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Isabel Perón: su vida desde los inicios en fotos y documentos nunca vistos

María Estela Martínez de Perón, más conocida como Isabel Perón o, para sus muy íntimos, Chabela, es una mujer que siempre demostró una predilección por conocer su futuro, a través de distintas instancias.

25/04/2018 Juan B. Yofre
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Una hoja a merced de la tempestad

María Estela Martínez de Perón, más conocida como Isabel Perón o, para sus muy íntimos, Chabela, es una mujer que siempre demostró una predilección por conocer su futuro, a través de distintas instancias. Con seguridad nunca pudo entrar en Aquelarre, la tienda de antigüedades de Chochó Anchorena, en Juncal y Talcahuano, para consultar a la famosa Hilda Colela. Por razones económicas y sociales, tampoco pudo entrevistarse, en los años '50 o '60, con Mister Lack; Casandra, en Parque Lezama o la italiana Hebe, los videntes más consultados en Buenos Aires. En Madrid solía prestarse a las sesiones de tirada de cartas, el globo de vidrio, contacto de manos y la Carta Natal del ex diputado Luis Sobrino Aranda. En cada uno de esos encuentros buscaba que le aclararan su destino. Raro sino el de Isabel, porque a pesar de vivir con "el hombre del destino", exigía su ubicación en ese futuro incierto. Quizá, en su interior, se adelanto al Gabriel García Márquez y su conocida máxima: "Estoy a merced de un destino que no es el mío". Ella lo sabía, dependía de Perón y, en su característica reserva, sabía, como aconsejaba Schopenhauer, que "el destino mezcla las cartas y nosotros las jugamos".

Hoy, hace ochenta y seis años, en La Rioja, nacía María Estela Martínez Cartas, la tercera esposa de Juan Domingo Perón, el fundador del Partido Justicialista, que signará la historia argentina durante décadas. Como veremos, su historia no es común y nunca la imaginó. Siendo una bailarina veinteañera poco reconocida se emparejó con el político más importante de esos años. No buscó fortuna porque en lo inmediato sufrió junto a él una estrechez económica inimaginable. Luego se casó en Madrid. Observó de cerca a todos los personajes de La Divina Comedia argentina, que suelen transitar la vida de la política. Más tarde, junto a su esposo, vivió el tiempo de la reparación y la bonanza. Atravesó varios huracanes y también fue una hoja a merced de la furia.

En 1973 su marido la eligió, equivocadamente, para ser vicepresidenta de la Nación. Al año siguiente se convertía en la primera Presidenta de la Nación y del mundo. Para ninguna de las dos funciones estaba preparada, es una opinión generalizada. Por más horas que haya escuchado a Perón dialogar con lo más granado de la intelectualidad de la época, la cultura y la sabiduría no se transmiten por ósmosis. Presidió una Argentina que se desarticuló tras la muerte de Juan Domingo Perón. Él era el vértice de todas las corrientes de su enorme movimiento político y cuando desapareció, físicamente, Isabel no tuvo la autoridad para rearmar y mantener el gran damero. La crisis, como a otros mandatarios que la antecedieron y sucedieron, la devoró. Ella contó que a la muerte de Perón quiso renunciar y todos los que la rodeaban, militares y civiles, le pidieron que no lo hiciera porque la iban a acompañar. En plena debacle de su gestión –octubre de 1975– podía haber vislumbrado un camino decoroso con su retiro pero se empecinó en quedarse en la Casa Rosada. Para peor, el país se encontraba sumergido en una guerra civil, y una Nación infiltrada por el castrismo y su violencia.

El 24 de marzo de 1976 fue detenida y confinada en soledad. Ahí demostró su mejor perfil que fue el de su dignidad personal. Todos la reconocen. Los salvadores de la Patria dejaron el gobierno en 1983 en peores condiciones económicas y sociales. Y cuando ya boqueaban, en julio de 1981, la liberaron y ella volvió a Madrid. Vivió y vive aún sin decir una palabra pública de sobre todo lo que debió sortear. No es "una abogada exitosa", ni tiene una cadena de hoteles. Su discreción y decoro son un ejemplo. Tampoco es una impostora y a diferencia de otros mandatarios vive sobriamente.

En el pasado -en dos ocasiones- mantuve con Isabel varias horas de conversación. Miraba a los ojos, hablaba con firmeza y sin levantar la voz. La distinguía su acento madrileño.

País raro, ingrato, en el que vivimos. Hasta hace un año se lucían en la Casa de Gobierno las imágenes de personajes que nada tienen que ver con la Argentina. Alguno, incluso, le provocó daños irreparables. Estaban los retratos de Ernesto "Che" Guevara; el chileno Salvador Allende; el nicaragüense Augusto César Sandino; el peruano Tupac Amaru; el venezolano Hugo Chávez y hasta la "Coca" Sarli. Nadie reparó, ni repara, que falta María Estela Martínez Cartas de Perón, por lo menos porque es parte de nuestra historia.

Ante una invitación de Infobae me atreví a reseñar la vida de Isabel Perón. Pero asumí que debía realizarla de manera diferente con respecto a otros cronistas. Desde el primer momento me dije que no es posible contar la vida de esta mujer riojana sin hablar de Perón y su tiempo, porque sin Perón esta historia nunca hubiera sido escrita. Ella, en su intimidad, lo reconoce.

Juan Domingo Péron exiliado en Panamá. La presencia de "Isabel"

El 2 de noviembre de 1955 el ex presidente constitucional Juan Domingo Perón abandonó su exilio en Asunción del Paraguay a bordo de un DC-4 de la Fuerza Aérea del Paraguay conducido por Leo Novak, el piloto personal del presidente Alfredo Stroessner. Tras recalar en Río de Janeiro, San Salvador de Bahía (donde pasó la noche), la base militar de Amapá, en la región amazónica y Caracas, Venezuela, llegó al aeropuerto panameño de Tocúmen el domingo 6 de noviembre de 1956.

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Para gran parte de los historiadores ése día Perón tenía 60 años bien llevados. En realidad tenía 2 años más porque, como le contaría en 1964 a su médico español Antonio Puigvert, "él había nacido en 1893, en el interior del país, y en aquella época, dada la enorme mortalidad infantil que existía, los niños no se inscribían hasta que superaban los primeros embates".

El avión aterrizó a las 8.55 de la mañana. Si bien era invierno en Panamá –muy lluvioso y húmedo– en la primera foto en tierra panameña se lo observa bien plantado, sonriente, y rodeado por "Don Lilo", el general Bolívar Vallarino, comandante de la Guardia Nacional, y a su izquierda Alfredo Alemán Bermúdez, más conocido como el "Mayor Alemán". El segundo de la derecha era su ex embajador en el país, el ingeniero Carlos Pascalli. Apenas llegado se alojó en calidad de huésped oficial en el Hotel Panamá y al día siguiente visitó al presidente Ricardo Arias en el palacio presidencial de Las Garzas. Su estadía en la suite presidencial tenía un tiempo prudencial y Perón no estaba en condiciones de sobrellevar los gastos en el futuro, a pesar de que se corría el rumor que contaba con una fortuna de setecientos millones de dólares. Y lo real es que sólo recibía, desde Asunción del Paraguay, mil quinientos dólares trimestrales, de manos de su administrador Ricardo Gayol (cuento con los documentos probatorios en mi archivo).

A los pocos días viajó a la ciudad de Colón y se alojó en el Hotel Washington. Como observó el periodista Emilio Perina –que no era peronista—"cuando lo vi en Panamá, vivía en una pobreza que me resultó desoladora." El ex diputado justicialista Raúl Bustos Fierro fue más brutal al afirmar que vio al ex mandatario en la ciudad de Colón en estado de "leprosidad".

Al respecto, el 19 de marzo de 1956, Perón le envía a Ricardo Gayol una carta, en mano, aprovechando la estadía del Dr. Obregón en Panamá. "Yo estoy aquí –le dice—en las mejores condiciones, si bien en lo que respecta a mis asuntos en la Argentina me encuentro un poco lejos. En cuanto a la vida aquí es cara y mala, pero yo voy capeando bien el temporal en espera que las cosas en Buenos Aires se compongan de un momento a otro. […] Con referencia a mi estado financiero no sabe usted lo bien que me vienen los envíos trimestrales, de los que ya he recibido dos: el primero de noviembre, diciembre y enero y el segundo de febrero, marzo y abril. […] Pero lo importante es pasar esta etapa de la vida en que la estrechez nos hará ver nuestra propia imprevisión. Cuando hablan de setecientos millones de dólares, me causa pena, porque si los tuviera los compraba a todos los que me combaten con el diez por ciento de ese dinero. Pero como al contrario no tenemos nada, tenemos que hacer equilibrios. Algún día la verdad se abrirá paso y estos miserables quedarán como lo que son: unos inmundos calumniadores y nada más. Yo le agradezco a usted la gauchada que me hace de hacer producir lo que poco tengo y esa será mi gratitud hacia su generosa actitud y ayuda".

En esos días Perón se manejaba con dos secretarios: Isaac Gilaberte (asistente y chofer) y Ramón Landajo que lo seguía desde su temprana juventud. Carlos Pascali, el ex embajador peronista en Panamá, se mantenía cerca y Víctor Radeglia que lo venía acompañando desde Asunción no duró demasiado.

