La eutanasia es una cuestión de legítima y auténtica libertad

OPINIÓN Carlos Zimerman
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carlos zimermanPor Carlos Zimerman

El debate sobre la eutanasia en Argentina está cobrando fuerza en un contexto social, cultural y legal complejo. En este momento, la posibilidad de que una persona, bajo determinadas circunstancias y con un marco legal claro, pueda decidir si vale la pena seguir viviendo o no, se ha convertido en un tema central en la agenda pública. La eutanasia, un procedimiento que permite a los individuos poner fin a su sufrimiento, ha generado opiniones encontradas que reflejan la diversidad de valores y creencias presentes en la sociedad argentina.


Desde una perspectiva ética y humanitaria, la eutanasia es un tema que podría interpretarse no solo como una cuestión de "morir", sino más bien como un derecho fundamental: el derecho a vivir con dignidad. Para quienes apoyan esta práctica, permitir que una persona elija su propio destino es esencial, especialmente cuando el sufrimiento se vuelve insostenible y la calidad de vida se deteriora de manera irreversible. Hay quienes argumentan que, en situaciones donde la dignidad personal se pierde, la eutanasia puede ser una forma de evitar sufrimientos prolongados y, por lo tanto, se debe considerar como una solución digna.


Las preocupaciones sobre un posible abuso del sistema legal son válidas y se han expresado por diversos sectores de la población. Sin embargo, es importante señalar que los riesgos de un sistema defectuoso no son exclusivos de la eutanasia; pueden manifestarse en numerosas áreas del derecho. Desde mi perspectiva, el argumento de que la legalización de la eutanasia podría llevar a "asesinatos disfrazados" no sostiene, ya que es igualmente probable que estas tragedias ocurrieran incluso sin un marco legal específico. Es esencial desarrollar un conjunto robusto de regulaciones que garantice el ejercicio ético y responsable de la eutanasia, en lugar de rechazar la discusión y la posibilidad de avance en este ámbito.


Analizando la historia reciente de Argentina, es evidente que la nación ha avanzado en cuestiones sociales y derechos humanos a través de debates intensos que inicialmente parecían insuperables. Por ejemplo, la ley de divorcio, sancionada en la década de 1980 bajo la presidencia de Raúl Alfonsín, fue recibida por un sector de la población con una feroz oposición, pero con el tiempo se convirtió en un aspecto aceptable y normalizado de la sociedad. La misma tendencia se ha replicado con la legalización del matrimonio igualitario y más recientemente con la interrupción voluntaria del embarazo. Aunque este último todavía genera divisiones, es innegable que se ha avanzado en derechos reproductivos y en la autonomía de las mujeres.


Ahora, la eutanasia se presenta como el próximo gran desafío legal y moral. Permitir su discusión y la posterior legislación es esencial para fortalecer el concepto de libre albedrío y la autonomía personal en el país. Es crucial que este debate se lleve a cabo con empatía, respeto y un enfoque en las experiencias humanas detrás de la teoría. La vida y la muerte son temas profundamente personales, y el deseo de optar por una muerte digna reside en comprender que cada individuo tiene su propia historia y circunstancias que deben ser consideradas.


La realidad es que muchos enfrentan enfermedades terminales o condiciones médicas que limitan severamente su capacidad para vivir una vida plena. En este contexto, la posibilidad de acceder a la eutanasia resulta no solo como una opción, sino como un acto de compasión hacia quienes sufren. Así, el debate sobre la eutanasia no solo se trata de permitir que un individuo elija morir, sino de definir cómo se puede vivir dignamente hasta el final de la vida.

Al final, la eutanasia en Argentina debe ser considerada una cuestión de legítima y auténtica libertad, donde cada persona tiene el derecho de decidir qué es lo mejor para sí misma en el contexto de su sufrimiento y su dignidad personal. Es fundamental que esta discusión progrese y se aborde con seriedad, involucrando a todos los sectores de la sociedad, desde los profesionales de la salud hasta familias y grupos de defensa de derechos humanos, para lograr un consenso que respete la vida y la dignidad de cada individuo.

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