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Estamos mal pero vamos bien, el mensaje que busca transmitir Milei

OPINIÓN 23/02/2024 Fernando Laborda*
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Transcurrían los primeros meses desde la llegada de Carlos Saúl Menem a la Casa Rosada en julio de 1989 y la hiperinflación no cedía. Sin embargo, el caudillo riojano sorprendería a todos con una de sus frases más recordadas: “Estamos mal, pero vamos bien”. Casi 35 años después, Javier Milei no se anima aún a repetir esas palabras, pero ellas forman parte del mensaje que, en los últimos días, se ha preocupado por transmitir su gobierno. Incluso su ministro de Economía, Luis Caputo, se arriesgó a afirmar que espera una inflación de un dígito mensual para antes de julio próximo. 

Tras soportar uno de los momentos políticos más delicados de su corta gestión, a partir de la derrota parlamentaria que sufrió su proyecto de ley ómnibus, el gobierno nacional pudo comunicar dos buenas noticias. La primera fue que, en enero, el sector público nacional registró el primer superávit fiscal financiero en más de 11 años; la última vez que se alcanzó fue en agosto de 2012. La segunda novedad fue que, al cierre de ayer en los mercados, el riesgo país de la Argentina descendió hasta su valor más bajo desde abril de 2022 y se ubicó en 1710 puntos.

Podrá parecer poca cosa para quienes sufren los efectos de una inflación que, según el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA), está dejando a casi seis de cada diez argentinos por debajo de la línea de pobreza, y de una fuerte recomposición tarifaria, junto a caída en el consumo en no pocos segmentos de la economía. También podría resultar poco significativo si se advierte que el país continúa estando entre los más riesgosos del mundo según el ranking de J. P. Morgan; sin embargo, no puede dejar de advertirse que antes de que Milei se consagrara presidente en las elecciones del 19 de noviembre, el riesgo argentino era de 2416 puntos -706 puntos por encima de hoy- y solo era superado en la región por Venezuela. Actualmente, además de Venezuela, también Bolivia se encuentra peor que la Argentina en ese ranking.

La estrategia comunicacional del Gobierno destaca el acortamiento de la brecha cambiaria entre las cotizaciones del dólar oficial y el blue tampoco como un dato positivo, al igual que la capacidad del Banco Central para acumular casi 8000 millones de dólares de reservas desde que Milei asumió la presidencia de la Nación. Como vocero de esa estrategia, Caputo no deja de subrayar los avances logrados en las conversaciones con el FMI, al tiempo que no se descarta la posibilidad de levantar antes de lo previsto el cepo cambiario, una medida que podría verse facilitada si el organismo financiero internacional contribuye con un desembolso de unos 10 mil millones de dólares que serviría para fortalecer las reservas del Banco Central.

Una pregunta que se hacen los operadores económicos y que también se preocupó por formular la número dos del FMI, Gita Gopinath, durante su reciente paso por Buenos Aires, es si el Gobierno podrá ampliar en el corto plazo su base de apoyo político para avanzar con reformas estructurales que se consideran indispensables para que la economía despegue; entre ellas las vinculadas con las políticas tributaria, laboral y previsional, además de las privatizaciones de empresas públicas. Tal inquietud fue planteada elípticamente por la funcionaria del Fondo Monetario cuando reconoció que “las medidas iniciales están empezando a dar frutos, aunque el camino por recorrer sigue siendo difícil” y enfatizó que “será necesaria una política monetaria y cambiaria coherente y bien comunicada para seguir reduciendo la inflación de forma duradera, reconstituir las reservas y reforzar la credibilidad”.

Otro interrogante es el grado de paciencia que exhibirá la sociedad argentina frente a las dificultades socioeconómicas presentes y la profundización de la caída del poder adquisitivo de vastos sectores de la población. La contundencia de la frase presidencial “no hay plata” puede haber ayudado al Gobierno a comprar algo de paciencia y comprensión, al menos entre el 56% de ciudadanos que votó a Milei en noviembre, aunque no haya tenido el mismo efecto en la mayoría de los gobernadores provinciales. Pero lo cierto es que el apoyo de la sociedad a la gestión gubernamental podría desplomarse poco a poco si no se advierte que, como prometió el líder de La Libertad Avanza durante la campaña electoral, el ajuste lo hará la casta política y no la gente.

De ahí que, junto con los anuncios sobre logros económicos a cargo de Caputo, el propio jefe del Estado se esté preocupando por dar otras señales que retomen aquella línea discursiva que le dio el triunfo en las urnas.

La eliminación de fondos fiduciarios carentes de transparencia, con nombres y apellidos de sus presuntos beneficiarios, como el de Juan Grabois; la anunciada disolución de organismos del Estado como el Inadi; el anticipo de un informe sobre el estado del Estado y cierta sobreactuación del propio Milei al calificar de “nido de ratas” al Congreso de la Nación, apuntan en el mismo sentido: persuadir a la opinión pública de que la guerra contra los privilegios de la llamada casta va en serio.

Los números de las cuentas fiscales correspondientes a los primeros dos meses de gestión de Milei lucen favorables. El superávit fiscal financiero fue alcanzado aun cuando se produjo una fuerte suba en la carga de intereses de la deuda pública.

Es destacable que, en enero de este año, los ingresos totales de la administración pública nacional crecieron un 257% en forma interanual, tres puntos más que la inflación del mismo período. Pero más llamativo es que los gastos totales registraron un alza nominal del 149%, lo cual representa 105 puntos menos que la inflación interanual.

Un desglose de semejante logro, realizado por el economista Agustín Monteverde, permite determinar que esa reducción de gasto público en términos reales -frente a una inflación del 254% interanual- fue posible porque las transferencias a las provincias colapsaron en términos reales al crecer en enero apenas un 17% nominal frente a igual mes del año anterior; las remuneraciones del personal estatal aumentaron en los últimos 12 meses un 158% (96 puntos menos que la inflación); el gasto en bienes y servicios consumidos por las operaciones del Estado subió un 133% (121 puntos menos que la inflación), en tanto que las prestaciones de la seguridad social crecieron un 125% (129 puntos menos que la inflación).

Uno de los desafíos del Gobierno será, a partir de ahora, demostrar que el equilibrio o superávit fiscal primario no es solo el resultado de la licuación de jubilaciones frente a la inflación, sino también el fruto de un combate contra el gasto público improductivo y la corrupción que anida en tantos ámbitos de la esfera estatal.

 

 

* Para La Nación

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