Juan Domingo Perón entre Pascali y Gilaberte en Panamá
Juan Domingo Perón entre Pascali y Gilaberte en Panamá

Unas semanas antes de la carta a Ricardo Gayol, Perón vivirá dos hechos distintos que lo marcarán de por vida. El primero es de tipo personal. Dos días antes de la Navidad de 1955 fue invitado a presenciar un espectáculo de danzas en la ciudad de Panamá. Se trataba del Ballet dirigido por el cubano Joe Herald. Para Joseph Page (Perón. Una biografía, Grijalbo, Buenos Aires, 1999) , la troupe venía de una gira por Estados Unidos y Colombia. Para Enrique Pavón Pereyra el ex presidente presenció la obra que se dio en el local "Happy Land" y después invitó a todos a la ciudad de Colón donde vivía. Gilaberte se adjudicaba la idea de haber invitado al grupo al Hotel Washington.

Detalles. Lo importante es que en esas horas Perón conoció a una de las integrantes, María Estela Martínez Cartas, cuyo nombre artístico era Isabelita. Ella, luego de unos días de intimidad, le preguntó:
-General ¿no necesita usted una secretaria?
-Sí, creo que voy a necesitar una secretaria.
-Yo podría ayudarle incluso como camarera, además de secretaria.
-No tengo dinero.
-Trabajaría gratis.

Juan Domingo Perón y la joven Isabel, de 24 años, establecieron una relación y a mitad de enero de 1956 ya vivían juntos. En esos días, el ex presidente comenzó a llamarla "Chabela".

Los datos de Page no coinciden con los de Enrique Pavón Pereyra en su libro sobre la "Vida íntima de Perón", porque va a contar que "el 28 de enero de 1956, a lo mejor sin imaginarse lo que la esperaba, la corista Martínez Cartas partió rumbo a Panamá" (desde Bogotá) y "diecisiete años después, la misma muchacha que fue reseñada con tan poca consideración en los archivos del Servicio de Inteligencia Colombiano (SIC), sería la esposa del Presidente y ella, a su vez, asumiría la vicepresidencia de la República".

Isabel con 24 años. Ya convivía con Perón
Isabel con 24 años. Ya convivía con Perón

"Isabel llega a Panamá en el mes de diciembre con el Ballet Joe Herald" (o Joe Herald's Ballet), me contó Ramón Landajo en un reportaje grabado el 2 de febrero de 2010. Como se observa nunca tuvo buenas relaciones con Isabel.
¿Joe Herald? volví a preguntar.
Landajo: Si, que se lo había armado la SIDE. Se lo había armado con la finalidad que una de las chicas entrara en el círculo íntimo de Perón, que en ese momento Perón se había levantado a la estadounidense Eleanor Freeman ahí en el Hotel Washington. […] la levantó él ahí, porque estaba por fumar y le fue a prender el cigarrillo… Que no tenía nada que ver con ningún servicio de de los EE.UU. Era una vendedora de un comercio de Chicago, que había llegado ahí antes que Perón. Bueno, le hicieron la vida imposible, decían que la teníamos secuestrada, ahí estaba Pascali. En ese momento, te digo quienes estábamos con el general, estaban Gilaberte, Pascali y yo. Había llegado con Víctor Radeglia, que lo habían metido en el avión de Paraguay, para que lo acompañara a Perón, pero sabíamos que era Servicio y Perón lo sacó".

Una fuerte presión de la embajada argentina en Washington DC hizo que Perón tuviera que salir del Hotel Washington. La excusa fueron unas fuertes declaraciones de Perón a un matutino y como la propiedad del hotel era del gobierno de los Estados Panamá, tuvo que mudarse a un modestísimo departamento en la calle 38 Nº 2-52, Bella Vista, cercano a la Embajada de los Estados Unidos (según Page, Perón dejó el Hotel Washington el 27 de febrero de 1956).

Juan Perón con Ramón Landajo
Juan Perón con Ramón Landajo

El 5 de mayo de 1956, Perón vuelve a escribirle a Gayol para decirle que "después de dos meses de silencio, el banco me comunicó que se había dispuesto el cobro del cheque y que me lo acreditaban en mi cuenta. Usted ve la seriedad de estos señores americanos". Se trataba del depósito del cheque del National City Bank al Banco Nacional de Panamá. En la misma misiva comunicaba que volvía a instalarse en la ciudad de Colón, esta vez en una casa de la Calle 9, número 10095. Para evitar que los "curiosos la puedan interceptar", le dice a Gayol que le escriba a la "Señora Carmen Bardales. Apartado 604 de la Ciudad de Colón, Panamá".

Las siguientes cartas de la correspondencia inédita entre Perón y Ricardo Gayol dan cuenta de la situación privada del exiliado y su preocupación por el retardo de la correspondencia. "No imagino cómo recibió tan tarde la carta que le envié por el amigo anteriormente…yo me he mudado de nuevo a la Ciudad Colón (se mudó el 7 de mayo de 1956), por razones de tranquilidad y seguridad. Aquí tengo más y mejores amigos que en Panamá".

Perón con periodistas en su casa de Colón, Panamá
Perón con periodistas en su casa de Colón, Panamá

El 20 de julio de 1956 Juan Perón viajó a Nicaragua sin Isabel. Lo hizo como consecuencia de la Conferencia de Presidentes Americanos que se iba a realizar en Panamá, con la presencia del mandatario de facto Pedro Eugenio Aramburu, y por presión argentina dejó el país. Luego de una estadía de nueve días, entre la Casa Presidencial en Managua y la hacienda El Tamarindo, propiedad de la familia Somoza, retorno a Panamá y unos días más tarde -8 de agosto de 1956- viajó a Caracas, Venezuela, donde es esperado por un centenar de exiliados argentinos. Entre tantos por el general Raúl Tanco, uno de los jefes de la sublevación de junio de 1956, que logró salvar su vida refugiándose en la Embajada de Haití. Antes de partir de Panamá un periodista le preguntó su opinión sobre la Conferencia de Presidentes y Perón responde que no tiene nada que decir, salvo que "soy el presidente constitucional de la Argentina. Como presidente de mi país estoy en receso" (Diario La Hora, Panamá, 9 de agosto de 1956).

Luego de despedirse de sus amigos en el aeropuerto de Tocúmen, Perón, Isabel y el argentino Rodolfo Ignacio Martínez suben a un avión de la Línea Aeropostal Venezolana hasta descender en Maiquetía, Caracas, a las 20.55 del 8 de agosto. Lo primero que observa en el aeropuerto es un cartel que levantan algunos seguidores: "Bienvenido, nuestro pueblo argentino te reclama". Unos días antes, Isaac Gilaberte había partido a Venezuela a borde del trasatlántico Américo Vespucio llevando el automóvil Opel del General.

Entre Caracas y República Dominicana. El pacto con Arturo Frondizi

Entre 1956 y 1958 Perón vivió en Caracas, cuando gobernaba el general Marcos Pérez Jiménez, un militar que había accedido al poder en 1948 tras una sucesión de gobiernos inestables. "Nunca tuve la oportunidad de verlo -relato el ex mandatario argentino en Yo, Juan Domingo Perón-, aunque muchos funcionarios y aun ministros suyos fueron mis amigos […] A mi juicio, el gobierno de Pérez Jiménez fue bueno desde el punto de vista administrativo y malo desde el punto de vista humano". Según el argentino, a la política del regordete presidente venezolano le faltaba "proyección social". Para Perón los venezolanos "eran esclavos de su exuberante producción petrolífera porque tenían que importar de los Estados Unidos los alimentos en lata y un país que no produce su propia comida es siempre tributario de los que la producen. La solución mía era 'sembrar el petróleo', es decir, que toda la riqueza que se sacara del petróleo se dedicase a sembrar y criar ganado para hacer carne, maíz, hortalizas".

En septiembre de 1956 llegó a la capital venezolana, desde Brasil, el mayor Pablo Vicente, el que había defendido a Perón en junio de 1955; sufrido cárcel e intervenido en la sublevación del general Juan José Valle (fusilado el 12 de junio de 1956). En un largo reportaje inédito que le hizo el historiador y diplomático Guillermo Gassio, en Montevideo, durante junio de 1977, Vicente relató que cuando llegó a Caracas "ya se encontraban el general (Raúl) Tanco, el coronel González, el teniente coronel Salinas, el coronel Nasta y otros militares que habían participado junto conmigo en el movimiento del 9 de junio y que se exiliaron. Ellos habían ido a vivir a Caracas pero Perón no los había recibido por una intriga que había creado un argentino que se titulaba peronista, que se había metido debajo del ala a Perón, un tal Rodolfo Martínez, alias Martincho, que había ido a vivir también con Perón en ese departamento de living comedor, dos dormitorios, baño y cocina. Vivíamos en el Edificio House Mary de la avenida Andrés Bello y Cuarta Transversal de Guaycaipuru" (Perón, el 26 de octubre de 1956, le da a Gayol la dirección de su nueva morada y la escribió así: Edificio "Jos Mary", Departamento 19, Avenida Andrés Bello y 4ª Transversal de Guaicaipuro).

