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Santiago Montoya: “El Impuesto a las Ganancias no tiene arreglo, la única salida es sustituirlo por un impuesto a los ingresos”

ECONOMÍA 07/11/2022 Daniel Sticco*
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Recurrentemente, el consenso de los economistas plantea la necesidad de encarar reformas de carácter estructural en la economía argentina, para poder revertir ciclos repetidos de crisis recesivas, de balanza de pagos, de deuda, y se pone el acento en reducir el tamaño del Estado, modernizar la legislación laboral, impulsar la integración al mundo.

Y si bien pareciera estar implícito la necesidad de reforma del sistema tributario, para tender a un sistema con menos impuestos, con mayor peso de los progresivos que los regresivos -que aporten más los que generan más ingreso- y que se constituyan en incentivo a la formalización laboral y la inversión productiva, en general se cae en la concentración del esfuerzo en recortar el gasto público, como quedó claro en las exposiciones en la Conferencia Anual de FIEL.

Sin embargo, una vez más, en las pautas del Presupuesto 2023, y más aún en el tratamiento legislativo, el foco dominante fue la creación de nuevos impuestos distorsivos y discrecionales, los cuales generan más incertidumbres que certezas para poder cambiar el rumbo.

Frente a ese escenario, Infobae entrevistó a Santiago Montoya, experto en impuestos y administración tributaria y política fiscal, creador de ARBA (Agencia de Recaudación de la Provincia de Buenos Aires) del cual fue el primer director, y se desempeña desde 1999 como consultor de empresas sobre riesgo político, macroeconomía y estrategia de negocios.

— El proyecto de Ley de Presupuesto 2023, ya cuenta con media sanción de Diputados, pasó al Senado con diversas modificaciones de índole tributario ¿Qué opina en líneas generales?

— Desde marzo último el marco general de la gestión del gobierno y de buena parte de todo lo que ocurre en este país, lo marca el acuerdo con el FMI. Ese acuerdo, cuando hablo entre amigos lo califico de “porquería”, con usted debería ser menos imprudente y decir que es un acuerdo mediocre.

Para muchos economistas parece que el acuerdo con el FMI es un fetiche que hay que sostener a ultranza, pero yo lo veo como un salvavidas de plomo para el país y para el Gobierno. Imagínese que el propio acuerdo define un esquema que alimenta la inflación, pasa por alto la brecha cambiaria, en fin, lo repudio por inconsistencias técnicas y miopía estratégica.

Aún con estas críticas, hasta la llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía, reconozco que el acuerdo con el FMI ha sido casi el único punto de apoyo de la gestión y en esta recta final del mandato del gobierno no resulta sencillo pretender cambiarlo o mutarlo en algo que sustente un plan de estabilización, crecimiento y desarrollo. Son muchos los desafíos de aquí al final del mandato, y no me sorprende que se haya elegido el camino de tratar de cumplirlo y de mantenerlo vigente: de algo hay que agarrarse y no tienen algo menos malo.

Aquí entra el Presupuesto 2023, que se enmarca en ese acuerdo, y en general me parece mejor que los anteriores considerando el contexto. Aunque contiene supuestos que no comparto, como el nivel de inflación previsto, pero en la medida en que deriva de las exigencias del FMI no se le puede pedir tanto tampoco.

— ¿Qué cambios debiera hacerse en el Impuesto a las Ganancias?

— Ya hemos hablado de esto en anteriores entrevistas y sigo pensando igual, insisto en que el Impuesto a las Ganancias argentino no tiene arreglo y la única salida es derogarlo y sustituirlo por un impuesto a los ingresos o a la renta, en la línea de los impuestos de ese tipo de la literatura tributaria y los casos internacionales. Es un impuesto fundamental para aportar equidad al sistema tributario, pero bautizado con esa palabra “ganancias” solo podía estar destinado a fracasar, algo que ha logrado.

