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Dolarización: cuál es el plan del economista que eligió Milei

ECONOMÍA 24/04/2023 Sergio SERRICHIO
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Emilio Ocampo es profesor de Finanzas e Historia del CEMA e investigador asociado del Center for Strategic and International Studies (CSIS), un think tank de EEUU.

Este economista es el elegido por Javier Milei para idear y definir la estrategia dolarizadora para la economía argentina que impulsa el candidato presidencial de La Libertad Avanza.

En una charla con Infobae, Ocampo da los detalles de la propuesta que elaboró, junto a Nicolás Cachanosky, e incluyó en un libro publicado en 2022

— ¿Usted asesora a Javier Milei?

— No. La propuesta que elaboramos con Nicolás Cachanosky se la presentamos a los principales candidatos y equipos económicos de oposición como aporte, como otra perspectiva y solución al gravísimo problema de la inflación. En general, la recepción de los candidatos fue negativa. O no la entendieron o no se interesaron porque tenían sus propias ideas y expresaron su desacuerdo. El debate siempre es bueno, no tenemos inconvenientes con eso. Lo que sí sucedió es que Milei entendió mejor que el resto de las audiencias con las cuales nos reunimos y tuvo la generosidad intelectual de decir que la propuesta nuestra era superadora de la que él tenía en mente. Y así lo planteó en distintos programas.

— ¿Por qué cree que la dolarización es la única forma posible de estabilizar la economía argentina?

— El título de nuestro libro es “Dolarización, una solución para la Argentina”. No decimos que es “la” solución. Pero creemos que es la mejor posible. El populismo nos dejó en una situación tal que no podemos hacer lo que hacen nuestros vecinos. Un Banco Central independiente y que actúe de manera óptima en la Argentina es una quimera. El Poder Ejecutivo se lleva por delante las leyes, y con anomia institucional es imposible tener una moneda de buena calidad. Partiendo de ese supuesto, de que es imposible o improbable que haya Banco Central independiente, no nos quedan muchas variantes. En 1985, el plan Austral eran un buen programa desde lo técnico, pero no se cumplió el ajuste fiscal. En 1989 vino Carlos Menem, intentó estabilizar con plan Bunge & Born, que era más de lo mismo, y fracasó. Ese año tuvimos dos hiperinflaciones. Luego se intentó el Plan Bonex, que debía hacerse junto con la convertibilidad, pero el ministro de Economía de ese momento (Erman González) se opuso y tardamos 18 meses más en llegar a la Convertibilidad, que fue lo más exitoso que tuvimos. No nos quedan muchas herramientas. Hay que hacer una reforma monetaria, el peso ya no existe. Hay que crear moneda nueva o adoptar otra, y la realidad es que los argentinos ya adoptaron el dólar. La inflación en dólares desde 2002 ha sido cero, porque el dólar aumentó igual que la tasa de inflación.

Ninguna reforma monetaria puede funcionar si no se neutralizan las dos fuentes de creación de dinero, el déficit fiscal y el déficit cuasifiscal (el del Banco Central). Las dos fuentes generan oferta monetaria. La experiencia de 1989/90 probó que resolver el déficit cuasifiscal sin resolver el déficit fiscal es imposible bajar la inflación. Y la experiencia de los ‘90s demostró que un presidente que baja la inflación es votado, es apoyado por la población.

