminar de nuevo sino que, además, según cuenta se sintió abandonado por el director y la producción, lo que le provocó angustia, incertidumbre y desesperación.

 
En pleno litigio judicial con Muscari, Usandivaras además transita el doloroso duelo de la muerte de su mamá, primero, y el suicidio de su hermana Gigí, después. "Después de la muerte de mi mamá y de mi hermana, se desarmó ese núcleo familiar fuerte y más allá de que sí tengo a mi padre, es otro tipo de vínculo. Estoy transitando una sensación de profunda orfandad. En un punto, es como el Hogar Rincón de Luz de Chiquititas, con sus chicos sin padres. No es fácil aprender a vivir sin ese recurso familiar", confió a Pronto.

En una charla súper íntima y profunda con el periodista Nico Peralta, el bailarín expresó: "Siempre tuve una familia súper presente y ese sostén y esa compañía ya no existen más en mi vida. Vengo de muchos procesos de duelo y de reconocerme a mí sin fuentes primarias de amor y de llamados de discado rápido. Cuando está pasando algo bueno, llamo a mamá y si está pasando algo malo también. O a mi hermana. Eso ya no existe y desde distintos lugares van pesando esas ausencias porque ellas marcaban una identidad en mi persona y mi artista".

 
 Gabo Usandivaras
-¿Sentís esos vacíos familiares?

-Sí y son enormes. Vengo de una ensalada de huecos emocionales muy grande y gracias a la terapia he podido reidentificarme y empezar a sanar todo eso. Todos pasamos y vamos a pasar por pérdidas, de amigos, familiares o de mascotas, y son distintos tipos de duelos. El duelo de mi vieja, que partió por el cáncer, fue un proceso esperable. Más allá de que siempre tuve la ilusión de que ella se sanara, estaba también la cuota esa de miedo y de cierto aviso. Llegó el cáncer y fue un toc toc a la puerta. Es un bajón pero lo vas asumiendo. Su muerte fue, entre comillas, más amable porque ese era el destino y era esperable. Siempre tuve fe y fue una sorpresa el día que pasó porque me tuve que adaptar a no vivir con ella. Encima a los cuatro meses se desató la pandemia y el mundo cambió. Por eso, me fui de viaje y pasé dos años fuera del país. En ese tiempo, dormí a mi artista y a mi bailarín, que habían sido completamente formados por la compañía de mi familia.

-¿Por eso te fuiste?

-Estaba un poco paralizado, más allá de que acá y en todos lados se habían cerrado las actividades por la pandemia, sobre todo las oportunidades de trabajo teatrales y en televisión. Estaba paralizado con mi niño y con mis recuerdos, en medio de ese proceso de duelo. Emprendí ese viaje, que fue para procesar el duelo de una manera más bien interna y básicamente para conocerme a mí como Gabriel y ya no como Gabo. Sentía que tenía más construido a mi artista que a mi persona, entonces me faltaba esa impronta. Salí a vivir eso y en el final del viaje, tuve la contracara con la partida de mi hermana. Ese fue un duelo completamente distinto y tuve que asumir que la muerte de mi hermana fue una elección y no una situación de la vida, de una enfermedad o por el destino mismo.


-¿Te costó aceptarlo?

-Muchísimo. Aceptar eso fue también ir a decodificar los recuerdos de mi infancia con esa niña. Fue pensar: “¿Cómo veo a la niña de todos mis recuerdos trasladada a la decisión que tomó?”. Entonces, de ser cómplice de mi hermana en todos los años que estuvimos juntos, tuve que pasar a aceptar como complicidad este final que ella también eligió. Todo fue horrible y muy confuso. Así fue como tuve un 2022 de muchísima depresión.

-¿Volviste al país por la muerte de tu hermana?

-Sí, al mes de su fallecimiento. Estaba en Los Angeles cuando esto pasó, volví al mes y me encerré en mi casa. Me comí los ahorros que tenía y que había hecho viajando. Básicamente me comí los ahorros encerrado en casa con distintos tipos de depresiones. Y digo distintos tipos porque buscaba salir pero me sentía muerto en vida. Tuve bastantes confusiones psicológicas y emocionales. Se me había apagado el botón ganas de vivir.

-¿Cómo saliste de ese pozo?

-Con mucha terapia y mucho cambio alimenticio, además de conciencia y amor propio. Honestamente, pasé por distintos tipos de bajones: desde estar alcoholizado una semana entera en mi habitación hasta no poder pisar la calle ni salir a la vereda. Pasé por muchos matices y me desconocía porque siempre había sido una persona muy vibrante, de sueños grandes y de proyectarme. Soy un bailarín que empezó de muy chiquito en Córdoba y logré un montón de cosas, entonces siempre fui de mucha energía y potencia. No sentir eso, me daba mucho miedo porque también sentía el fantasma de la puerta abierta que me dejó mi hermana. Esa cosa de: “Si no funciona o no me la banco, me tomo el palo”. Tuve que entender que yo no era eso pero al mismo tiempo era una carta de invitación constante que estuvo en mi cabeza. Fue muy difícil transitar todo eso y la terapia me salvó.

Fuente: Pronto

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