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La pelea a todo o nada que divide al clan Moyano: negocios, cargos y poder

POLÍTICA 28/05/2023 Nicolás Balinotti*
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La dramática semana de la corrida cambiaria en la que se temió que la crisis se lleve puesto al Gobierno, la CGT y los piqueteros oficialistas gestionaron de urgencia un encuentro con Sergio Massa en el 5° piso del Ministerio de Economía. Entre los siete sindicalistas que asistieron no estuvo Pablo Moyano, uno de los integrantes del triunvirato de mando. No fue la primera vez en ser excluido.

Cuando el número dos de los camioneros vio la foto en los diarios se enfureció y se mostró decidido a renunciar y romper otra vez la unidad sindical. No avanzó porque Hugo Moyano, su padre, escenificó a los pocos días una inédita alianza con “los Gordos”, el sector con el que el rivaliza. Pablo lo tomó como un nuevo recorte de su poder y habría sido una de las razones por las que faltó sin aviso al acto del Día del Trabajador, donde su padre ocupó la silla vacía, en la primera fila. Tan impredecible como cuando no fue a su propia asunción y dio su primer discurso como jefe cegetista a través de un audio de WhatsApp.

Pablo Moyano no tiene contacto con Héctor Daer ni con Carlos Acuña, sus colegas al mando de la CGT y con quienes lo une la desconfianza. “No sabemos nada de él”, dijeron en la cima de la central. Pero tampoco habla con periodicidad con su padre ni con sus hermanos, una relación cada vez más agrietada que desnuda las divisiones en el clan y hasta pone hoy en duda su continuidad en Camioneros.

“No va al sindicato hace un semestre. Ya no cuentan con él”, dijo un dirigente que conoce la dinámica familiar. En septiembre habrá elecciones en Camioneros y Hugo buscará su noveno mandato en cadena a pesar de sus 79 años. A diferencia de otras veces, uno de sus hombres más cercanos no se animó a dar como un hecho que se renueve el binomio Moyano-Moyano. “Si eso sucede, sería game over, sería el final”, aventuró otra fuente que conoce el nudo de la interna.

Relegado, Pablo no participó de la reciente reunión con las tres cámaras empresarias en las que se acordó un pago extraordinario de $3200 mensuales por cada trabajador para auxiliar a la obra social. Su último cara a cara con los empresarios fue en noviembre del año pasado, cuando se firmó la paritaria, según precisaron fuentes que participaron de la negociación. El miércoles último tampoco habría estado en la asamblea extraordinaria en la que se aprobaron los libros contables. Infocamioneros, el canal de noticias del gremio, publicó diez fotos y en ninguna figuró el secretario adjunto. Raro.

“Son gansadas. Hay Moyano para rato”, dijo Pablo la semana pasada en Radio 10 en un intento de despejar las especulaciones sobre un alejamiento o sobre la posibilidad de irse a vivir a España, como deslizó Clarín hace nueve días. Cuando LA NACION lo consultó, respondió de malos modos y se negó a dar su versión. Lo cierto es que Pablo Moyano viene perdiendo terreno tanto en Camioneros como en la CGT.

“No abre el juego y estamos faltos de una conducción, de una estrategia”, dijo el jefe de un gremio moyanista al que se vio incómodo en el escenario del acto del 1° de mayo ante la ausencia de su referente. En la central obrera, cosecha cada vez menos adhesiones: dos dirigentes aliados se plantaron y rechazaron irse si es que rompía con “la unidad que había trazado Hugo”. Hasta se lo plantearon a Daer, el líder de “los Gordos” y quien lleva hoy la voz cantante en la CGT.

Pablo también comenzó a tener cortocircuitos con el sindicalismo más kirchnerista por haberle sacado supuestamente el cuerpo a la organización del acto del 25 de mayo tras aceitar vínculos con La Cámpora y en momentos en los que se definen las candidaturas del Frente de Todos. Tal vez por sugerencia de su padre, evitó subir al escenario junto con Hugo Yasky, Abel Furlán y Mario Manrique, los tres sindicalistas a los que Cristina ubicó cerca suyo. Moyano prefirió seguir el discurso desde uno de los costados, bajo la lluvia, junto con Pablo Flores, del gremio de la AFIP y uno de los pocos dirigentes de confianza que le quedan en el consejo cegetista. Junto con Flores fue a ver la semana pasada a Víctor Santa María para presionar por un hombre propio en la lista de postulantes a legislador porteño. Pidió por Daniel Ricci, del gremio de docentes de la UBA.