La dolarización es la reforma madre, la que nos lleva a la posibilidad de avanzar con otras reformas. Quienes dicen que antes hay que bajar el gasto, reducir el déficit, etc., no entienden el problema. Hacer eso significa negociar presupuestos anuales en el Congreso y conseguir que la gente siga apoyando al gobierno. El proceso de reformas fiscales, laborales, impositivas tiene una dimensión temporal más larga. Eliminar la inflación permite que un gobierno votado, con apoyo, pueda avanzar en esas reformas. El fracaso de la Convertibilidad no se debió a que Brasil devaluó, sino a que Alfonsín y Duhalde no podían hacer política con dinero blando y decidieron terminar con la convertibilidad. Si hubiésemos preservado la convertibilidad hoy estaríamos mucho mejor. Los eventos de 2002 prueban que una reforma monetaria es fácil de revertir. Dado el grado de anomia institucional hay que buscar mecanismos que obliguen al sistema político a cumplir sus promesas. Entre las posibilidades que se barajan –convertibilidad, convertibilidad con el real, moneda única del Mercosur– creo que la dolarización es la que tiene más chances de éxito. Y el éxito es lograr que la Argentina tenga por varias décadas tasas de inflación de 2 ó 3% anual y un crecimiento económico aceptable. No podemos asegurar 100% que la dolarización será exitosa, pero es la que más chances tiene de las alternativas asequibles para la Argentina, de las cuales descarto tener un Banco Central independiente y competente. No funcionaría, el sistema político se lo volvería a llevar puesto y así es muy difícil que las reformas sean creíbles.

— ¿Qué condiciones previas se deben cumplir?

— El 10 de enero del 2000, Yamil Mahuad (entonces presidente) anunció la dolarización en Ecuador y 10 días después, el 20 de enero, lo destituyeron. La tasa de inflación de Ecuador era parecida a la nuestra, el país estaba en default, el sistema bancario estaba quebrado, la pobreza era del 60% y el salario real era de 50 dólares. No podían ser condiciones menos favorables. Pero hoy Ecuador tiene una de las inflaciones más bajas de América Latina y una mejor tasa de crecimiento. En condiciones ideales de la economía, no tendríamos esta discusión. Pero la situación es que estamos al borde de una crisis histórica. La primera dimensión de la dolarización es financiera, las reservas con que se cuenta. La segunda es económica, el sistema de precios relativos, que en la Argentina está distorsionado por el atraso cambiario y regulaciones absurdas. La tercera dimensión es la política, y la cuarta es la dimensión práctica. Cuando se piensa en dolarización hay que encontrar la intersección de todas esas condiciones. Nosotros desarrollamos un plan para dolarizar y eliminar el déficit cuasifiscal y estudiamos mucho los casos de Ecuador y El Salvador, que son experiencias valiosas.

— En la dimensión práctica, ¿cuál sería el procedimiento a seguir y en qué tipo de cambio, en qué valor del dólar resultaría? Hay muchas objeciones sobre eso, debido a las escasas reservas del Banco Central.

— Plantear la discusión en esos términos es estúpido. Hacer ese cálculo es futurología barata. Planteamos la dolarización para un nuevo gobierno, uno que tenga un claro mandato electoral, que dolarice y anuncie un conjunto claro de reformas. Cuando los gobiernos hacen anuncios creíbles el mercado reacciona. Los precios de los bonos marcan un riesgo país de 2.600 puntos básicos y no reflejan el potencial económico de la Argentina. Pero el promedio de riesgo país de enero de 2008 a enero de 2023, con todos los problemas y malas políticas que hubo en el medio, fue de 1.050 puntos. Esto es, casi 1.600 puntos o 16% menos. Hay que salir de la discusión tonta. No es que la Argentina nunca tuvo reservas. La Argentina exporta USD 100.000 millones anuales. La dolarización se tiene que hacer a un tipo de cambio de mercado, que refleje la interacción libre entre oferta y demanda de dólares, no a un tipo de cambio disparatado.

— ¿Cómo hicieron Ecuador y El Salvador?