Navidad de 1957. Isabel y Perón reciben en su casa al ex ministro del Interior Angel Borlenghi y la señora de González Torrado y sus hijos (del álbum familiar de González Bunster)
Navidad de 1957. Isabel y Perón reciben en su casa al ex ministro del Interior Angel Borlenghi y la señora de González Torrado y sus hijos (del álbum familiar de González Bunster)

"Era tan difícil la situación económica de Perón en ese momento –cuenta Vicente—que nosotros habíamos convertido los dos dormitorios para dormir en living. Recibíamos gente que venía a visitar a Perón en el comedor porque la habíamos convertido en oficina. Era un ambiente que lo separábamos con una cortina de tela que la corríamos y almorzábamos y cenábamos en la cocina. Debo decirle más, eran comidas bastante modestas y tomábamos vino nada más que los domingos, un vasito cada uno, porque había que medirse hasta en el vino porque no había plata".

Mientras el gobierno de la Revolución Libertadora debatía sobre cuándo convocar a elecciones para integrar una Convención Constituyente y luego llamar a elecciones presidenciales y entregar el poder, el año 1957 comenzó con una crisis de gabinete y el nuevo Ministro del Interior sería Carlos Alconada Aramburú y el nuevo canciller Alfonso Laferrere. Para algunos observadores la designación de Alconada, aconsejada por Ricardo Balbín, marcaba la preferencia de Aramburu por el dirigente platense de la UCR.

La crisis del radicalismo ya había mostrado sus primeros signos a fines de 1956 cuando el sector de Arturo Frondizi –presidente del Comité Nacional—se lanzó a propiciar un candidato presidencial para presionar al gobierno a llamar a elecciones. El Movimiento de Intransigencia Radical apoyó la fórmula Frondizi-Gómez (creando la Unión Cívica Radical Intransigente) y el sector de Ricardo Balbín (que exigía el voto de los afiliados) constituyó la Unión Cívica Radical del Pueblo, propugnando la fórmula Balbín-Santiago H. Castillo.

En medio de los coletazos militares, el 18 de marzo de 1957, los dirigentes peronistas John William Cooke, Jorge Antonio, Héctor Cámpora, Guillermo Patricio Kelly, Jorge Antonio, Pedro Gomis y José Espejo logran huir de la cárcel de Río Gallegos y exiliarse en Chile. Desde Caracas, Juan Domingo Perón le expresa a Cooke "la satisfacción que he tenido con la piantada espectacular de ustedes. Realmente 'nos saltaron los tapones' cuando recibimos insólitamente la información". Bajo la conducción de Cooke se constituye en Santiago de Chile el "Comando Adelantado" del peronismo, se organizan aún más los grupos clandestinos de la resistencia, los comandos de exiliados y comienzan a cruzar la cordillera de los Andes distintos exponentes de la política argentina. Rogelio Frigerio entre otros.

Mientras se desarrollaba la campaña para la elección de convencionales constituyentes, el sábado 25 de mayo Perón es víctima de un atentado explosivo del cual salió ileso. El General, en esa época, vivía en la quinta "Mema" en la urbanización El Rosal y era custodiado por la policía venezolana. Isaac Gilaberte y Ramón Landajo vivían en otra parte y cuidaban el automóvil Opel de Perón. Cuando Isaac Gilaberte se subió al auto, para ir a buscar carne para ofrecer un asado, y comenzó a conducirlo, se produjo la explosión de una bomba de tiempo. El chofer quedó quedo levemente herido y el auto se incendió. La consecuencia inmediata fue que el embajador argentino, general Carlos Severo Toranzo Montero –que acuso a Perón de fabricar un autoatentado y según el ex presidente el general era "un infradotado, alérgico a cualquier aprendizaje" (Conversaciones con Perón, Enrique Pavón Pereyra, Colihue/Hachette, Buenos Aires, 1978)-, fue declarado persona non grata y en julio el gobierno de Buenos Aires rompió relaciones con Venezuela. El autor del atentado, de apellido Sorolla, pertenecía al Servicio de Inteligencia del Ejército, huyo a Colombia (Cómo se salvó Perón del ataque en Caracas, La Nación, Buenos Aires 31 de julio de 2002).

Isabel, Perón y Sabina Olmos en una fiesta realizada el 31 de diciembre de 1957, Año Nuevo, en la casa del Subjefe de Seguridad de Venezuela, casado con la argentina Zoé Ducós. También asistieron, Hipólito Jesús Paz, Jorge Antonio, Charlo, Guillermo Patricio Kelly, Ángel Borlenghi y Roberto Galán, entre otros
Isabel, Perón y Sabina Olmos en una fiesta realizada el 31 de diciembre de 1957, Año Nuevo, en la casa del Subjefe de Seguridad de Venezuela, casado con la argentina Zoé Ducós. También asistieron, Hipólito Jesús Paz, Jorge Antonio, Charlo, Guillermo Patricio Kelly, Ángel Borlenghi y Roberto Galán, entre otros

Durante la campaña para la elección de convencionales constituyentes, Perón sostenía que el gobierno que convocaba a elecciones era ilegal y al estar excluido el peronismo convertía a la convocatoria en más ilegal. Por lo tanto mandó votar en blanco, abstenerse o anularlo. Arturo Frondizi mientras tanto pedía apoyo para consolidar su proyecto "nacional y popular". El 17 de mayo de 1957, Perón le escribe a Cooke: "Lo importante de esto es que Frondizi, habla ya totalmente en Peronista y no solo promete el restablecimiento de todas las conquistas dadas por el peronismo, sino que ha aplaudido públicamente a las mismas, declarando que el peronismo tiene el honor de haberlas otorgado" (Correspondencia Perón-Cooke, Tomo I, Editorial Granica, Buenos Aires 1973).

Finalmente, el 28 de julio constató que los votos en blanco eran mayoritarios: 2.119.147; la UCRP (Balbín); 2.117.160 y la UCRI (Frondizi) con 1.821.459.

El 30 de agosto de 1957 se inauguraron las sesiones de la Asamblea Nacional Constituyente -con 210 convencionales- y en el mismo acto los 75 constituyentes que respondían a Frondizi se retiraron, argumentando la ilegalidad del cuerpo, de acuerdo a lo prometido en la campaña electoral, dejando a la convención con un quorum precario. Casi tres meses más tarde -15 de noviembre-también se retiraron los demócratas y un sector de la Unión Cívica Radical del Pueblo. El proyecto de reforma inspirado por el gobierno de Aramburu había fracasado.

A los pocos días comienzan conversaciones más serias entre la UCRI y el "Comando Adelantado" del peronismo en Chile. Por allí pasaron el entonces frondizista Ricardo Rojo (ex abogado de Cooke cuando fue detenido por el Gobierno Provisional), Ramón Prieto (era un talentoso sindicalista español, emigrado de España, periodista y ensayista, hombre de confianza de Rogelio Frigerio y autor de "El Pacto") y Rogelio Frigerio. A diferencia de otros miembros, John William Cooke era partidario de la salida electoral y de preparar al Movimiento para las batallas en las urnas, contó Ramón Prieto en "El Pacto". En la capital trasandina, Cooke y Rogelio Frigerio concuerdan un primer documento destacando que se deben "valorar todos los imponderables que habría que resolver de una manera orgánica antes que dos fuerzas como el peronismo y la UCRI encontraran puntos de coincidencia que las unificaran en la acción".

Con el Informe Político en la mano y otros papeles (que poseo), Ramón Prieto llegó a Caracas -por tres días- a mediados de noviembre (no diciembre como dicen algunos autores que trabajan sin documentos). Ya para esas horas, Perón contaba con un larguísimo informe de Cooke de fines de agosto de 1957, que sostenía: "Cerrado el camino insurreccional inmediato, no podemos pensar en mantener la unidad mediante un nuevo voto en blanco que de triunfo a la Tiranía. Hay que buscar una solución de tipo político".

Juan Domingo Perón recibió el emisario frondizista en su humilde departamento de la Avenida Urdaneta. En la ocasión, el enviado de Frigerio le trazó un sucinto panorama, reconociendo que el peronismo era todavía la mayoría; que la UCRI rompía el frente antiperonista y que si el frondizismo se abstenía o votaba en blanco institucionalizaría a la fracción más reaccionaria de la Revolución Libertadora. Luego de una larga exposición, Prieto se retiró y volvió al día siguiente para seguir conversando. Tras unas primeras palabras sobre la situación militar a la que Perón le otorgaba especial atención, el dueño de casa dijo: "He pensado sobre el informe. Lo creo objetivo y veraz. Para ustedes la salida está en empujar a Frondizi a que profundice la quiebra de la unidad antiperonista y, en última instancia darle apoyo electoral para que liquide al continuismo. Pero esa maniobra requiere una conversación a fondo con alguien que lo represente, porque presupone compromisos mutuos que, aunque deban permanecer en reserva para evitar la contra-maniobra gorila, yo no voy asumir sin debatirlos con ese emisario".

