


La lluvia del 24 dejó al desnudo las fallas estructurales de la ciudad, y las mentiras permanentes de los funcionarios
RAFAELA R24N
La lluvia de la noche del 24 fue un claro reflejo de las carencias estructurales que padece nuestra ciudad, un recordatorio incómodo de que las promesas de los políticos se desvanecen ante la fuerza de la naturaleza. Con 87,6 milímetros de agua en poco más de una hora, las calles se convirtieron en ríos y el caos tomó las arterias más comprometidas, desde Aristóbulo del Valle hasta Sarmiento, mostrando una vez más la fragilidad de nuestras infraestructuras.
El hecho de que esta lluvia, aunque intensa, no superara los 90 milímetros es un alivio, pero también una advertencia: si las condiciones hubieran sido más severas, estaríamos enfrentando una crisis aún mayor. La lluvia de diciembre ya ha superado la media histórica en menos de la mitad del mes, lo que indica que la situación podría empeorar si no se toman medidas decisivas.
El colapso de los desagües internos dejó a cientos de hogares bajo agua, mientras que una serie de malas maniobras, como la conexión de desagües pluviales a las cloacas, comprometieron aún más el sistema cloacal. Las imágenes de líquidos brotando de las bocas de registro son elocuentes: la ineficiencia en la planificación urbana y la falta de atención a la infraestructura son problemas latentes que ignoramos, pero que la naturaleza siempre nos recuerda brutalmente.
Sin embargo, dentro de este panorama desolador, el sistema de desagües logró resistir en gran medida el embate de la tormenta. Por la mañana, muchas calles ya estaban despejadas, salvo algunas ramas caídas que recordaban el paso de la tormenta. Esto sugiere que, aunque hay muchas deficiencias, algunas áreas de mejora se están logrando, y es necesario reconocerlo. Las lagunas de retardo del barrio Mora jugaron un papel crucial al mitigar el impacto del agua, lo que nos lleva a cuestionar por qué no se priorizan estas soluciones en el resto de la ciudad.
A pesar de los inconvenientes, el ingenio de los vecinos no faltó: algunos hasta optaron por pescar en las calles inundadas, encontrando humor en la adversidad. Sin embargo, esta actitud optimista no debe hacernos perder de vista la necesidad urgente de una respuesta integral por parte de las autoridades. La realidad es que estas lluvias son un síntoma de un problema más profundo que subyace: la falta de planificación y de acción efectiva por parte de quienes nos gobiernan.
Así, nos enfrentamos a la cruda realidad: seguimos viviendo en una ciudad donde la calidad de vida se ve comprometida por la inacción y las promesas incumplidas. La lluvia no solo revela puntos críticos en nuestra infraestructura, sino que también desentierra la frustración de los ciudadanos, quienes exigimos no solo una respuesta, sino también un compromiso real hacia un futuro en el que estas lamentaciones no sean habituales. Es hora de que nuestros políticos abandonen su enfoque de corta mirada, centrado en los votos, y comiencen a trabajar para construir una ciudad que realmente garantice calidad de vida a todos sus habitantes.





Se inundó la Muni y hoy se trabaja a "media maquina". ¿A nadie se le ocurrió laburar ayer para dejar todo en orden?


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