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El día que un lago africano liberó un veneno invisible que asfixió a miles de personas y animales en Camerún

NOTICIAS DE INTERES Francisco GONZÁLEZ TOMADIN
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En un tranquilo atardecer del 21 de agosto de 1986, los habitantes de las aldeas alrededor del lago Nyos, en el noroeste de Camerún, se preparaban para descansar sin saber que estaban al borde de un desastre inusual y devastador. Al caer la noche, una explosión pequeña rompió la calma, seguida de un suceso invisible y mortal. De las profundidades del lago surgió una nube de gas letal, compuesta principalmente de dióxido de carbono (CO₂), que en cuestión de minutos comenzó a desplazarse por el valle, sofocando todo a su paso.

La catástrofe en el lago Nyos, conocida como una erupción límnica, fue un fenómeno natural extremadamente raro que ocurrió cuando una cantidad masiva de CO₂ almacenada en las aguas profundas del lago fue liberada repentinamente en la superficie. Este gas, más denso que el aire, avanzó como una ola silenciosa y letal que cubrió un área de hasta 25 kilómetros a la redonda, alcanzando las aldeas de Nyos, Kam, Cha y Subum.

La nube desplazó el oxígeno, creando una atmósfera sofocante que cobró la vida de más de 1.700 personas y 3.500 animales, incluidos el ganado y la fauna local. Sin señales visibles de daño en sus cuerpos, muchos de los aldeanos y animales simplemente cayeron donde se encontraban, víctimas de la asfixia, en medio de un escenario que parecía tan pacífico como minutos antes de la tragedia.

El origen de esta tragedia se remonta a siglos de actividad volcánica en la región. El lago Nyos, ubicado en una caldera volcánica, acumulaba poco a poco el CO₂ que emanaba de cámaras magmáticas subterráneas. Este gas quedaba atrapado en las profundidades del lago, ya que las aguas son increíblemente tranquilas, lo que impedía que el dióxido de carbono se liberara naturalmente. Con el tiempo, la concentración de gas se volvió peligrosamente alta en las capas inferiores del lago, y un fenómeno externo, que pudo haber sido un deslizamiento de tierra o un terremoto, provocó una alteración en estas aguas profundas. Esta perturbación desató una reacción en cadena en la que el gas almacenado ascendió rápidamente hacia la superficie, explotando al salir y provocando que el CO₂ se dispersara masivamente en forma de una nube invisible y mortal.

El impacto de la nube tóxica fue tan repentino que muchas de las víctimas murieron en sus camas sin darse cuenta de lo que ocurría. Los testimonios de los sobrevivientes ilustran la magnitud de la tragedia y el desconcierto general. All Insteresting citó a Joseph Nkwain, un hombre de Subum, que relató cómo perdió la conciencia al inhalar el gas y cómo, al despertar encontró el cuerpo de su hija sin vida en su hogar. “Escuché un sonido extraño… un olor terrible llenaba el aire… traté de hablar, pero mi boca no se abría. Caí al suelo junto a mi hija, pensando que seguía durmiendo. Solo después comprendí que estaba muerta.” Al recuperarse parcialmente, Nkwain intentó buscar ayuda, pero fue testigo de un paisaje desolador: a medida que recorría en su motocicleta las aldeas cercanas, no encontró señales de vida. En sus palabras, “no vi ni un alma en pie. Todo estaba muerto”.

La tragedia tuvo repercusiones inmediatas y devastadoras para las comunidades afectadas, quienes además de perder a sus seres queridos, se enfrentaron a la destrucción de su medio de vida, ya que el ganado, las aves y otros animales también sucumbieron al gas mortal. Este desastre causó además daños a la vegetación, dejando amplias áreas de terreno muerto y sin signos de vida animal o vegetal. Esto atrajo rápidamente la atención internacional y motivó a los científicos a investigar a fondo este extraño fenómeno. Aunque al principio algunos creyeron que el CO₂ pudo haber sido liberado por una erupción volcánica, estudios posteriores, que incluyeron la instalación de sismógrafos alrededor del lago, descartaron esta teoría. Se concluyó que la acumulación lenta y gradual de gas en el fondo del lago, junto a un desencadenante desconocido, fue la causa de la tragedia.

La magnitud de esta catástrofe llevó al gobierno de Camerún, en colaboración con organizaciones internacionales, a implementar medidas preventivas para evitar una repetición de este desastre. Se instalaron sistemas de desgasificación en el lago Nyos, consistentes en tuberías que alcanzan el fondo del lago y permiten liberar el gas en cantidades controladas y seguras. Este sistema, en operación desde 2001, ha reducido considerablemente la concentración de CO₂, pero no ha eliminado por completo el riesgo. Existe aún la posibilidad de que, en caso de un gran deslizamiento de tierra o terremoto, una nube tóxica vuelva a liberarse.

A pesar de las medidas, las secuelas para los sobrevivientes siguen siendo difíciles de sobrellevar. Muchos de los que vivían cerca del lago Nyos fueron trasladados a campamentos de refugiados y se les prometió ayuda y compensación económica para reconstruir sus vidas, una promesa que, según los mismos afectados, no se ha cumplido completamente.

Años después de la tragedia, algunos de estos sobrevivientes aún viven en condiciones precarias, sin acceso adecuado a servicios básicos como educación, electricidad y atención médica. Este sentimiento de abandono es compartido por muchos, quienes afirman que el gobierno de Camerún se ha limitado a enviar donaciones esporádicas, en lugar de brindar soluciones a largo plazo para sus comunidades. Tcha Ewi, líder de uno de los campamentos, declaró a All Insteresting: “El gobierno nos ha abandonado… ya no queremos bolsas de arroz o aceite una vez al año; queremos que nos enseñen a valernos por nosotros mismos. Queremos becas para nuestros hijos, queremos reconstruir nuestras aldeas.”

Fuente: Infobae

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