El tiempo - Tutiempo.net

El pingüino y la "abogada exitosa"

Unidos para delinquir.

OPINIÓN 15/02/2023 Heretz NIVEL
kirchner_nestor_fernandez_cristina_caric_02

El joven matrimonio de Néstor Carlos Kirchner y Cristina Elizabeth Fernández se insataló en la Provincia de Santa Cruz algunos meses después del 24 de Marzo de 1976. Se había conocido en la Facultad de Derecho de La Plata y llevaban unos años de casados. En el centro de Río Gallegos abrieron el Estudio Kirchner e incursionaron en un rubro para el que se necesita un estómago fuerte: cobranzas y recupero.

 

Tan eficiente se mostró Néstor en esos menesteres que los clientes se multiplicaron, logrando tener entre sus representados a grandes concesionarias de automóviles, comercios de electrodomésticos y casas de artículos para el campo.

 

Cuando un comprador no pagaba la cuota mensual del artículo adquirido, allí aparecía Kirchner tocando la puerta de su casa para llevarse el bien en cuestión, con la misma vehemencia con la que luego, desde el poder, castigó a opositores, empresarios y periodistas. Pero sus mejores empleadores de entonces eran los bancos Cabildo y Patagónico, y las financieras Sic de Bahía Blanca y Finsud.

 

Cuando comenzó a manejar esas cuentas, kirchner vislumbró las enormes posibilidades que ofrecía la especulación financiera. Eran los tiempos de José Alfredo Martínez de Hoz, el ministro de economía de la última dictadura militar argentina, que muchos años después se convirtió en uno de los ejes del “relato K”. Pero allá, por 1977, cuando Martínez de Hoz liberó la tasa de interés, sin saberlo le hizo un gran favor al joven abogado Kirchner. Las disposiciones del ministro permitían indexar las deudas de dinero según la inflación.

 

El golpe de gracia para los deudores llegó con la tristemente célebre “Circular 1050” del Banco Central en 1980, que terminó hundiendo a miles de ahorristas. Como la inflación llegaba al cien por ciento anual, las cuotas mensuales indexadas resultaban imposibles de pagar para muchos deudores, a quienes, en consecuencia, se les remataban las propiedades puestas en garantía.

 

En ese contexto de desgracia ajena, el abogado Néstor Kirchner compró 21 de los inmuebles que supo colocar en su impresionante declaración jurada: una en el 77, cinco en el 78, cuatro en el 79, tres en el 80, cinco en el 81 y tres en el 82, por un total de poco más de 220 mil pesos a valor fiscal, obviamente muy por debajo del valor real.

 

Pero, ¿cómo lo hizo? La clave debería buscarse en su asesoramiento legal a la financiera Finsud, lo cual le permitía contar con información privilegiada sobre quiénes dejaban de pagar sus cuotas.

 

Varias personas que frecuentaban a Kirchner por esos años, incluso una que colaboró en su Estudio Jurídico, confirman el modus operandi empleado por el ex Presidente para adquirir esas propiedades a precios ínfimos. Del total de las 21 declaradas, serían 15 las que adquirió a valores muchísimas veces inferiores a los de mercado.

 

Cuando la financiera le avisaba a Kirchner que algún deudor había dejado de pagar la cuota mensual del crédito que se la había otorgado, él se reunía con el moroso en cuestión y le explicaba sus pocas opciones: podía resignarse a que le remataran la propiedad y así perder casi todo el valor del inmueble, o cabía la posibilidad de venderla a un precio bastante menor al valor que en realidad tenía. El comprador, obviamente, era siempre el propio Kirchner.

 

De este modo, el deudor en aprietos se quedaba al menos con algo de dinero. Y el abogado sumaba metros y más metros cuadrados, eludiendo el trámite del remate para, luego, renegociar la deuda con sus patrones de Finsud. Era una práctica cuestionable, pero no penada por la legislación provincial de ese entonces.

 

En la división de tareas, Néstor Kirchner se ocupaba de adquirir casas a precios de remate, mientras que Cristina Fernández estaba concentrada a deudores de otros rubros.

 

Todas las tarde, casi sin falta, la joven “abogada exitosa”, con aires de diva, según cuentan quienes la conocieron en esa época, iba al juzgado Civil y Comercial Nro. 1 de Río Gallegos, que abría a partir de la hora 13. Allí revisaba los expedientes de los morosos para ver cómo evolucionaban los juicios ejecutivos que los Kirchner les habían iniciado a nombre de sus clientes.

