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El oscuro viaje de Alberto Fernández: una metáfora de la Argentina actual

OPINIÓN 07/05/2023 Jorge Grispo*
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En El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, el personaje principal se adentra en la selva en busca de un enigmático personaje llamado Kurtz. A medida que el protagonista avanza comienza a experimentar un cambio en su propia psicología, enfrentándose a la oscuridad y la corrupción que existen en la civilización. De manera similar, el presidente Alberto Fernández ha tenido que navegar por un río tumultuoso durante su mandato, en el que las malas decisiones, la inestabilidad política y la polarización social han llevado al país al borde del colapso. En este sentido, el “viaje” del presidente podría compararse con la travesía del protagonista al corazón de las tinieblas, ya que ambos se adentraron en una búsqueda hacia el interior de una situación oscura y complicada, explorando los aspectos más profundos y desconcertantes de la naturaleza humana y la sociedad.

Restan 247 días para que Alberto Fernández le entregue el mando al próximo presidente. Son 8 meses y tres días muy largos, demasiados para un presidente que no preside. El último viaje de Fernández a Brasil lo enfrentó a una dura realidad, ya no tiene crédito de ningún tipo. Se tuvo que volver con las manos vacías. Alberto se ha convertido hoy en un presidente sin poder, uno que no gobierna, solo útil para la foto. Como si tuviera una enfermedad contagiosa, son cada vez más los que prefieren mantenerse alejados de su figura. La presidencia de Alberto Fernández se fue extinguiendo hasta el punto en el cual no tuvo más remedio que renunciar a su reelección.

En los últimos tiempos, un interrogante ha ido adquiriendo mayor relevancia en el pensamiento de los ciudadanos argentinos, ganando protagonismo en diferentes espacios públicos y despertando la curiosidad de diversos sectores sociales. Se habla mucho en voz baja, casi nada en alta voz. Su discusión se ha vuelto un tema recurrente en foros, redes sociales, entornos políticos, en los ámbitos de la ciudadanía más influyente y hasta en lugares menos esperados. La gran pregunta que se plantea es: ¿qué sucedería si el presidente de la República, Alberto Fernández, decidiera presentar su renuncia? Este interrogante flota en el aire y cobra cada vez mayor peso, dada la complejidad de la situación política y social que atraviesa el país.

La presidencia de Alberto Fernández ha estado signada por una serie de dificultades que han generado controversias y cuestionamientos. Entre ellos, se destacan la crisis económica, el manejo de la pandemia del COVID-19, la situación social y la polarización política, todo agravado por una creciente ola de inseguridad y narcotráfico. Una dimisión presidencial implicaría una transformación significativa en el clima político que se vive en el país. Se desencadenaría un proceso institucional y político complejo, que podría incluso afectar la gobernabilidad. Desde una perspectiva social, Fernández goza de la peor imagen como presidente (todas las encuestas coinciden en este punto). Finalmente, desde una perspectiva económica, la eventual dimisión presidencial tendría consecuencias en los mercados y en el panorama económico general de la Argentina.

Es bien sabido que a ningún presidente de una nación le agrada tener que retirarse anticipadamente de su cargo, pues esto constituye una evidencia pública de su fracaso. Sin embargo, en el caso del presidente Alberto Fernández, esta situación ya ha sido demostrada sin lugar a dudas: sus enemigos políticos, sus antiguos aliados, sus escasos seguidores, sus compañeros y hasta sus allegados más cercanos son conscientes de que su mandato fue un auténtico desastre. Tanto es así que el presidente ha renunciado recientemente a buscar la reelección. No obstante, existe una diferencia crucial entre fracasar en soledad y hacer que todo el barco se hunda en un acto dramático y simbólico de gran calado.

Cuatro años atrás, en los últimos estertores del gobierno del ex presidente Mauricio Macri, Alberto Fernández era un ex funcionario del kirchnerismo que había adoptado una postura crítica y desafiante. Fue entonces cuando Cristina Kirchner tuiteó que Alberto sería su candidato presidencial y ella misma su vicepresidenta. La líder había hablado y no había lugar para discusiones. Desde aquel día, la septuagenaria vicepresidenta no cesó en su intento de socavar la autoridad del presidente Fernández: lo miraba con desprecio, lo criticaba públicamente, lo forzaba a despedir ministros, le impedía gobernar y, juntos, a través de sus constantes enfrentamientos, produjeron una situación aún más desastrosa para la nación. La lucha por el poder y la falta de unidad dentro del gobierno ha generado un clima de inestabilidad política y social, agravado por la crisis económica y las malas decisiones de gobierno. Es evidente que la alianza presidencial entre Alberto y Cristina, que en un principio parecía ofrecer la esperanza de un nuevo liderazgo político, se ha desgastado hasta el punto de la ruptura. El resultado es un gobierno debilitado y una nación sumida en la incertidumbre.

La situación de Argentina es dramática, ya que el país parece estar siempre al borde del colapso. Más de la mitad de la población depende del Estado para sobrevivir, otro tanto vive en la pobreza y más de cuatro millones de personas sufren de malnutrición crónica. Cada vez son más las personas que se ven obligadas a dormir en las calles. La inflación agrava aún más la situación. La moneda nacional, el peso argentino, ha perdido gran parte de su valor en los últimos años, y el billete de mayor denominación es de apenas unos centavos de dólar, lo que hace que las transacciones en efectivo sean extremadamente complicadas. Esta realidad económica es un reflejo de la falta de liderazgo y visión fracasada del gobierno, que ha preferido concentrarse en la imagen y la narrativa en lugar de enfrentar los problemas de frente.

El Poder Ejecutivo está completamente desdibujado y limitado, dejando al presidente Alberto Fernández como una figura inútil, sin ningún poder real. Pero aún le queda una última arma en su arsenal: la posibilidad de renunciar. La dimisión podría ser una opción para él. En caso de que decida tomarla, sería el acto final de una presidencia marcada por el fracaso y la desesperación. Si Fernández renuncia, Cristina Kirchner debería asumir la presidencia y con ello no podría escapar a la responsabilidad de liderar un gobierno en ruinas. Difícil que, en esas circunstancias, CFK estuviera dispuesta a aceptar el fierro caliente. En cualquier caso, la decisión del presidente Fernández podría cambiar el curso de la política argentina para siempre. ¿Será capaz de llevar a cabo su venganza final, y llevarse consigo a la autora de su gran derrota? ¿Su deseo de liberar al país de su sombra negra y todo su séquito camporista se impondrá?

La intriga y el suspenso están en su punto más alto, y los argentinos se preguntan qué ocurrirá a continuación. ¿Será Alberto capaz de tomar una decisión final? ¿O se resignará a ser una figura inútil, incapaz de hacer frente a los desafíos que enfrenta el país en el tramo final de su fracasada gestión?

 

 

* Para www.infobae.com

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