La inseguridad se combate con hechos concretos, no con declaraciones altisonantes

OPINIÓN Juan de los Palotes
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hoyPor Juan de los Plaotes

La inseguridad se combate con hechos concretos, no con declaraciones altisonantes que carecen de sustancia. Este es un aspecto fundamental que muchas veces se pasa por alto en el discurso político. La inseguridad no es solo un concepto abstracto; es la palpable angustia que siente un ciudadano al salir a la calle, el temor constante de descubrir que a su regreso se ha encontrado con un hogar saqueado o que su teléfono móvil, una extensión indispensable de su vida cotidiana, ha desaparecido. Esta experiencia cotidiana de ansiedad y vulnerabilidad define lo que significa vivir en un entorno inseguro.

En este contexto, es fácil para los políticos realizar pronunciamientos grandilocuentes, buscando congraciarse con la ciudadanía. Frases impactantes y promesas resonantes pueden llenar titulares y captar la atención de las masas por un breve momento, pero la realidad es que estas palabras amenazan con caer en el vacío si no se traducen en acciones efectivas. Las promesas vacías fomentan un ciclo de desconfianza; los ciudadanos escuchan discursos llenos de intenciones generosas, pero a menudo se encuentran decepcionados cuando dichas promesas no se cumplen. Esto genera un desgaste emocional y cívico en la población, que comienza a cuestionar no solo la capacidad de sus líderes, sino también su compromiso genuino con el bienestar social.

La desilusión se manifiesta en las urnas. El castigo más efectivo que puede ejercer un ciudadano es el voto, o su negativa a votar por aquellos que, una y otra vez, han fallado en cumplir sus promesas. En un sistema democrático, la incapacidad de un político para abordar satisfactoriamente las demandas de seguridad y bienestar puede llevar a la pérdida de apoyo popular. Los ciudadanos, en búsqueda de alternativas que sí aborden sus preocupaciones, comienzan a explorar otras opciones, a menudo en busca de líderes que prometan un enfoque más pragmático y menos retórico.

El desafío radica en que la solución a la inseguridad requiere un enfoque multifacético y, sobre todo, acciones sostenidas y concretas. Esto incluye desde el fortalecimiento de las instituciones policiales, la implementación de programas de prevención del delito, hasta el desarrollo de políticas sociales que atiendan las causas subyacentes de la criminalidad, como la pobreza, la falta de educación y oportunidades laborales. Soluciones que implican una inversión continua en seguridad, educación y desarrollo comunitario, lejos de las palabras efectistas, son las que pueden generar un cambio real y duradero en la percepción de seguridad.

Por todo esto, es vital que los ciudadanos mantengan un juicio crítico sobre sus líderes y continúen demandando no solo promesas, sino acciones que busquen erradicar esa sensación de vulnerabilidad. Solo así se podrá construir una sociedad donde salir a la calle no signifique enfrentarse a miedos, sino disfrutar de la libertad y la tranquilidad que merecemos. La verdadera seguridad se forja no en el eco de las palabras, sino en la solidez de los hechos.

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