La disputa en Camioneros y el ascenso de Jerónimo

En Camioneros el frente interno está también embravecido. A fines de 2021 fue relegado del segundo escalafón de mando de la Federación Nacional, que reúne a 24 gremios de la actividad de todo el país y que su padre tiene en un puño desde 1992. Tres de sus hermanos, en cambio, fueron promovidos en cargos jerárquicos: Hugo (h.), el abogado, como secretario de Coordinación de Asuntos Jurídicos; Karina como secretaria de la Mujer, y Jerónimo, el menor, como secretario de la Juventud.

Según publicó Ámbito Financiero, dejaría ahora su cargo en el directorio de Caminos Protegidos, la empresa aseguradora que es del gremio y en la que figura todavía como vicepresidente. Por cuenta propia, además, renunció por carta al directorio de la obra social, administrada por Iarai SA, una de las compañías de servicios médicos ideada por Liliana Esther Zulet, la esposa de su padre y mentora del holding de empresas que orbitan alrededor de Camioneros y que encadenaron ganancias extraordinarias durante años a pesar de tener a un solo cliente: el sindicato. Pablo Moyano responsabiliza directamente a Zulet por la crisis financiera de la obra social, que hace poco, en el Sanatorio de San Justo, se quedó sin el servicio de cirugía por la renuncia por falta de pago de un equipo completo de médicos, según pudo averiguar LA NACION.

Iarai fue creada en 2003, en plena expansión del poder gremial y económico de los Moyano. En el directorio están Valeria Salerno y Juan Noriega Zulet dos hijos de la esposa del jefe camionero que tiene de otros matrimonios y que en 2018 blanquearon 1.100.000 dólares, según la Unidad de Investigación Financiera (UIF). Ambos también figuran en Aconra (una constructora) y Dixey (de industria textil), otras dos empresas de Zulet y sus hijos que hacen negocios con el sindicato.

Moyano con Zulet tienen un hijo en común: Jerónimo, de 23 años. Se convirtió en mano derecha de su padre y le dieron ahora la secretaría de la Juventud de Camioneros a pesar de que jamás manejó un camión. Jerónimo figura como empleado de Iarai, Aconra, Dixey y la Federación Nacional de Camioneros. Y se sumó el año pasado como director suplente de Caminos Protegidos, la ART de la que Pablo Moyano amagó con irse. Su avance encendió alarmas entre el resto de sus herederos. A veces cuando alguno de los hijos quiere hablar por teléfono con Hugo tiene que pasar por el filtro de Jerónimo, custodio ocasional del celular del líder del clan.

En una suerte de transmisión del legado, Hugo les dijo por separado a tres de sus hijos que se necesitan de “consensos” para construir en el sindicalismo. De esas charlas surgió la iniciativa de Facundo y Jerónimo para promover el armado de las juventudes sindicales en diferentes organizaciones. También un atajo del moyanismo de poner un pie en otros gremios. Del acto de lanzamiento participó Hugo, pero también otros dirigentes de CGT que no comulgan con el estilo combativo de Pablo. Otra señal de quiebre que no pasó de inadvertida en el ajedrez sindical.

Las rencillas familiares de los Moyano tienen su correlato en la interna peronista. A Hugo le hizo ruido hace un mes ver a Pablo con una tropa de sindicalistas en La Plata junto con Axel Kicillof. El jefe camionero todavía le pasa la factura de reclamos al gobernador por haber contratado a sueldo a mil profesionales en la obra social para montar 330 camas de cuidados intensivos en el Sanatorio Antártida con el fin de reforzar el sistema sanitario bonaerense. Otro agujero en el déficit de la prestadora médica.

Tampoco cayó bien el alineamiento de su hijo Pablo con La Cámpora ni haber puesto a disposición de Massa una patrulla de militantes camioneros para controlar los precios en los supermercados. La suba constante de la inflación demostró que la fiscalización a la fuerza no funcionó. Veterano, pero aún vigente e influyente, Hugo Moyano impulsa por la reconstrucción del peronismo clásico. Dijo recientemente en alguna tertulia sindical y delante de algunos de sus hijos que no está dispuesto a subordinarse a Máximo Kirchner, a quien alguna vez llamó “Mínimo”, de manera despectiva. Tal vez se trate de una lucha generacional, como la que mantiene con su hijo Pablo, el heredero natural que sigue esperando su momento.

 

 

* Para www.lanación.com.ar

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