A continuación Prieto sugirió que el enviado sería Rogelio Frigerio, director del semanario "Qué", muy leído por el ex mandatario, y Perón aceptó.

Pocas horas antes de la cumbre con Frigerio, Perón convocó a un grupo de dirigentes peronistas para transmitirles lo que estaba sucediendo con el frondizismo, escucharlos y tomar una decisión. En dicho plenario el ex presidente dijo: "Frondizi está insinuando que lo apoyemos; a cambio llamaría a nuevas elecciones completamente libres. Como ustedes saben han venido para que yo decida sobre este tema, lo voy a pensar y en pocos días más voy a tomar una decisión".

Cuando salió de la habitación, en la que solo quedó Borlenghi, Cooke me dijo: "Ya está decidido. Y me pidió que fuera al edificio Bolívar a poner un telegrama a Chile: "Que viaje Roberto". El tal "Roberto" era Frigerio (Esto lo relata Enrique Oliva -Francois Lepot- en una nota. No coincide con el texto del telegrama acordado con Prieto).

El 3 de enero de 1958, Rogelio Frigerio llegó a Caracas para dialogar con Juan Domingo Perón. Años más tarde le contaría al periodista Fanor Díaz: "Tuvimos dos o tres días de extensas e intensas conversaciones hasta que debimos interrumpirlas, felizmente cuando habíamos tratado las cuestiones fundamentales, en razón del movimiento militar que derrocó a Pérez Jiménez".

Frigerio, sin ponerse nervioso, le explicó al periodista Fanor Díaz que en el momento de su encuentro con Perón en Venezuela el peronismo se encontraba aislado. Por dos razones: por las acciones violentas de la resistencia "que inicialmente fue alentada por el propio Perón" y el "votoblanquismo" que había llevado a "automarginarse, de dejar el campo libre al enemigo, y había sido admitido a regañadientes por las bases". Para Frigerio "la iniciativa (del Pacto) surgió de Perón. Nosotros, si bien no queríamos ser usufructuarios pasivos de la proscripción, no podíamos forzar los hechos. Debíamos limitarnos a hacer lo posible para que las condiciones del entendimiento maduraran naturalmente […] A mi regreso "Qué" hizo la crónica de mi visita a Caracas bajo el título "Misión Cumplida". Todo estaba muy claro, no había nada espurio ni oculto. No ocurría lo mismo, más tarde, con otros visitantes que Perón recibiría en secreto durante su largo exilio." "Le voy a contestar concretamente, con las evidencias de que nuestro acuerdo con Perón no fue secreto".

El documento contenía cláusulas muy concretas y tiempos para cumplirlas, en lo social, sindical (normalización de los sindicatos, etc.); político (anulación del decreto que prohibía al peronismo); interdicciones; devolución de los bienes de la Fundación Eva Perón; reemplazo de los miembros de la Corte Suprema. Perón se comprometía a "interponer sus buenos oficios y su influencia para lograr el clima pacífico y de colaboración popular indispensable para llevar a cabo los objetivos establecidos en el presente plan". Frondizi, a su vez, se comprometía a "arbitrar los medios para el cumplimiento de las cláusulas precedentes".

Al margen del Pacto las partes acordaron que el futuro embajador argentino en los Estados Unidos "sería designado con la aprobación del peronismo". El Pacto lleva fecha "Febrero de mil novecientos cincuenta y ocho". Es decir se aprobó definitivamente en República Dominicana.
También Enrique Oliva puso su nota de color en su relato sobre el armado del Pacto: mientras hablaba Frigerio se animó a preguntarle a Perón "¿por qué no ponemos esto y aquello?", y Perón decía: "Sí m'hijo, póngalo".

Si bien el general Marcos Evangelista Pérez Jiménez sofocó el conato militar que estalló el 1º de enero de 1958, dos semanas más tarde volvió a producirse un levantamiento cívico militar que lo obligó a huir de Venezuela a la tierra de Rafael Leónidas Trujillo. Durante horas Caracas fue tierra de nadie, escenario de saqueos, enfrentamientos en las calles, muertos, asaltos, el caos total. En su apuro por escapar, la señora de Pérez Jiménez olvido en el aeropuerto una valija con no menos de de dos millones de dólares. Ante la posibilidad de un atentado a su persona, Perón, Isabel, Américo Barrios y Cooke se refugian en la embajada dominicana. Perón cuenta en "Yo, Juan Domingo Perón" que los hechos sangrientos de las calles de Caracas revelan, a su juicio, el carácter comunista de la revolución que arrojó a Marcos Pérez Jiménez "fue obra de curas y comunistas aliados".

John W. Cooke, Isabel, Américo Barrios y Ramón Landajo llegan a República Dominicana
John W. Cooke, Isabel, Américo Barrios y Ramón Landajo llegan a República Dominicana

El 27 de enero de 1958, Juan Domingo Perón partió a la República Dominicana e Isabelita viajó unos días más tarde. Inicialmente, el ex presidente se instaló en el Hotel Jaragua pero como era muy caro Trujillo lo albergó en el Hotel Paz que era del gobierno. Allí estará el primer año en la isla. Como se encontraba muy pobre, Trujillo le entregó 25.000 dólares. Pocos días más tarde llegan a "Ciudad Trujillo" (Santo Domingo) Isabelita, Cooke, Landajo y el periodista Américo Barrios.

Según sostienen los periodistas que trabajaron en "Yo, Juan Domingo Perón" y que lo hicieron sobre la base de muchas horas de grabación en Puerta de Hierro, España, Perón al llegar a República Dominicana no tenía un peso. Comentó que "los muchachos no tienen ni para los puchos" y que el presidente Trujillo lo ayudó.

Jorge Antonio dirá más tarde que "le llevaron 85.000 dólares a Perón, el propio Frigerio los llevó" (Jorge Antonio, reportaje en Noticias, enero de 2004. Tomado de Argentina 1950-1980, de Mariano Caucino). Si lo hizo no fue en Caracas porque como hemos visto llegó a "Ciudad Trujillo" con lo puesto y "El Benefactor" debió socorrerlo. Una de las tantas inexactitudes de la historia.

Será en Venezuela donde González Torrado volvió a juntarse con su esposa y sus hijos que llegan a Caracas en el buque "Río Jachal". Como estaba escaso de dinero –lo mismo que Juan Perón- la familia González Torrado vive en la casa del conocido animador televisivo Roberto Galán. Él va a estar presente en Caracas cuando Rogelio Frigerio viaja para entrevistarse con el ex presidente Perón y delinear lo que se denominará el Pacto de Caracas.

Tras la revolución contra el general Marcos Pérez Jiménez -en la que Cora de González Torrado es una de las personas que gestiona el asilo de Perón en la embajada dominicana, junto con el Nuncio Apostólico- la familia González Torrado se traslada a República Dominicana (Estos detalles los brindó Rolando González Bunster).

Roberto Galán, Isabel, Perón y Cora González Torrado en una playa dominicana (del álbum familiar de la familia González Bunster)
Roberto Galán, Isabel, Perón y Cora González Torrado en una playa dominicana (del álbum familiar de la familia González Bunster)

El 1º de Mayo de 1958, el doctor Arturo Frondizi asumió el cargo de Presidente de la Nación. "El Flaco", como algunos le decían, alto, con sus inconfundibles anteojos con armazón de carey, trazado con un impecable frac pronunció su discurso inaugural ante la Asamblea Legislativa (no se presentaron los diputados nacionales de la UCRP), con las presencias de numerosas delegaciones extranjeras –destacándose el mandatario peruano Manuel Prado y el vicepresidente estadounidense Richard Nixon-, el nuevo pronunció un largo discurso , en el que destacó: "Es necesario sellar definitivamente el reencuentro de los argentinos; eliminar los motivos de encono, los pretextos de revancha y los últimos vestigios de persecución.
Debemos extirpar de raíz el odio. El pasado queda a nuestras espaldas. No nos volveremos a remover las culpas ni a deslindar responsabilidades".

Al instalarse en la Casa Rosada, Frondizi comenzó a moverse dentro de los límites que le fueron marcando las fuerzas militares y políticas de la oposición. El clima que se respiraba era la imprevisibilidad. No se sabía que problema estallaría al día siguiente mientras se trataba de gobernar un país fragmentado.

En las primeras semanas se cumplió con un punto del Pacto al dictar una amnistía del que salió beneficiado el peronismo. Luego vendría el cambio de los ministros de la Corte Suprema de la Nación y se declaró al Poder Judicial "en comisión". El 24 de julio se anuncia un plan petrolero destinado a lograr el autoabastecimiento. Se promulgó la Ley de Asociaciones Profesionales y se devolvió la personería a la Confederación General Económica, dirigida por José Ber Gelbard. En septiembre, el Presidente enfrenta durante doce días una crisis en la Fuerza Aérea.

Durante toda su gestión Arturo Frondizi hubo de soportar innumerables planteos militares que fueron erosionando su poder y su gestión. La inestabilidad fue la marca de la época y el Pacto era la cuestión o la excusa para frenar los cambios.

