Macri vs. Bullrich: backstage del quiebre

POLÍTICA CARLOS CLAÁ*
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La escisión tenía fecha y hora. A pesar de que se olfateaba desde hacía tiempo, la separación de los dos principales referentes del PRO se daría cuando Patricia Bullrich, la ministra de Seguridad de Javier Milei, se quedara sin espacio propio en el partido que comandó hasta hace un par de meses. Mauricio Macri montó un operativo para volver a dirigir el espacio que fundó y dio la estocada final en la mañana del jueves 4, cuando rompió el acuerdo interno e hizo nombrar a Martín Yeza como presidente de la Asamblea partidaria en su lugar.

Los dirigentes cercanos a Bullrich se retiraron de la reunión en el Hotel Abasto en señal de protesta, la ministra tuiteó a favor de “apoyar a Milei y no dar marcha atrás” y Macri se quedó con el partido. Ahora, buscará reconquistar las banderas ideológicas que se llevó La Libertad Avanza y conseguir que su espacio no quede completamente desdibujado debajo del oficialismo. Después del terremoto interno, el PRO tiene la tarea de empezar a recuperarse.

Ruido en el PRO.

El choque era inevitable. Tras un primer intento de acercarse a Milei de manera infructuosa, Macri entendió que debía fortalecer su propio espacio. Y Bullrich, quien ya se había transformado en una de las ministras clave del gabinete libertario, tenía en su cabeza la idea de la coalición. El Presidente había comprado ese proyecto: “Vamos camino a una fusión de fuerzas”, dijo en una entrevista en TN, el domingo 30 de junio, sin notar que en el entorno del ex presidente cada vez las señales eran más distantes.

De hecho, apenas un par de días después de la predicción presidencial, Macri publicó una carta mostrando que el camino del PRO sería la independencia. Más allá del apoyo que esgrimió hacia Milei, le reclamó: “Para alcanzar los cambios hay una condición anterior, aún más importante que crear nuevas leyes, y es cumplir con las existentes. En especial, cumplir con los fallos irrevocables dictados por la Corte Suprema. Ese es el caso de la deuda de coparticipación que la Nación mantiene con la Ciudad de Buenos Aires”, protestó en favor de su primo.

Uno de los puntos del orden del día de la Asamblea que terminó en escándalo también iba en esa línea: “Somos el cambio. El PRO no se fusionará con otros partidos”, indicaba. Y luego agregaba: “Apoyamos al gobierno de Milei y todas las iniciativas que acompañen el cambio que la Argentina votó”.

No hubo sorpresas. Macri ya había adelantado la decisión a sus legisladores. “Hay que darle la Ley Bases a Javier porque yo se lo prometí”, les decía. Una vez sancionada la norma fundamental que el Presidente envió al Congreso, empezaron a hacerse más evidentes algunas discrepancias. “Ahora en el Congreso vamos a ir estudiando ley por ley”, les pidió.

Esta nueva versión del ex presidente será con un perfil más alto del que había mostrado hasta ahora. Pero no será disruptivo: seguirá mostrándose en favor del cambio de paradigma que encabeza el primer mandatario, aunque plantándose en lo que crea conveniente. Por momentos, Macri parece más alejado de las formas de Milei que del fondo de la cuestión. “Comparte muchas de sus ideas, no la manera de llevarlas a cabo”, explican en su entorno.

Bullrich conoce la jugada de su ex aliado desde hace tiempo. Por eso, sabiendo que la mayoría de Macri en el PRO decidiría no honrar el acuerdo que habían hecho cuando ella entregó la presidencia del partido, la ministra escribió un tuit para marcar su postura: “El debate que quiero dar en el PRO no es un debate de cargos, es mucho más profundo: es un debate de rumbo”, avisó.

“Hoy quiero contagiar al PRO del valor que se requiere para encender los motores e ir a toda máquina. La Argentina no puede perder esta oportunidad de ser protagonistas del cambio más atrevido y necesario de las últimas décadas”, escribió la ministra de Seguridad. Y completó: “No podemos quedarnos, una vez más, a mitad de camino. Por eso, yo me juego a fondo, como lo hice siempre, y cuento con ustedes”. La decisión de prescindir de ella en el partido ya estaba tomada.

Los testigos de la pelea.

La reorganización del PRO no cuenta con la presencia de uno de sus candidatos presidenciales del 2023. Macri se comunicó con Horacio Rodríguez Larreta hace dos meses para ofrecerle un cargo directivo en el espacio. Hicieron un alto al fuego de su relación personal para hablar al respecto, pero el ex jefe de Gobierno porteño decidió no participar. “Va a ser sólo un militante”, dicen en su entorno.

Larreta reunió a su mesa chica y le explicó que la decisión de no formar parte de la cúpula del PRO no significa romper. Siempre afecto a hacer analogías futbolísticas, el ex candidato comparó: “Es como si Mauricio renunciara a ser hincha de Boca y se hiciera de otro club porque Riquelme es el presidente”.

El ex alcalde se rehúsa, al menos por ahora, a la posibilidad de ser candidato legislativo en las elecciones de medio término. “Si no es para colaborar desde un cargo de gestión, prefiero quedarme en el llano”, le aseguró a su equipo. La dura derrota del año pasado moderó sus expectativas: ya no tiene como única meta ser presidente, pero tampoco quiere sentarse en una banca.

María Eugenia Vidal, quien se había acercado mucho al oficialismo en el inicio de la gestión, le puso paños fríos a su discurso cuando Macri empezó a torcer el rumbo. De hecho, la Fundación Pensar, el think tank que ella dirige, emitió un duro comunicado sobre el primer semestre de la gestión Milei: “Plantean más interrogantes que certezas”, escribieron.

El trabajo produjo enojos en los bullrichistas y en Casa Rosada decidieron no darle entidad: “No lo leímos ni estamos enterados de lo que dice”, respondió en conferencia de prensa el vocero presidencial, Manuel Adorni.

Otro capítulo de la ruptura Macri-Bullrich sucedió en la Provincia. El 3 de julio, Cristian Ritondo asumió la presidencia del partido en Buenos Aires. Entre él, Mauricio, Jorge Macri y un grupo de intendentes removieron la cúpula anterior que se referenciaba en Bullrich, para ocupar ese lugar.

Mauricio metió un pleno a la hora de volver a dirigir el partido que fundó en el 2005 y presidió hasta el 2012. A principios de este año comenzó a orquestar un operativo retorno que se cerró el jueves 4: “Concluyó la etapa de renovación de autoridades”, publicaron un escueto comunicado desde la cuenta oficial del partido. “Ahora hay que empezar a trabajar, otra vez, para volver a seducir a nuestro electorado”, sostuvo una fuente interna.

Para el bullrichismo, el golpe fue duro. “Se quedan con un partido chiquito, de amigos. El partido de los perdedores”, explotó el tucumano Pablo Walter. “Lo que está del lado de Patricia es la gente y las ideas”, concluyó desde un bar, a unos metros de donde se hacía la Asamblea que los había excluido.

De todas maneras, el bloque amarillo no se va a romper en el Congreso. Aún sin lugar en la cúpula del PRO, Bullrich va a seguir jugando la interna por lo bajo. Y presionando por el apoyo a Milei. Se van a quedar a pelearla, al menos hasta el año que viene, cuando las elecciones legislativas definan nuevos candidatos: la pregunta allí será si va a encontrar a todos del mismo lado.

 

 

* Para www.noticias.perfil.com

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