En Argentina no se puede pensar en nada nuevo, estamos bloqueados, cualquiera que empieza leyendo esto, cuando llega a la altura de “derogar” ya no puede seguir leyendo, porque empieza a pensar en que no podrá gastar lo recaudado por el impuesto que debe eliminarse, y ya no les interesa la idea. Ni llegan a leer que se puede recaudar lo mismo y más con un mejor impuesto, dando lógica a un régimen que si está bien diseñado recauda más por mejor diseño y por ensanchamiento de la base. No se puede pensar con la billetera, hay que pensar con la cabeza, pero la voracidad fiscal manda. Yo por una década jamás dejé un agujero en la caja por un faltante de recaudación, o sea que entiendo perfectamente el presupuesto de ingresos, pero con malos impuestos recaudamos menos y de manera más traumática y cara.

Le cuento sobre dos casos reales que conocí a lo largo de mi carrera en administración tributaria, cuando concreté convenios para formación con fiscos extranjeros para ciertas áreas de interés.

Para que veamos el impacto de reemplazar impuestos mal diseñados, por un sistema nuevo mucho mejor, consideremos el caso italiano. Italia es un país especialmente interesante, porque a comienzos de los 70 junto con España integraba en Europa, digamos, un lote de países con menos desarrollo, que tenía mucho que avanzar para dar finalmente forma a lo que hoy es la Unión Europea.

Como parte de ese avance hacia el desarrollo, Italia emprendió una transición desde un sistema tributario de alcance acotado, a un sistema más justo extendido a la población activa en función de sus capacidades contributivas.

Los números resultaron impactantes, en el quinquenio antes-después de la transformación italiana, de 1972 a 1977, el sistema pasó de 4 a 24 millones de contribuyentes, de 2,7 a 30 millones de declaraciones, y la recaudación en liras constantes se duplicó para personas físicas de 1.486 billones a 2.904 billones, y de 447 billones a 790 billones en el caso de empresas. Y atención, con el nuevo IVA creado sustituyendo a un viejo tributo llamado IGE, los tributos sobre la actividad económica se mantuvieron en 2 billones de liras.

Fíjese esa transformación: más recaudación, distribuida en una base mucho más amplia, con los contribuyentes de más capacidad contributiva aportando parecido que en Estados Unidos en la torta, y cambiando la composición de la recaudación, que en 1972 recaía más del 50% sobre la actividad económica de una Italia subdesarrollada, para pasar a 36% en la Italia de 1977, encaminada al desarrollo.

Nosotros los argentinos somos raros, estoy hastiado de escuchar dirigentes añorando el desarrollo, pero sin aplicar transformaciones es absolutamente imposible lograrlo. Italia para acceder a ese club exclusivo, tuvo que hacer esta transformación tributaria y mucho más. Hay que aliviar la actividad económica y recaudar más sobre aquello no afectado a la producción. No tenemos que tenerle miedo a las transformaciones, pero hay que prepararse para ello.

Ensanchando la base, aplicando el enforcement adecuado como IRS (EEUU), DGI (Francia), NTA (Japón) o SII (Chile), por ejemplo, y con un sistema federal basado en solo 6-8 conceptos, incluyendo un impuesto a los ingresos o a la renta que reemplace el engendro Ganancias, es posible avanzar en la medición inapelable de una sociedad moderna que cierra grietas y brechas: el coeficiente de Gini.

Según OECD, en 2017 el coeficiente de desigualdad en promedio de EEUU antes y después de impuestos pasaba de 0,51 a 0,38, donde más bajo es sociedad menos desigual en oportunidades. Estamos hablando del lugar en el mundo donde reside el capitalismo, donde las libertades económicas son enormes y la actividad privada tiene una dinámica arrolladora, pero donde casi la mitad de los ingresos fiscales totales provienen de imposiciones sobre el flujo y el stock de riqueza, y donde directamente no existe el IVA. Las ventajas de tener un sistema mejor diseñado con un impuesto a la renta en lugar del engendro argentino de Ganancias, y de hacerlo cumplir como lo hace el IRS.

