


La CGT celebró sin épica: una plaza contenida y un alivio político hasta febrero
POLÍTICA Agencia de Noticias del Interior
- La movilización de la CGT fue moderada en convocatoria, pero transcurrió sin incidentes
- El Gobierno postergó el debate de la reforma laboral en el Senado hasta febrero
- La conducción sindical evitó la presencia de CTA y dirigentes políticos en el escenario
- El nuevo triunvirato prometió paro general si el proyecto avanza sin cambios
- La CGT apuesta a negociar artículos sensibles con gobernadores y el oficialismo
- Enero se perfila como un mes de negociaciones para una versión atenuada de la reforma
La movilización de la CGT contra la reforma laboral del Gobierno no tuvo la contundencia que muchos dirigentes esperaban, pero dejó a la conducción sindical con un saldo positivo. La protesta en Plaza de Mayo transcurrió sin incidentes, despejó los temores de desbordes violentos y, sobre todo, coincidió con una noticia que los líderes gremiales celebraron como un triunfo político: el oficialismo debió postergar hasta febrero el debate del proyecto en el Senado.
En la lectura cegetista, la postergación no fue casual. “Eso lo logramos nosotros por nuestras charlas con los gobernadores”, se jactó un dirigente de peso, convencido de que las gestiones subterráneas frustraron el intento libertario de acelerar los tiempos parlamentarios y llevar la iniciativa al recinto antes de fin de año. La demora alteró la hoja de ruta del Gobierno y le dio oxígeno a un sindicalismo que venía a la defensiva.
La postal de la plaza, sin embargo, fue ambigua. Desde la CGT hablaron de 180 mil manifestantes; desde la Casa Rosada, de apenas 25 mil. A simple vista, la ocupación del espacio mostró claros vacíos. Aun así, el despliegue sindical fue visible: UOCRA, UPCN, Camioneros, Comercio, UDA y otros gremios activaron su aparato. Llamó la atención, en cambio, la decisión de no habilitar el escenario a las dos CTA ni a dirigentes políticos, desde Axel Kicillof hasta intendentes del conurbano. La conducción buscó preservar el perfil gremial del acto y evitar que se leyera como una movilización partidaria.
El principal desafío era otro: salir a la calle sin violencia. En la CGT existía el temor de que aparecieran “infiltrados” para asociar al sindicalismo con disturbios. También era una prueba para el nuevo triunvirato, que debía medir el clima interno y calibrar el tono de sus discursos. La consigna fue clara: criticar al Gobierno sin romper todos los puentes. La amenaza de una huelga general funcionó como válvula de contención frente a los sectores más duros, dispuestos a abuchear cualquier señal de tibieza.
El recuerdo de marzo de 2017 todavía pesa. Aquella protesta durante el gobierno de Mauricio Macri terminó en caos cuando la conducción cegetista evitó poner fecha a un paro y fue increpada desde abajo. Hubo insultos, empujones y hasta el robo del atril con el logo de la central obrera. Este jueves, el aprendizaje fue evidente: el atril fue retirado apenas concluyeron los discursos, como un gesto preventivo.
Los cotitulares Jorge Sola, Cristian Jerónimo y Octavio Argüello anticiparon que el plan de lucha incluye un paro general si la reforma avanza sin cambios. No fijaron fecha, pero lograron desactivar reproches inmediatos. En privado, admiten que una huelga de 24 horas no está en el horizonte cercano. Con el debate postergado, la prioridad pasó a ser la negociación.
La CGT confía en sus vínculos con gobernadores que ya expresaron reparos a puntos sensibles del proyecto y en los canales abiertos con el ala política del Gobierno, donde ubican a Santiago Caputo y a los Menem. En el sindicalismo creen que algunos artículos “irritativos” fueron incluidos para luego ser negociados: la eliminación de la retención automática de la cuota sindical o la reglamentación del derecho de huelga en amplias actividades, una obsesión del ministro Federico Sturzenegger que ya chocó dos veces con la Justicia.
Por eso, enero asoma como un mes de reuniones reservadas para “pasteurizar” la reforma y ampliar apoyos. El antecedente de la Ley Bases alimenta esa expectativa: el Gobierno cedió y eliminó 42 artículos para lograr su aprobación. Aunque hoy el oficialismo tenga un esquema de alianzas más favorable, Javier Milei no tiene asegurados los votos para sancionar la reforma laboral. La postergación en el Senado lo dejó en evidencia y le dio a la CGT un alivio temporario. Sin épica, pero con resultado.






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