Desde lo más profundo del archivo personal de Juan Domingo Perón, surge, más de seis décadas después, un inventario escrito por el propio Perón de cuánto fue recibiendo de Rogelio Frigerio, o del gobierno de Arturo Frondizi. El ex presidente -detallista como era- se encargó muy bien de dejar asentado: "Luis Ramón González Torrado. Sobre el dinero que entregó por encargo del Gobierno (Frigerio)".

Para ser sincero no encuentro explicación de por qué no se lo ayudó antes a Perón y tuvo que auxiliarlo "El Benefactor", general Rafael Leónidas Trujillo. Al mismo tiempo me permito reiterar y preguntar: ¿No era que Perón se había llevado una fortuna de su paso por el gobierno?
Arturo Frondizi asumió como Presidente de la Nación el 1º de Mayo de 1958. Del primer documento surge que el primer pago que el gobierno constitucional de la Argentina le hizo al General fue el 8 de agosto de 1958. ¿Por qué? La explicación lógica que reconozco es que en el Pacto se convino que las "medidas" acordadas "se adoptarán dentro de un plazo máximo de noventa (90) días a contar desde la asunción del mando".  Para las medidas de "normalización…de los sindicatos y la Confederación General del Trabajo, todo se cumplirá en un plazo de ciento veinte (120) días". La entrega del primer pago se realizó a los 120 días de haber asumido Frondizi la Presidencia de la Nación.

"Según González Torrado cobró", anotó Perón en un segundo "arqueo" de sus bienes, en el que dejó constancia que Luís González Torrado le cobró una "comisión" por las gestiones. En total, hasta ese momento, Juan Domingo Perón recibió 475.000 dólares.

Apunte manuscrito por Perón de las sumas recibidas por el Pacto de Caracas
Apunte manuscrito por Perón de las sumas recibidas por el Pacto de Caracas

Como Perón entendía que el Pacto no se estaba cumpliendo, bajo la consigna "al que me engaña una vez, lo perdono; al que me engaña dos veces, lo maldigo; si me engaña tres veces, me maldigo", Juan Domingo Perón, en junio de 1959, denuncia su pacto con Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio, dando a conocer su texto. De ahí a una severa crisis militar había sólo un paso. El planteo se va a desarrollar ante el silencio de la sociedad y termina con los desplazamientos del Secretario, general Solanas Pacheco, y el subsecretario de Guerra. Parecía una "chirinada" pero se llevó puesto a algunas de las figuras más destacadas del gabinete presidencial. Entre otras al canciller Carlos Florit.

Perón e Isabel llegan a España

Según el historiador Joseph Page, para Juan Perón se acercaba el final de su período de "vacación y holganza" en República Dominicana. Sería mejor denominarlo de "descanso", pero si se observa el tráfico de correspondencia y el listado de visitas, se puede -aunque sea- sospechar que descansó poco. Antes de partir de Ciudad Trujillo, Perón va a escribir una orden: Está destinada "Al Pueblo Argentino", invitando a "repudiar todo acto electoral mediante la emisión del voto en blanco y preparar la lucha integral". La ciudadanía iba ser consultada en las elecciones legislativas del mes de marzo de 1960.

Por lo general a esta consulta de 1960 los historiadores le han prestado escasa atención. En votos positivos ganó la UCRP. Pero lo cierto es que, por primera vez, el voto en blanco ordenado por Perón, supera a cualquier partido político. El escrutinio final de la contienda electoral del 27 de marzo de 1960 arrojó para el voto en blanco 2.176.864 (24,6%); al opositor Unión Cívica Radical del Pueblo 2.109.948; el oficialista UCRI 1.813.455 y la Federación de Centro 685.251. Al voto en blanco peronista hay que sumarle los votos de los partido neoperonistas provinciales (Partido Unión Popular, por ejemplo).

Perón dejaría Ciudad Trujillo y se establecería en España. Según me relató Armando Puente, el primer periodista que lo entrevistó en la Costa del Sol, la llegada del ex presidente a la Península Ibérica fue el resultado de una "operación triangular" de los gobiernos de Frondizi, Franco y Trujillo. Se llega a un acuerdo final: Perón no iba a ir directamente a España sino que, previamente, iba a pasar unos días en Lisboa, Portugal. Ahí estaría 3 o 4 días y luego llegaría a Sevilla para pasar una etapa de "vacaciones", como "turista", de no más de 4 meses y continuaría viaje a otra parte.

Perón sale de Ciudad Trujillo, cruza el Atlántico, pero superadas las Islas Canarias el avión se desvía y aterriza en Sevilla. La maniobra produce en Franco un gran malestar y llega a comentar en privado que "este señor me ha hecho una picardía, ha roto el acuerdo". Como resultado el gobierno español lo reduce en Torremolinos y no le permite seguir viaje a Madrid. En ese pueblo turístico se aloja en el Hotel Pez Espada. Fernando Fernández, el barman del hotel, le cuenta a Armando Puente que Perón "es muy amable, muy sencillo. Ha conversado con algunas personas que han venido a visitarlo, como Francisco Sanz Cajigas, director del diario Sur. Nunca ha ido a la playa, ni él ni doña Isabel. A veces se sienta en el bar, al borde de la piscina. Se levanta temprano y a las 8 lo veo paseando por los jardines. Solo toma refrescos, nunca alcohol".

La otra historia de la partida a España tiene detalles diferentes. En la madrugada del 26 de enero de 1960, Perón, Isabelita, Américo Barrios, Alberto Manuel Campos y John del Re, un norteamericano amigo de Trujillo, ascienden a un Super Constellation de la empresa Varig que va a realizar un vuelo "chárter" a Lisboa y luego a Sevilla o Málaga. Según Page, en su biografía de Perón, los gastos del vuelo fueron pagados por el presidente dominicano Rafael Trujillo y el costo fue de 28.000 dólares.

A mitad de camino, en pleno vuelo, se presenta una falla mecánica y el avión debe volver a Ciudad Trujillo donde se le cambia un motor. Al descender en la Isla Santa Marta, en el archipiélago de las Azores, se recibe una comunicación del gobierno español solicitando que el avión no baje en Madrid sino en Sevilla (¿hubo cambio de ruta de vuelo?). Perón va a pasar varios meses en la Costa del Sol, hasta instalarse en El Plantío, una localidad que lleva a La Coruña (doce kilómetros de Madrid).

Hay una tercera mirada de la presencia de Juan Domingo Perón en España y es la que él escribió en un documento reservado en diciembre de 1971. El escrito va a explicar las incomodidades que sufrió durante su estancia ibérica.

La mayoría de los historiadores aseguran que el 15 de noviembre de 1961 Juan Domingo Perón y María Estela Martínez se casaron por la Iglesia Católica, en una ceremonia privada que se realizó en la residencia de su médico Francisco Flores Tascón. Según el documento que legitimó la unión matrimonial fue un matrimonio de "conveniencia". En la España conservadora del generalísimo Francisco Franco el concubinato no era bien visto. Existe un detalle: Enrique Pavón Pereyra, el biógrafo oficial de Perón, en su libro "Perón, el hombre del destino" relató que el matrimonio se realizó el 5 de enero de 1961 en la casa de Flores Tascón y que por un tiempo prudencial no se dio a conocer.

Isabel y su esposo con un transeúnte por una calle de Madrid
Isabel y su esposo con un transeúnte por una calle de Madrid

1962 marcó uno de los años más difíciles para la Argentina postperonista. Comenzaba su séptimo año de exilio -desde septiembre de 1955- y ya habían pasado tres mandatarios. Dos de facto, los generales Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu. El tercero, Arturo Frondizi -todavía no lo sabía- transitaba sus últimos tres meses en la Casa de Gobierno y llegaría el cuarto mandatario, José María Guido, el senador por la provincia de Río Negro. La inestabilidad era llamativa. Como botón de muestra, una ciudadanía observaría en silencio como en septiembre de 1962 dos sectores de las Fuerzas Armadas se enfrentaban con las armas en la mano. No sería la última vez, la misma escena se repetiría en abril de 1963.

El radicalismo se encontraba dividido desde 1956 y en términos electorales podían constituir alternativamente el papel de primera minoría, simplemente porque el peronismo continuaba proscripto, aunque seguía disputando el poder. Como bien decía el poeta Julián Centeya: "Los peronistas, si no están adentro, están en la puerta, pero siempre están alrededor del quilombo".

Como manifestación de la inestabilidad -del "quilombo"- que reinaba en la Argentina, veamos una suerte de memorándum que Rogelio Frigerio le mando a Juan Domingo Perón, el 16 de enero de 1962. Cinco días antes, Frondizi había enfrentado otra crisis de gabinete.

Frigerio se encontraba dando una de sus últimas batallas. En marzo su Presidente y amigo sería enviado preso a la Isla Martín García y él viviría en la semiclandestinidad o viajaría al exterior. Los militares lo odiaban casi más que a un peronista y los secretarios militares, a finales de ese mes de enero de 1963, se habían comprometido a no "admitir la restauración del régimen de oprobio derrocado por la Revolución Libertadora, ni el retorno de Juan Domingo Perón".