— Ecuador decidió que el dólar pasara a ser moneda de curso legal y les dio a los ecuatorianos un año de plazo para cambiar los sucres que tenían, a un tipo de cambio fijo desde el primer día. El Salvador adoptó otro mecanismo: el dólar es de curso legal y el colón lo siguió siendo; hay tipo de cambio fijo y coexisten las dos monedas, pero el dinero bancario –los préstamos y depósitos– están dolarizados. El retiro de los billetes y monedas no implica el canje de todo el stock. En suma, en Ecuador el canje fue forzoso y en El Salvador fue voluntario. Lo que hay que entender es que si se dolariza hay que hacerlo al tipo de cambio de mercado, de equilibrio, que hoy no existe. El dólar blue no es eso, porque canaliza solo una parte de la oferta y la demanda. En un mercado libre se podría saber. Hacer ejercicios con un tipo de cambio disparatado solo sirve para generar miedo e inestabilidad. El principal problema para estabilizar es el déficit cuasifiscal. Nosotros pensamos el repago de la deuda del Banco Central de manera ordenada, gradual, sin daño patrimonial para los depositantes ni para los bancos. Implica que el Banco Central no se endeude más. No hay quita a los depositantes ni a los bancos. Se liberarían los USD 30.000 millones de los bancos que hoy financian deuda del Banco Central para que sean canalizados al sector privado. Y permitiría eliminar el déficit cuasi fiscal: sería la cancelación de deuda más grande de la historia argentina, sin default.

— ¿Y cómo se haría aquí?

— Hoy nadie le prestaría dinero a la Argentina. Hasta que la tasa de rendimiento de los bonos no baje de 10% anual, será imposible acceder a los mercados de deuda. Hoy no existe esa posibilidad. Por eso creamos un vehículo fuera de la Argentina al que le transferiríamos activos y pasivos del Banco Central, el FGS de la Anses, canjeados por bonos emitidos con ley de Nueva York. Quedarían capturados como activos y la única tarea del fideicomiso sería pagar la deuda del Banco Central, cosa que podría hacer en cuatro o cinco años. Sería un fideicomiso con USD 110.000 millones de valor nominal. Hay quienes dicen que eso no vale nada, otros que dicen que vale 20 centavos por dólar. Pero es para pagar un pasivo de USD 30.000 millones, que es el déficit cuasifiscal del Banco Central al tipo de cambio blue. Y se pueden agregar otros recursos: por ejemplo, el 20% de las retenciones, que habría que ir reduciendo hasta eliminar en 4 ó 5 años, más acciones de YPF, lo que resulte de la licitación del espectro de 5G. El único mandato del fideicomiso sería pagar la deuda del Banco Central. Y lo ayudaría un aval para emitir deuda en los mercados internacionales. Sería un vehículo con activos argentinos, pero fuera de la Argentina. Con eso, más reformas estructurales, habría diversificación y liquidez. Todo eso funcionaría si la Argentina no vuelve a caer en default. Una ingeniería así permitiría que el Estado pague la deuda del Banco Central y que el sistema bancario le vuelva a prestar al sector privado. No nos podemos dar el lujo de tener bancos capturados para financiar el déficit del Estado y que no prestan al sector privado. Sino, ¿cómo se financian las empresas?

— ¿Con qué tipo de estructura se haría eso?

— Es algo complejo, una ingeniería financiera que nunca se utilizó en la Argentina. Ni los economistas ni los financistas del mercado local conocen este tipo de estructuras. Pero son estructuras que se usan y funcionan en mercados desarrollados de capital y lo podemos usar para resolver el problema de la Argentina, que es un defaulteador serial. Si no resolvemos el problema del déficit fiscal y de la deuda del Banco Central no podremos resolver el problema de la inflación. Esto permite resolverlo de manera ordenada y sencilla. De modo desordenado ya se ha hecho varias veces en la historia argentina. Lo que se necesita es un emisor más creíble que pague la deuda del Banco Central. No implica aumentar la deuda del Estado argentino, sino que es un mecanismo para reducir deuda. El único objetivo del fideicomiso sería pagar la deuda del BCRA. Todo el dinero que entra sería para eso, y se cancelaría en 4 o 5 años.

— ¿Sería necesario algún tipo de colaboración o ayuda de EEUU? En los 90s se llegó a hablar de la posibilidad de que la Reserva Federal compense a la Argentina por la pérdida de “señoreaje” monetario.

