



En los últimos años, la palabra “inflamación” se hizo cotidiana: aparece vinculada a enfermedades crónicas, dolores articulares e incluso estados de fatiga o hinchazón persistente. Frente a esto, surgieron múltiples dietas y alimentos “antiinflamatorios” que prometen aliviar síntomas y mejorar la calidad de vida. Pero, ¿qué dice realmente la ciencia sobre su impacto?
Según la Harvard Medical School, la inflamación es una respuesta natural del cuerpo para defenderse de infecciones y lesiones. El problema surge cuando se vuelve crónica: puede contribuir al desarrollo de patologías como diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas y algunos tipos de cáncer.
Alimentos que ayudan (y alimentos que sabotean)
Un artículo de la Cleveland Clinic señala que no existe un alimento “milagroso”, sino patrones alimentarios que pueden modular la inflamación. Las dietas con base en vegetales, como la mediterránea o la DASH, demostraron reducir marcadores inflamatorios en sangre.
Frutas y verduras coloridas (como frutos rojos, brócoli, espinaca, tomate), pescados ricos en omega-3 (salmón, caballa, sardinas), frutos secos (nueces, almendras) y aceite de oliva extra virgen son alimentos respaldados por la evidencia. Estos aportan antioxidantes, polifenoles y grasas saludables que ayudan a contrarrestar procesos inflamatorios.
En contraste, una revisión de la Mayo Clinic advierte que dietas ricas en ultraprocesados, azúcares añadidos y grasas trans pueden mantener la inflamación encendida. Bebidas azucaradas, snacks salados, embutidos y harinas refinadas no son aliados: pueden alterar la microbiota intestinal y aumentar la producción de moléculas proinflamatorias.
Más allá de la comida: un enfoque integral
Los especialistas insisten: la alimentación es clave, pero no es lo único. El estrés crónico, la falta de sueño, el sedentarismo y el tabaquismo son factores que también elevan la inflamación sistémica.
Como destaca la Harvard T.H. Chan School of Public Health, combinar una dieta rica en nutrientes antiinflamatorios con movimiento regular, buena hidratación y descanso reparador potencia sus efectos protectores.
Comer bien, sin promesas mágicas
No hay superalimento que haga todo por sí solo. Lo esencial es sostener un patrón de alimentación variado, abundante en fibra, antioxidantes y grasas saludables. Pequeños cambios, como reemplazar frituras por cocción al horno o sumar más vegetales al plato, pueden contribuir a mantener a raya la inflamación.
En definitiva, comer para desinflamar no es un mito de moda: es una estrategia real, respaldada por la ciencia, para vivir mejor a largo plazo.
Fuente: TN









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