El domingo 18 de marzo de 1962, el peronismo, bajo la sigla Unión Popular, se impuso holgadamente en la provincia de Buenos Aires. También lo hizo bajo otras denominaciones en El Chaco, Santiago del Estero, Misiones, Neuquén, Río Negro, La Pampa, Tucumán, Jujuy y San Juan, mientras que el oficialismo triunfó en Capital Federal, Entre Ríos, Corrientes, Santa Cruz y Tierra del Fuego. Era una catástrofe. Esa misma noche, el ministro Alfredo Vítolo concurrió a una reunión militar en el comando de la Aeronáutica, donde se le plantearon una serie de exigencias: desde la intervención a las provincias, con nulidad de los comicios, hasta la disolución del Parlamento y la anulación de la Ley de Asociaciones Profesionales.

La Armada, por su parte, el lunes 19, en reunión de almirantes, pidió la renuncia del presidente. El contralmirante ( R ) Teodoro Hartung, embajador en Londres, sería el encargado de solicitar la dimisión. El resultado fue negativo. Ninguna gestión conciliadora conseguiría aplacar la furia de las FF.AA. Quedó, entonces, una última prueba: el viernes 23, Laureano Landaburu, ministro del Interior de la Revolución Libertadora, se entrevistó con Arturo Frondizi durante el mediodía. De la reunión salió ungido como mediador el ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu, con el objetivo de asegurar "a todo trance el orden constitucional". Mientras pasaba el tiempo, algunos, como el teniente general Raúl Alejandro Poggi, imaginaban que podían reemplazar al primer mandatario.

El ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu se reunió con Arturo Frondizi en una gestión mediadora que fracasó
El ex presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu se reunió con Arturo Frondizi en una gestión mediadora que fracasó

La tapa de La Nación del 26 de marzo de 1962, titulaba: "La Marina sugirió a Frondizi que dimita". La del 27 la respuesta del gobierno: "Niégase el presidente a presentar su renuncia" y, al mismo tiempo, da a publicidad una carta a Frondizi del mediador, Aramburu, en la que finaliza diciendo: "En nombre de ese orden (jurídico), la Nación pide a Usted un noble renunciamiento. Lo pide y lo espera de su reconocido patriotismo".

Siendo las 2.30 del 29 de marzo, el secretario de la Armada, almirante Clement, le manifestó: "Quiero informarle que se acaba de adoptar la fórmula tres [derrocamiento de Frondizi]. Lo lamento mucho, pero yo no puedo hacer nada y dentro de un rato lo va a visitar el jefe de la Casa Militar". Pocas horas más tarde, Frondizi era conducido preso a la isla Martín García, en un DC-3 T-01 de la Fuerza Aérea. Al día siguiente, La Nación comunicaba a la sociedad que "ante la Corte Suprema juró el doctor (José María) Guido". (La crónica del derrocamiento de Frondizi en Fue Cuba, Juan Bautista Yofre, Editorial Sudamericana, Buenos Aires 2014)

El corto período presidencial de José María Guido sufrió los vaivenes de la indisciplina militar; las disputas de los bandos castrenses con hegemonía en esos días y la convocatoria a elecciones presidenciales en 1963, sin el peronismo y una crisis económica que no daba tregua. Del dramático listado, lo peor ocurrió cuando dos grupos castrenses se enfrentaron para dirimir el futuro de las Fuerzas Armadas y el destino del poder en la Argentina. Todo ante una sociedad que miraba atónita la ocupación de los espacios públicos con tropas y vehículos mecanizados. Fue el enfrentamiento entre Azules (legalistas) y Colorados (profundamente antiperonistas).

En Agosto de 1962, mientras los militares argentinos discutían el poder con el presidente José María Guido y se preparaban para el primer enfrentamiento armado entre Azules y Colorados, con la vista puesta en las elecciones presidenciales -y todavía no se sabía cuál iba a ser el destino del Partido Justicialista-, en Cuba comenzaba a prepararse un contingente integrado por soldados cubanos, que haría la primera intervención armada castrista en la Argentina (1964).

En la primera semana de agosto de 1962, luego de su fugaz encuentro con Ernesto Guevara, el argentino Ciro Bustos fue llevado a una "casa de protocolo" – que estaba en poder de la Seguridad del Estado- en el barrio habanero de Miramar. "Casa de protocolo" es un eufemismo. Eran simples casas robadas a sus antiguos moradores o abandonadas por dueños que huyeron antes y después que la revolución castrista se declarara comunista. En una de esas amplias residencias con jardín, Bustos conoció a Jorge Ricardo Masetti, ex director de la agencia noticiosa castrista Prensa Latina. Según recuerda en su libro El Che quiere verte, la primera pregunta que Masetti le hizo fue:

"¿Cuánto tiempo estuviste en Salta?", "¿Hay sierras cerca del ingenio Tabacal?" A partir de allí tocaron varios temas y conversaron como "dos argentinos en un café". El contingente se entrenó en un PETI en acciones terroristas, y partía rumbo a Argel en noviembre de 1962. En el aeropuerto de Rancho Bolleros, contó Ciro Bustos, estuvo Manuel "Barbarroja" Piñero Losada, jefe de la Inteligencia castrista. Lo que quiere decir que partieron con la bendición de comandante Fidel Castro. El grupo estaba integrado por "Segundo" Jorge Masetti, "Luciano" Bustos, "Furry" Abelardo Colomé Ibarra , "Hermes" Peña , Leonardo Wertheim y los chaqueños "Basilio" Federico Méndez y "Miguel". En la Praga comunista los esperaban Jorge "Papito" Serguera Riverí, embajador cubano en Argel, y su equipo para guiarlos en el aeropuerto y llevarlos a un hotel.

El 2 de abril de 1963 se vuelve a repetir un conato militar. A través de dos radios ocupadas por los sublevados se transmite una proclama firmada por el general (R) Benjamín Menéndez, en nombre de los Colorados, apuntando al gobierno de "fraudulento y anárquico, antidemocrático, inconstitucional e ilegal, sin sentido moral ni de Patria, huérfano de opinión".

Más que el Ejército es una revolución de la Armada contra Guido, en un intento por impedir la conformación del Frente Nacional y Popular (que integraría el peronismo); dar marchas atrás al Comunicado 150 y la proscripción definitiva de los partidos de formación peronistas. Detrás de Menéndez están los almirantes Isaac Rojas, Arturo Rial y Sánchez Sañudo.

La Flota de Mar se despliega, tropas de Infantería de Marina ocupan La Plata y aviones navales de la base Punta Indio bombardean el VIII Regimiento de Caballería Blindada de Magdalena que comanda el coronel Alcídes López Aufranc y ocupan el V Regimiento de Infantería de Bahía Blanca. Esta vez hay heridos y muchos muertos. El Ejército Azul se moviliza y el general Juan Carlos Onganía da a conocer su Comunicado 151 anunciando una acción violenta contra "los totalitarios que creen en la dictadura militar como solución nacional e intentan nuevamente negar al pueblo el derecho a construir su propio futuro… Ellos quieren pensar y decidir por usted. El Ejército argentino se compromete a eliminar a la minoría antidemocrática, causante principal de la crisis". La Fuerza Aérea vuelve a inclinar la balanza en favor de los Azules. La Base Puerto Belgrano es ocupada por el Ejército y la Base Aeronaval de Punta Indio es prácticamente destruida: cuando los efectivos del VIII Regimiento Blindado entraron en Punta Indio, 24 aviones navales se encontraban destrozados en la pista; cinco infantes de Marina resultaron muertos y el comandante de la Base, capitán de navío Santiago Sabarots había huido a Montevideo. En definitiva, el jefe naval había transitado el mismo camino que en 1955: bombardeó la Plaza de Mayo y escapó a la capital uruguaya. Al finalizar los enfrentamientos quedo como saldo total 27 muertos y 87 heridos.

El Frente Nacional y Popular (Unión Popular, UCRI, Conservador Popular y afines) oficializó su fórmula presidencial con Vicente Solano Lima y Carlos Sylvestre Begnis con el público apoyo de Juan Domingo Perón. El victorioso Bando Azul –el que sostenía que el pueblo debía votar—finalmente se tiño de "colorado" y avaló el decreto presidencial Nº 7165/62 que restablecía el decreto Nº 4161/56 que prohibía cualquier tipo de afirmación ideológica o propaganda peronista y llegaba a prohibir nombrar a Perón y su esposa María Eva Duarte.

En junio de 1963, la Corte Suprema de Justicia ratificó la constitucionalidad del Decreto 4161 y fueron proscriptos los candidatos del Frente Nacional y Popular: El miércoles 19 de junio de 1963, bajo la consigna del ministro Osiris Villegas de "no habrá retornismo", el gobierno proscribe al neoperonista partido Unión Popular; el 3 de julio el Frente Nacional y Popular determina votar en blanco y al día siguiente "las 62" se pliegan al voto en blanco.

Como resultado de la medida, el 7 de julio de 1963 el candidato de la Unión Cívica Radical del Pueblo, Arturo Umberto Íllia, salió electo Presidente de la Nación con el 25, 2 % del electorado. El voto en blanco superó el 19% y la UCRI alcanzó 16,4 %. Como apuntó el historiador Robert A. Potash, "Íllia era un presidente minoritario", pero "aun así la legalidad de su status como Presidente constitucional estaba concedida por la mayoría de los sectores políticos" (que lo respaldaron en el Colegio Electoral) "y también los militares". Años más tarde, los generales Azules-Legalistas derrocarían a Illia e instaurarían la dictadura de Juan Carlos Onganía.

