Inversores globales recorren la Argentina libertaria en busca de señales mientras crece el escepticismo sobre las reformas

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • Llegada de inversores globales refleja interés y cautela por la economía libertaria.
  • Volatilidad extrema del mercado accionario desalienta inversiones de largo plazo.
  • Caputo vuelve a los mercados con el Bonar 2029 como señal inicial.
  • Escepticismo sobre la Reforma Laboral y dudas sobre su impacto real en el empleo.
  • Persisten las tensiones sobre inflación, tasas y sostenibilidad del esquema cambiario.
  • El contexto político y global condiciona las perspectivas para 2026.

La cercanía del cierre del año no frenó el inusual movimiento de figuras influyentes del mundo financiero internacional que, atraídas por la novedad de la “Argentina libertaria”, desembarcaron en Buenos Aires para tomar el pulso del rumbo económico. Entre ellos, referentes de peso como Mark Mobius y Doug Casey dejaron definiciones que resonaron tanto en los mercados como en los pasillos oficiales. Sus miradas, diversas pero igualmente cautelosas, reflejan el clima de incertidumbre que atraviesa a la economía local tras dos años de gestión de Javier Milei.

Mobius, especialista en mercados emergentes, describió a la bolsa argentina como “un feliz parque de juegos”, un espacio capaz de generar ganancias extraordinarias para quienes toleren una volatilidad extrema. El recorrido reciente del mercado accionario —un alza del 136% en dólares en 2023, seguida de desplomes y nuevos saltos abruptos en 2024— confirma su diagnóstico. Si bien el vértigo puede ser tentador para los traders, advierte que esta montaña rusa desalienta inversiones de largo plazo, más dependientes de previsibilidad que de adrenalina.

Casey, más escéptico aún pese a su afinidad ideológica con el oficialismo, recomendó dolarizar como resguardo y “esperar a ver qué pasa”. La visita de ambos financistas, sin embargo, funciona como una señal en sí misma: los inversores buscan información de primera mano sobre un país que, pese a su historial de crisis, vuelve a despertar curiosidad.

En paralelo, el ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, concretó el regreso a los mercados con la colocación del Bonar 2029 entre “manos amigas”. La operación no movió demasiado el clima general, pero en el sector celebraron que se haya logrado una tasa inferior al 10%, un umbral simbólico que consideran clave para reabrir gradualmente el acceso al crédito externo. En reuniones privadas, los analistas coincidieron en que el gesto es más relevante como señal que por su impacto inmediato.

El balance de los primeros dos años de gestión aparece como un mosaico de avances y retrocesos. En ese marco, la Reforma Laboral —acompañada, detrás, por la Tributaria— monopoliza el interés y las dudas del mercado. Si bien algunos celebran los lineamientos generales, predomina el escepticismo sobre la “letra chica” y el temor de que los cambios sean superficiales. Un economista de larga trayectoria señaló que el verdadero desafío será la transición: sectores dinámicos como la minería, que hoy emplea a poco más de 100.000 trabajadores, difícilmente podrán absorber los puestos que ya se están perdiendo en industrias más afectadas por el modelo.

La productividad, advierten, es el talón de Aquiles. Sin mejoras sostenidas en ese frente, difícilmente se verá una recuperación del salario real, condición necesaria para la consolidación económica.

Otro foco de debate es la política monetaria. En un encuentro virtual, especialistas analizaron las tasas de interés en el contexto del esquema de bandas cambiarias. La coincidencia fue amplia: las tasas deberían mantenerse apenas por encima de la inflación para evitar mayores tensiones. No prevén que en 2026 la inflación se reduzca a un dígito, y proyectan valores entre el 20% y el 30%. La inflación núcleo, estancada, refuerza esa cautela.

También cuestionan la sostenibilidad del esquema cambiario actual. Aseguran que la estabilidad de los últimos meses se apoyó en “one shots”: colocaciones de obligaciones negociables, adelanto de exportaciones y asistencia del Tesoro estadounidense. Sin esos factores, advierten, el mercado de 2026 enfrentará una presión creciente de demanda privada de divisas. Bajo estas condiciones, creen que la inversión extranjera directa seguirá retraída.

Mientras tanto, la política aporta sus propias señales. La colocación del Bonar 2029 dejó satisfechas a algunas boutiques financieras, que destacaron la estabilidad de los bonos en dólares y el leve recorte del riesgo país hasta los 625 puntos. La deuda en pesos también mostró firmeza, con especial interés en el Bonte 2030.

El oficialismo busca aprovechar el cambio en la composición del Congreso para relanzar su agenda, que incluye el Presupuesto 2026 y la Modernización Laboral. En paralelo, los malos datos de recaudación de noviembre —una caída real cercana al 9%— reavivaron las dudas sobre la consistencia fiscal. El Banco Central, por su parte, confirmó que comprará dólares siempre que la demanda de pesos y la cuenta capital lo permitan, dejando atrás la idea de una base monetaria amplia fija.

En reuniones privadas, operadores talentearon escenarios políticos. Algunos especulan con un intento de recomposición opositora al estilo de un “JxC 2.0”, mientras otros afirman que la clave del próximo ciclo no será solo económica sino institucional: ningún plan, dicen, sobrevive si no cuenta con un sistema político capaz de sostenerlo.

Las discusiones locales se cruzan con el contexto internacional: tasas más altas en Japón, menor liquidez global y debates en Nueva York sobre la capacidad de los mercados emergentes para mantener su rendimiento en 2026. La Argentina, entre esas tensiones, vuelve a ser un caso de estudio y un destino de curiosidad. Si eso deriva en oportunidades o en nuevas decepciones, dependerá de las señales que emita en los próximos meses.

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