Sierra de las Quijadas

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Senderos que permiten recorrer una formación geológica de más de 100 metros de altura con enormes farallones rojizos donde se refugiaron diversos dinosaurios, bandidos rurales y hasta luchadores sociales se bifurcan en las serranías de San Luis y ofrecen una salida inesperada para la primavera.

El Parque Nacional Sierra de las Quijadas, o "pequeño cañón del Colorado" como lo suelen nombrar sus visitantes, ubicado en el noroeste de San Luis a 120 kilómetros de la capital provincial, invita a recorrer un paisaje con reminiscencias de antiguas películas de western.

Se trata de un territorio ancestral que forma parte del Sitio Ramsar, Lagunas de Guanacache, del Desaguadero y del Bebedero, y es el humedal más extenso de la Región del Gran Cuyo.

Allí, mágicos y evocativos senderos son el boleto de entrada a una experiencia que transporta en el tiempo y valoriza el presente.

La propuesta para senderistas de "Los Farallones" y "Huellas del pasado" se adentra en los laberintos naturales de un escenario impactante que, de la mano de guías, presentan un espectáculo natural protagonizado por la erosión del agua y el viento.

El primero cuenta con un recorrido de nueve kilómetros, hacia el corazón de las sierras, que luego desciende hacia el Potrero de la Aguada por el lecho del río y permite contemplar el paisaje de la formación geológica "Jume", que supera los 100 metros de altura.

El segundo, cubre una distancia de tres kilómetros por el pasado geológico, permite observar la flora y la fauna autóctona, donde destacan los guanacos y los cóndores, para coronar con el descenso hacia una huella de una especie de dinosaurio saurópodo.

"Es un parque que presenta características particulares que pocos parques tienen: por un lado, su dimensión geológica, por la que nuestras visitas pueden observar y dedicarse solamente a mirar las eras geológicas que muestran los distintos recorridos del parque", afirmó su Intendente, Pedro Lunello, en diálogo con Télam

Y, remarcó que "se conoce recientemente que es uno de los parques con más sitios arqueológicos de América Latina y contiene restos de la cultura Huarpe, pueblos originarios que habitaron este suelo".

"También tiene una dimensión paleontológica, ya que se encontraron animales prehistóricos en sus huellas; se sabe que por aquí habitaban algunos reptiles antiquísimos, a lo que se suma que es un parque biológico como en la mayoría de las áreas protegidas, con valores a conservar, como la flora y fauna autóctona", acotó.

El parque "cuenta con senderos guiados y auto guiados, de diferente dificultad, para que toda la familia pueda conocer y sentir la majestuosidad de la naturaleza", apuntó Azul Ojeda, responsable de Uso Público, y agrega que la primavera es "la mejor época del año" para visitarlo "por sus agradables temperaturas para disfrutar desde el amanecer hasta la caída del sol detrás de las sierras".

Con la opción de autoguía se puede acceder al sendero Miradores para recorrer 2.230 metros, y al de Flora, que recorre una distancia de 1.100 metros, y desde allí es posible observar el gran anfiteatro natural y de los farallones.

En ese escenario, que transporta a 120 millones de años atrás, cuentan los lugareños que en un pasado no tan lejano se refugiaron bandidos rurales que asaltaban las carretas que transitaban los caminos y luego encontraban protección en los laberintos del Potrero de la Aguada.

Dicen, también, que se ofrecían recompensas por la captura de los gauchos de las Quijadas, entre ellos Santos Guayama, descendiente de huarpes que peleó junto a los caudillos Chacho Peñaloza y Felipe Varela; también Martina Chapanay, india huarpe y lagunera en la década de 1840, y cien años después fue lugar de refugio del legendario gaucho Bairoletto.

La huella del pueblo huarpe es innegable y los integrantes de varias comunidades lo registran como espacio propio y tierra ceremonial.

Una de esas comunidades, la de Guanacache, instaló en la zona la "Posta del Cuyum", un local gastronómico que ofrece bebidas frescas y comidas típicas como empanadas de llama, charqui, chivo al disco, pan casero, y tortilla a la parrilla, entre otras opciones.

Sin perder el ánimo de reservorio natural, los visitantes pueden optar por acampar en el lugar, que cuenta con 12 parcelas para carpas, asadores, mesas, baños, duchas de agua fría y caliente con termo tanque solar, playa de estacionamiento para automóviles y garaje antigranizo, hoy en proceso de remodelación.

Si la fascinación se centra en la riqueza natural del presente y el cuidado del ambiente, el Parque Nacional es el lugar para el avistaje de fauna y flora autóctona.

En su particular escenario conviven maras, zorros grises, pecaríes de collar y corzuelas pardas, sin olvidar al pichiciego menor, un pequeño armadillo en peligro de extinción, mientras que entre las aves se encuentran las martinetas, el cóndor, el águila mora y el vencejo de collar.

Es un espacio de mucha riqueza paleontológica ya que allí se descubrieron restos del pterodaustro, de 120 millones de años y único en el mundo, por lo que se convirtió en objeto de estudio de los profesionales geólogos de la Universidad Nacional de San Luis y otras casas de estudio nacionales.

En su calidad de sitio Ramsar, tratado ambiental intergubernamental establecido en 1971 por la Unesco sobre protección de humedales, tiene una parte de las Lagunas de Guanacache, un sistema palustre que comprendía 25 lagunas intercomunicadas y con numerosas islas pertenecientes a esa red mundial.

La visita al parque de Las Quijadas es gratuita y no se necesitan reservas para el ingreso, aunque los guías aconsejan abastecerse de agua y provisiones antes de llegar, dado que en el predio no hay estaciones de servicio ni agua potable y las ciudades más cercanas se encuentran a una distancia de entre 90 y 120 kilómetros, entre San Jerónimo y la capital de San Luis o la sanjuanina de El Encón.

Con informacion de Telam.

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