En los últimos minutos de 1963, Juan Perón se dirigió al tocadiscos y puso uno de sus temas preferidos. En segundos, la inconfundible voz de Carlos Gardel comenzó a sobrevolar el modesto salón de la calle Arce 11 de Madrid. La miró a "Isabel", su esposa , y la invitó a bailar. No fue una noche cualquiera. Fue una noche de contradicciones en el aire: afuera imperaba el invierno ibérico mientras él pensaba en el tórrido Buenos Aires.

Cuando las campanas saludaban el nacimiento de 1964, el dueño de casa, Juan Domingo Perón Sosa, levantó su copa para brindar, y mirando rápidamente a Enrique Pavón Pereyra, su biógrafo, dirigió su vista a los invitados diciendo: "Este es el último advenimiento de un Año Nuevo que celebro fuera de mi Patria".

En esa misma noche mágica apareció otra contradicción. La más importante: dijo que era el último Año Nuevo afuera de la Argentina pero en realidad visitaba terrenos en las cercanías de Madrid para instalarse por un largo tiempo o definitivamente. Mientras en las paredes del Gran Buenos Aires se pintaba el "Perón Vuelve", el 14 de abril de 1964 ante el escribano (notario) Luis Sierra Bermejo, Perón y María Estela Martínez Cartas firman las escrituras de una propiedad en barrio Fuente de la Reina, más tarde conocido como Puerta de Hierro. Perón estaba imaginando la quinta "17 de octubre" de la calle Navalmanzano 6, por donde pasaría -con el correr de los años- gran parte de la dirigencia argentina, hasta su retorno definitivo en 1973.

Isabel y Perón con el dirigente sindical textil Laholaberry después de su operación
Isabel y Perón con el dirigente sindical textil Laholaberry después de su operación

El 20 de enero de 1964, luego de severo examen practicado por el doctor Antonio Puigvert, Perón fue operado de "un tumor benigno de próstata" en la clínica Covesa (Mi vida y otras más, Doctor Antonio Puigvert, Espejo de España, Madrid 1981).

Mientras se reponía de la intervención quirúrgica había leído unas declaraciones de Augusto Timoteo Vandor -en el semanario Primera Plana- al cumplirse tres meses de la gestión radical: "Illia no le es útil al país ni siquiera como médico. Figúrese que el país está enfermo y el buen hombre no lo ha advertido. ¿Qué se puede esperar de un presidente que cuando lo agobian los problemas desaparece de la Casa Rosada y se va a tomar mate a la Plaza San Martín?". Parecía una declaración de Guerra, aún más cuando advirtió: "O cambia de rumbo o cae". El 18 de mayo el sindicalismo lanzó el Plan de Lucha y se llegan a ocupar 10.000 establecimientos en todo el país: alrededor de cuatro millones de obreros en huelga. Entre otros objetivos el Plan de Lucha exigía el retorno de Perón a la Argentina.
A los pocos días de salir del hospital Perón le concedió un reportaje al redactor del semanario Primera Plana, Osiris Troiani, en el que volvió a reiterar con detalles el pacto con Arturo Frondizi: "El pacto es real y las cuatro firmas son auténticas. Lo tengo ahí adentro, después se lo muestro […] si nos absteníamos ganaba Balbín". Se refirió con despecho hacia Frondizi "fue entregando al león a todos sus amigos, hasta que el león, no teniendo ya a quién comer, se lo comió a él".

A comienzos de agosto Perón e Isabel parten a Benidorm, Alicante, para pasar unas cortas vacaciones. Residen en el Gran Hotel Delfín, con vista al mar, restaurante con buena comida mediterránea y amplia pileta de natación. Mientras están a orillas del Mar Mediterráneo como simples turistas, comienzan a llegar a Madrid los más importantes dirigentes políticos y, preferentemente, sindicales del peronismo. Concurren a participar de una cumbre y, mientras esperan la vuelta del jefe del movimiento, pasean por la capital española, se reúnen en el café "Zahara" y, desafiando el intenso calor, transitan por la Gran Vía. Entre otros, viajaron: Alberto Iturbe, Delia Parodi, José Alonso, Augusto Timoteo Vandor, Gerónimo Izetta, Adolfo Cavalli, Luis Ratti, Carlos María Lascano y Jerónimo Remorino. Las reuniones duraron hasta el 20 de agosto y se llevaron a cabo en Puerta de Hierro, donde Perón había inaugurado su residencia "17 de Octubre". En esa cumbre se establecieron las directivas generales de la "Operación Retorno" y los presentes convinieron en un documento "Secreto" en el que se fijan las pautas para cada una de las ramas del Movimiento Peronista. En el archivo del ex presidente quedó archivada una copia, con su firma, el 2Ejemplar Nº 4″.

En noviembre, con la mayor discreción, partieron a Madrid los cinco miembros que acompañarían a Perón en su viaje de retorno (Delia Parodi, Augusto T. Vandor, Andrés Framini, Carlos Lascano y Alberto Iturbe, a los que se agregó Jorge Antonio), mientras que en el país se integraba un comando ejecutivo, con Adolfo Cavalli por los gremialistas e Hilda Pineda por las mujeres, al frente de la Operación Retorno.

El miércoles 2 de diciembre de 1964, en la ciudad de Madrid, Juan Domingo Perón ponía en marcha la "Operación Retorno" a la Argentina. La iniciativa fracasó cuando el gobierno brasileño, a pedido del canciller argentino, Miguel Ángel Zabala Ortiz, impidió que la máquina DC-8, Velázquez, de Iberia que trasladaba Perón y sus acompañantes -y que hacía escala en Río de Janeiro-continuara viaje a Buenos Aires. En el imaginario popular, el avión negro que devolvía a Perón a su país tuvo que retornar a España. El ex presidente argentino fue reconvenido por las autoridades de Francisco Franco y en un momento se pensó que iba a ser expulsado de la península. Hasta aquí le versión más extendida. Sin embargo, en "Las Directivas Generales" secretas no se daba a conocer la hoja de ruta del vuelo. De acuerdo a una entrevista que el escritor Tomás Eloy Martínez le hizo en Caracas (1977) a Juan Manuel Algarbe, el entonces secretario privado de Perón, para su libro "Las Memorias del General" el itinerario final era: aterrizar en Montevideo, luego desplazarse en un vuelo privado a Asunción y allí esperar un levantamiento popular que facilitara el regreso del exiliado ex mandatario.

Primera página de la declaración escrita por Perón mientras se hallaba detenido en el aeropuerto de Río de Janeiro
Primera página de la declaración escrita por Perón mientras se hallaba detenido en el aeropuerto de Río de Janeiro


Isabel, de simple testigo a protagonista.

Mientras muchos aventuraban que Juan Domingo Perón era una figura del pasado, el domingo 10 de octubre de 1965, llegó a Buenos Aires María Estela Martínez Cartas de Perón, Isabel, para el común de la gente o Chabela para su marido. Tres semanas antes, Perón le escribió a Pablo Vicente intentando que el gobierno uruguayo le permita pasar un tiempo en Montevideo, pero el consulado uruguayo en Madrid le puso "toda clase de dificultades […]
Naturalmente que podría ir por Paraguay sin ninguna dificultad a pesar de que allí muchos dicen que es una dictadura, pero la línea natural no es esa para viajar a la Argentina". En la carta le pide a su delegado en Montevideo que no deje de informarlo al Doctor (Eduardo Víctor) Haedo, sobre "este incidente desgraciado". "Mi señora va a Buenos Aires por asuntos de familia, ya que ella no tiene nada que ver con mí situación política y por necesidades propias debe hacer una escala de uno o dos días en Montevideo".

Apenas llega, Isabel se instaló en el 5º piso del clásico Hotel Alvear de la Recoleta, lo que le permitía asistir a la Iglesia del Pilar hasta que tuvo un incidente en su claustro principal cuando una señora la increpó a los gritos. Al día siguiente, cuando la noticia salta a los periódicos, varios grupos antiperonistas se manifiestan sobre la avenida Alvear y se producen violentos choques con jóvenes sindicalistas y de la Juventud Peronista. El miércoles 13, la señora de Perón es invitada a mudarse al hotel de la Federación Argentina de Luz y Fuerza, de Callao 1740. La mudanza no calmó los ánimos porque nuevamente se repitieron incidentes. Isabel no vino a ocuparse de cuestiones familiares, como dijo el ex presidente a su delegado en Montevideo, porque a su familia riojana prácticamente no la vio. Llegó como Delegada de Perón para intentar poner orden dentro del partido y enfrentar a todos aquellos que sostenían un peronismo sin Perón bajo el lema: "Hay que estar contra Perón para salvar a Perón".

Trajo un mensaje de unidad y sus primeros pasos fueron en esa dirección cuando comenzó por reunirse con los dirigentes de las más variadas líneas. Luego de varias reuniones en Buenos Aires, comenzó una gira por el interior acompañada por dirigentes y legisladores partidarios: Córdoba, San Luis, Mendoza, San Juan, La Rioja, Tucumán, Salta, Catamarca.