 

Se cuenta también, que Cristina pasaba allí largas horas, tanto que ya parecía que formaba parte del decorado. Llegaba con una extensa lista de deudores, de casi 150 en las mejores épocas, y abandonaba el juzgado al atardecer con el nombre de sus próximas presas: en un buen día podían salir unas diez a quince órdenes de embargo.

 

Con esa información de último momento, el cobrador Kirchner iba a reclamar el bien embargado: una heladera, una bicicleta, a veces un auto. Lo acompañaba su chofer, Rudy Ulloa, hoy multimillonario y dueño de multimedios periodísticos.

 

Allá, por 1981, un vengador anónimo le arrojó una bomba molotov al Estudio Kirchner. La bomba no produjo destrozos, pero puso en guardia a los titulares del bufete. Les gustaba explicar que se había tratado de un atentado político por cuestiones insondables, pero la verdad era otra según la versión que más corrió: el autor, un militante de la izquierda del peronismo, estaba entre los perjudicados por los juicios ejecutivos y los embargos de Néstor y Cristina.

 

Además de comprar propiedades a precios viles y perseguir a deudores, el Estudio Kirchner supo incursionar en temas judiciales que no eran de su especialidad, como el caso en que defendió a un jefe de la Policía Federal de Río Gallegos, de apellido Gómez Rouco, al que se lo acusaba de varias violaciones de menores.

 

El que tomó la defensa del imputado no fue Néstor, sino su socio Ortíz de Zárate. El fiscal de la causa era otro joven abogado, Rafael Flores, el mismo que tiempo antes había representado a una deudora que denunció a Kirchner por subversión económica.

 

El fiscal pidió 20 años de prisión para el policía y le dieron 18, a pesar de la curiosa defensa ejercida por el Estudio del ex Presidente, que consistió en poner a consideración del Tribunal que el sexo oral al que fue forzada una de las mujeres abusadas no podía ni debía calificarse de violación.

 

Por entonces corría 1981, y el ex abanderado de los Derechos Humanos defendía a un policía de la dictadura. Es cierto que cualquier ciudadano, por garantía constitucional, tiene derecho a contar con una defensa en juicio. Pero el propio ex Presidente contrarió ese principio cuando echó a Carlos Sánchez Herrera, su ex procurador del Tesoro, porque se descubrió que en alguna oportunidad había sido abogado de un militar.

 

Los Kirchner no sólo hacían buenos negocios asociados a bancos y financieras, sino que mantenían excelentes vínculos con el poder militar de la provincia. Néstor era amigo del Intendente de Río Gallegos, Pablo Sancho, impuesto por los Generales del Proceso. La militancia política de Néstor, al menos en los papeles, se limita a un año en la Federación Universitaria de la Revolución Nacional, antes de que asumiera Perón en 1973 y ese grupo se uniera a la Juventud Universitaria Peronista.

 

Por esos lejanos tiempos debe haber sido el único militante que compraba dólares y se divertía calculando día a día las ganancias que le dejaban.

 

Es cierto que estuvo preso en Río Gallegos a comienzos de la dictadura del 76: Estuvo demorado algunas horas y, según su propio relato, lo trataron bien. El militar que lo interrogó conocía a su familia y a la del otro preso express, Rafael Flores.

 

Las postrimerías de la dictadura tampoco encontraron a los Kirchner dentro del sector más “progre” del peronismo. Néstor y Cristina recibieron al precandidato Ítalo Luder en Río Gallegos al grito de “Isabel conducción, lo demás es traición”.

 

La pregunta que se impone es: ¿porqué el Presidente más revisionista de la historia Argentina presumió de tener un pasado que no se pareció en nada el real? ¿acaso lo hizo para acomodar sus antecedentes al discurso que luego exhibió?

 

Lo cierto es que Néstor y Cristina lograron prosperar en los tiempos más oscuros de la Argentina, cuando otros militantes se exiliaban o se escondían.

 

Esta es la verdadera historia del hombre que vivió obsesionado con los años setenta y que le preguntaba a todos qué hicieron durante la dictadura.

 

Ahora, al menos, se sabe con más detalle lo que él hizo. Ojalá la justicia logre dilucidar toda la trama de irregularidades e ilícitos que rodearon a su gestión y a las dos que le toco a su esposa, un primer paso ya se dio, CFK hoy es una condenada, la justicia entendió que es una delincuenta sin más ni menos, lo que en el barrio llamamos "CHORRA".

Es necesario que se sepa, a ciencia cierta, la calaña que representó para la República el paso de este matrimonio por la función pública. Y que, de ese modo, sean recordado por las generaciones venideras como los delincuentes que con absoluta certeza han sido.

Últimas publicaciones
Te puede interesar
Lo más visto

PERIODISMO INDEPENDIENTE