— No se puede reclamar señoreaje con muy pocas reservas. Sin reservas, no hay señoreaje. Si tuviéramos reservas al momento de dolarizar, se podría diseñar algo. Sin reservas, el único mecanismo institucional externo sería un aval, no un desembolso. Hoy nadie nos daría un centavo. Sí podría ser un aval al vehículo (fideicomiso) para que pueda, en el momento inicial, emitir su propia deuda en títulos en el mercado de EEUU.

— ¿No existiría el riesgo de una devaluación incontrolable, por la expectativa de una futura dolarización?

— No, en absoluto. La dolarización tiene que hacerse al tipo de cambio de mercado. Todos saben que el gobierno tiene que devaluar. Si no lo hace este, lo hará el próximo. Es inviable seguir mendigando dólares para venderlos a $200 a los amigos. El dólar está retrasado. Todo el mundo lo sabe. Ya lo vimos muchas veces. Si alguien calcula su salario en dólares, lo hace al blue, pero el blue no es un tipo de cambio limpio. Probablemente con una política sensata, el precio no sería de 450 pesos, sino que estaría más cerca de 300 pesos. La dolarización tiene sentido que se haga a valor de mercado. No se puede hacer con la situación actual, de un día para el otro. Tenemos al país en una situación muy difícil, no minimizo los riesgos de cualquier plan de estabilización, incluida la dolarización. Pero falta que quienes vayan a asumir el gobierno digan qué van a hacer. Hasta ahora, lo que ofrecen quienes se postulan como ministros de economía es “sarasa”, nadie explica cómo resolver el déficit fiscal ni la cuestión monetaria. Nosotros queremos aportar una solución. Pero el debate no se hace con chicanas, sino con razonamiento y contraste con evidencia empírica. De todos modos, la Argentina no va a llegar a la dolarización porque se convenzan los economistas, sino porque estamos al borde de la hiperinflación. Si Juntos por el Cambio llega al gobierno probablemente intente ir por otro camino, fracasen, y entonces sí consideren una dolarización.

Otras objeciones y respuestas
Hay otras objeciones a la dolarización: que los que la han adoptado, a diferencia de la Argentina, son economías muy pequeñas y/o poco diversificadas, que nuestro país no forma un “área monetaria óptima” con EEUU, que emite el dólar, y que la dolarización sería inconstitucional, porque violaría el artículo 75 de la carta magna, que dispone la existencia de un “banco federal para emitir moneda y fijar su valor”.

Según Ocampo, se trata de objeciones superables. Por caso, dice, la Constitución habla de atribuciones no de “mandato” y que la objeción del “área monetaria óptima” podría aplicar a la propia Argentina actual, en que habitantes y economías de distintas provincias están expuestos a contingencias económicas muy diferentes.

Si fuera por eso, según Ocampo, “cada argentino debería tener una moneda distinta”. Cuanto más grande el área monetaria al que se integre el país, dice, más estable la moneda y la economía.

De todos modos, prosigue, el problema central argentino no pasa por lo comercial sino por lo financiero, y los flujos financieros pasan por el dólar.

E insiste, a modo de conclusión: “los argentinos ya eligieron el dólar: comprar un departamento o financiarse a largo plazo, tanto para el Estado como para los privados, debe hacerse en dólares. Los únicos no dolarizados en la Argentina son los más pobres, que por no dolarizarse no pueden defenderse de la inflación. La dolarización les daría una moneda con la que podrían ahorrar”.

De todos modos, admite que la dolarización tiene costos y beneficios. “Si estuviera en Chile o Perú, no hablaría de esto. Pero en la Argentina estamos mirando cómo protegernos de la inflación con el dólar. Es un tema demasiado importante como para tratarlo con chicanas o buscando asustar a la gente”, cerró el economista que eligió Milei.

Fuente: Infobae

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