El 3 de noviembre de 1965, mientras Isabel se reunía con algunos miembros de la Junta Coordinadora del Justicialismo, Perón le escribía al Mayor Vicente que "el viaje de Isabelita se desarrolla magníficamente por el interior. Lo que ha pasado en la reunión de Avellaneda el 24 de octubre es la consecuencia de los malos procedimientos que vienen desarrollando los de la conducción y que ven ahora que las cosas se les pueden volver difíciles, comienzan a curarse en salud y a buscar pretextos para cubrir las macanas que vienen haciendo desde hace mucho tiempo. Fue precisamente la protesta generalizada de los peronistas de todas partes lo que me indujo a mandarla a Isabelita para que trajera la verdad de lo que estaba ocurriendo allí y como los dirigentes ven ahora que no van a poder seguir mintiendo tratan de justificarse de diversas maneras […] Yo no quiero defenestrar a nadie porque eso es perjudicial para el Movimiento pero espero que se van a defenestrar ellos solos porque el que procede mal sucumbe víctima de su propio mal procedimiento. […] He escrito a Alonso y a Framini (y) estoy esperando para tener informaciones serias y precisas de cómo son las cosas para proceder de inmediato".

El dirigente metalúrgico Augusto Timoteo Vandor dialoga con Isabel Perón
El dirigente metalúrgico Augusto Timoteo Vandor dialoga con Isabel Perón

Desde Madrid el ex presidente manifiesta no querer "defenestrar a nadie" pero lo cierto fue que el 18 de noviembre un importante grupo de gremios eligió a Isabel como Delegada de su marido y Alberto Iturbe fue desplazado.

En el archivo más secreto de Perón me encontré con un cuadernillo constituido por varios memorándums que redacto para los militares que lo consultaron, ante la posibilidad del derrocamiento de Illia. El cuadernillo se cierra con un largo Memorándum de 8 carillas, con fecha Octubre de 1965, destinado a los jefes militares en el poder en el que trata más ampliamente la triste situación argentina, advirtiendo que "no pongo ni acepto condiciones para mí retorno al país".

Aclara que su colaboración se debe que la Argentina marcha peligrosamente hacia el abismo como consecuencia de estos diez años sin gobierno. Expone crudamente, en la irreversible letra de un Memorándum, la necesidad previa de pacificar a la población argentina en latente estado de lucha enconada, producida desde 1955 y provocada por la intemperancia. Lo hace un lustro antes de que su Movimiento se vea infectado por la penetración castrista, aunque también advierte sobre el negativo papel de Washington en la Argentina y el continente. En la lista de los males que azotan la Argentina, Perón sostiene que "se suma hoy uno no menos peligroso: el comunismo" y les imputa a los militares "el libre acceso que se ha dado a los verdaderos dirigentes embozados del comunismo a las funciones públicas, especialmente a las universidades, en las que han actuado desde 1955 los principales agentes argentinos del comunismo internacional. Al combatir la doctrina peronista se ha dado un impulso inusitado al comunismo en el país".

Como bien se observa en el documento, mecanografiado y corregido a mano por Perón, está escrito en octubre de 1965 y la violenta década del 70 estaba a la vuelta de la esquina. Está fechado el mismo mes en que Isabel vino como Delegada y se quedó más de medio año. Me permito preguntar: ¿Trajo Isabel el Memorándum? ¿Quién lo pidió y a quién se lo entregó?

Mientras Isabel oficiaba de Delegada personal de Perón recibía información y consejos desde la "Quinta 17 de Octubre", a través de viajeros o de alguna que otra grabación privada. En el archivo de Puerta de Hierro quedaron varios textos de cartas orales que escribió Perón para grabar en su Geloso.

El derrocamiento de Arturo Illia

La caída del gobierno de Arturo Illia fue uno de los actos más inevitables de la historia argentina. Sí, inevitable, porque fueron contados con los dedos de una sola mano aquellos argentinos que rechazaron la idea de que se derrocara a otro gobierno constitucional. De alguna manera, los referentes más importantes de la dirigencia argentina lo aceptaron. Y, es bueno decirlo, a Illia le faltó potestad, templanza y muñeca para impedirlo. El gobierno radical, que había asumido con el respaldo del 25% del electorado, pese a sus buenos deseos –y la proscripción electoral del peronismo–, nunca pudo hacer pie. Como bien observaría Roberto Roth -quien llegaría a ser Secretario Legal y Técnico de Onganía- "el Gobierno (de Illia) vivía en un mundo y el país en otro".

Frente a los planteos, Illia reaccionó con "una mezcla de fatalismo y letargo", como afirmó Robert Potash. Extrañamente, las portadas del domingo 26 y el lunes 27 de junio de La Nación no llevaron ningún título sobre la situación nacional. Sin embargo, a las 10 de la mañana del martes 28, Pistarini tomó la decisión de terminar con la presidencia de Arturo Umberto Illia. Las radios fueron tomadas por tropas del Ejército, lo mismo que los puntos neurálgicos del país. Illia terminó siendo desalojado de su despacho presidencial por la Infantería de la Policía Federal y se fue en un taxi a la casa de su hermano Ricardo, en la localidad bonaerense de Martínez. Tras él, se abría una nueva etapa que muchos observaron con esperanza y que terminó en una gran tragedia.

Como consecuencia del derrocamiento del mandatario argentino, los Estados Unidos de Norteamérica y Venezuela suspendieron sus relaciones diplomáticas con el nuevo gobierno militar. En el caso de Washington, reinició sus relaciones a los dieciocho días pero declaró una cuarentena crediticia hasta que se aclarara su situación. Costa Rica, decididamente, rompió relaciones.

Muy lejos del lugar de los acontecimientos, en Madrid, Juan Domingo Perón hizo llamar a un periodista del semanario Primera Plana, para formular unas declaraciones. El martes 28 de junio, en una larga conversación que se realizó en la oficina de Jorge Antonio, en Paseo de la Castellana, el dirigente político argentino más importante dijo, a Tomás Eloy Martínez entre otros conceptos:

"Para mí, éste es un movimiento simpático porque se acortó una situación que ya no podía continuar. Cada argentino sentía eso. Onganía puso término a una etapa de verdadera corrupción. Illia había detenido al país […] Si el nuevo gobierno procede bien, triunfará. Es la última oportunidad de la Argentina para evitar que la guerra civil se transforme en la única salida. Si el nuevo gobierno apoya los intereses populares, nosotros apoyaremos al gobierno.
No conozco suficientemente a Onganía. Es un hombre que habla poco y, por lo tanto, difícil de definir. Tengo la impresión de que es un buen soldado.

Simpatizo con el movimiento militar porque el nuevo gobierno puso coto a una situación catastrófica. Como argentino hubiera apoyado a todo hombre que pusiera fin a la corrupción del gobierno Illia […] El gobierno anterior fracasó porque intentó gobernar sin concurso popular […] llegó el momento en que los argentinos deben ponerse de acuerdo. Si no, habrá llegado el momento de tomar las armas y pelear. El camino de la unidad es cada día más difícil; el camino de las armas, cada día más fácil".

El miércoles 29 los matutinos anunciaron que el teniente general Juan Carlos Onganía prestaría juramento como jefe del Estado, y en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, el mayor Ramón J. Camps leyó un comunicado que anunciaba que "las fuerzas armadas vienen a ocupar un vacío de autoridad". El acto de asunción de Onganía fue presenciado por decenas de representantes políticos, empresariales, sindicales, militares y diplomáticos. Parecía no faltar nadie. Estuvo hasta el general Edelmiro J. Farrel, el ex presidente de facto entre 1944 y 1946, de quien Perón había sido su vicepresidente,

"Por lo que se va viendo del desempeño del Gobierno Militar -le escribe Perón a Pablo Vicente el 27 de agosto de 1966- ya podemos descartar que va contra el Peronismo, que es de tendencia reaccionaria y gorila, que intenta una gran estafa política y obedece a los mismos intereses que la 'Libertadura'. Afortunadamente, son tantas ya las desatinadas gestiones que va realizando, que se han 'desinflado' casi por completo como consecuencia de haber perdido prestigio a montones y haber ya defraudado a los mismos que, con buena intención pensamos que pudieran llegar a algo favorable y conveniente para el país".

En el enorme conjunto de cartas que forman la "Carpeta Pablo Vicente", seguidamente, aparecen unas líneas de Isabel Perón desde Madrid, en la que le agradece todos los informes y servicios que presta a la Conducción y al Movimiento. En la carta, Isabel habla de la Comisión pro Retorno de Perón a la Argentina y le da algún consejo: "no preste atención…". Ya era otra Isabel la que se expresa porque para esa época había llegado a la Argentina como Delegada de Perón intentando resolver los entuertos independentistas del vandorismo (octubre de 1965-julio de 1966). Como hemos observado, Isabel ya se expresa como dirigente del peronismo. Es protagonista.

Primera parte de un extenso repaso, desde que conoció a Juan Domingo Perón, pasando por su presidencia y su caída. La segunda parte será publicada este domingo.

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