La hora de las certezas: poder, privilegios y el límite final de la impunidad

OPINIÓN Ricardo ZIMERMAN
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Por RICARDO ZIMERMAN

x: @RicGusZim1

Hay semanas en las que la Argentina parece empeñada en recordarnos que la frontera entre el poder y el privilegio es, a veces, apenas una línea de tiza. Esta vez, ese recordatorio llegó con 30 allanamientos el martes y otros tantos el miércoles. El epicentro: una trama que rodea a Claudio “Chiqui” Tapia, presidente de la AFA, y a dos de sus hombres más cercanos, Pablo Toviggino y Luciano Nakis. La Justicia sospecha que, sin haber llegado ricos a la conducción del fútbol argentino, desarrollaron una capacidad patrimonial sorprendente. Llamativamente sorprendente. Y ahora, cuatro jueces —tres federales y uno penal económico— buscan entender cómo se gestó semejante evolución económica.

Tapia no es un recién llegado al poder. Se construyó a la sombra de Camioneros y de Hugo Moyano, su ex suegro. Pero lo que comenzó como un dirigente sindical que trabajaba en recolección de residuos terminó convertido en un hombre cuyo nivel de vida merece al menos algunas preguntas. Ese es exactamente el rol de la Justicia: preguntar. Investigar. Molestar. Hacer lo que la política no puede —o no quiere— hacer.

El caso de Toviggino es incluso más ilustrativo. Dirigía un club que ni figuraba en el mapa hasta que encontró padrinazgo en Gerardo Zamora, el eterno dueño del poder en Santiago del Estero. De esos gobernadores que confunden Estado y patrimonio en la misma chequera. Zamora lo instaló en la AFA y allí se volvió el ladero incondicional de Tapia. Su oficina está a dos pasos de la del presidente, como si la proximidad física fuese un reflejo de la influencia real.

Nakis, el protesorero de la AFA, en tanto, representa la continuidad de una escuela: la de los herederos del “todo pasa” de Julio Grondona. Esa lógica de impunidad, de cajas chicas y grandes, de favores eternos, que parecía destinada a sobrevivir más que cualquier presidente democrático.

Todo esto ocurre mientras la Selección Argentina, campeona del mundo, sigue siendo el único punto de orgullo colectivo que nos queda sin discusión posible. Que quienes administran ese símbolo conviertan su gestión en una plataforma personal, es más que un problema moral: es un problema institucional. Porque ejercen poder sobre un patrimonio afectivo que no les pertenece.

Ahí aparece la mega quinta de 10 hectáreas en Pilar, con haras, helipuerto y una colección de autos antiguos que no entraría en un estacionamiento de shopping. Está a nombre de una jubilada y un monotributista. La Justicia quiere saber de quién es en realidad. Y debe saberlo. No hay épica posible en una vida que necesita testaferros para sostenerse.

A esa trama se suma Ariel Vallejo, financista de Sur Finanzas, quien de la mano de Tapia ofrecía préstamos a clubes de primera división a tasas que harían sonrojar a un prestamista de película noir. Los clubes que aceptaron quedaron atados no solo a Vallejo, sino al propio Tapia. Y en ese entramado, claro, nadie quiere enfrentarse a quien puede asfixiar financieramente a una institución con solo mover un dedo.

La política, mientras tanto, camina en puntas de pie. No por falta de voluntad, sino porque lo que está en el centro es la FIFA, la institución más celosa de la intervención estatal. Si el Gobierno metiera la mano, la FIFA podría sancionar a la AFA y, en el límite, dejar a la Selección afuera del Mundial de Estados Unidos, Canadá y México dentro de seis meses. El costo sería insostenible. Por lo tanto, la política no puede intervenir. Esa impotencia es peligrosa: sin política y sin controles, solo queda la Justicia como último dique.

Es allí donde debe resolverse todo: si estos señores son inocentes o culpables, si deben seguir en sus cargos o irse por la puerta trasera de la historia. Y debe resolverse rápido, porque hay demasiada opacidad acumulada y demasiado poder concentrado en pocas manos.

Cuando la política no puede —o no quiere— poner orden, solo queda un actor capaz de hacerlo: la Justicia. El desafío es que llegue a tiempo. Siempre es una carrera contra el deterioro. A veces gana. A veces no.

Hoy, como pocas veces, la Argentina necesita que gane.

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