El enforcement y el cumplimiento tributario masivo no es ni de derecha ni progre, no existe otra forma de evitar pinchaduras en el sistema. Hay que legislar buenos impuestos y cobrarlos con determinación, de lo contrario el Congreso queda devaluado porque legisla y no se cumple lo legislado. Entonces Daniel, mejor basta del impuesto a las Ganancias.

— ¿Comparte el régimen de deducciones para unos contribuyentes y no para el conjunto de las personas físicas, como se propone en el caso del tratamiento discrecional de viáticos para Ganancias de los camioneros?

— Pero Daniel, le digo que ese impuesto maldito hay que volarlo y usted sigue con eso! Bueno, mientras no lo eliminemos y sigamos con inflación astronómica, podríamos hacerle un service, al menos incorporar un régimen automático para mínimo no imponible, estructura de alícuotas y deducciones especiales, por ejemplo, todo en función de equis salarios mínimos que surgen del consejo del empleo y salario, o puede ser otro parámetro que se desplace siguiendo razonablemente la inflación. La idea es evitar los desfases cíclicos o movimientos pendulares, basta de dejar que por 2 o 3 años la inflación cocine a los contribuyentes, para después dar el alivio como si fuera una gran medida de política.

En cuanto a lo que me pregunta, me gustaría que si son viáticos reales todos pudieran tener un tratamiento equivalente. Difícil de administrar, pero nuestro país se halla hípermicroregulado, no vamos a poder salir de este esquema que nos lleva a este tipo de tratamientos casi caso por caso, sin un abordaje integral.

En Alemania, por ejemplo, y muchos países de Europa y otras partes del mundo, todo tipo de gastos y conceptos como viáticos reales se pueden deducir. Los que toman como ejemplo alícuotas marginales altísimas que tienen esos países no dicen que las aplican luego de haberles permitido a los contribuyentes deducir muchísimos conceptos aquí limitados o prohibidos. No sé si ignoran el esquema que tienen esos países o solo callan porque andan por la vida buscando cualquier referencia útil para esquilmar a los contribuyentes.

— Perdón por mi insistencia, pero mientras exista el Impuesto a las Ganancias ¿Es razonable que la tasa máxima para la cuarta categoría sea igual que la que rige para las empresas?

— Y dele con Pernía, como decía mi abuelo. No quiero saber nada con el Impuesto a las Ganancias que tenemos. La tributación a la Renta de personas físicas es una cosa, las ganancias corporativas otra muy distinta. Lamentablemente, en Argentina, en nuestro espiral de decadencia, hemos perdido la capacidad de discutir lúcidamente al respecto. Me dan ganas de responderle con preguntas; ¿Ha pensado usted Daniel, que cuando usted impone una ganancia a una empresa, esa empresa mete ese número en su cálculo de costos, entonces hace una suerte de “grossing up” en la determinación de los precios de los productos y servicios que comercializa, y en definitiva, quien termina pagando el impuesto, más en una economía cerrada? ¿Hay tanta diferencia entre esto y otro gran villano del régimen tributario nacional, Ingresos Brutos? Más allá de que uno es “neto” y el otro “bruto”, obviamente…

Creo que hay que tener mucho cuidado al gravar a las gallinas que producen huevos de oro. Esto no es una chanza futbolística para nadie, aunque en cierto caso del interior del país me tienta hacerlo, me refiero a que las empresas producen riqueza, no hay que depredarlas, y son los dueños de las gallinas quienes deben realmente soportar un peso tributario importante. Así lo hacen los americanos, los dueños son ricos, pagan ellos, las empresas no tanto. Pero como nosotros queremos ser más zurdos que Karl Marx y más cuidadosos de los capitalistas que los norteamericanos, terminamos perdidos y enredados en una maraña.

— ¿En un país con tasa de inflación próxima a los 3 dígitos al año debiera instrumentarse la actualización por la variación del IPC del Indec de los anticipos del pago de Ganancias, incluyendo en la compra de dólar ahorro?

— Es casi que usted y yo estamos en un intercambio a ver quién agota primero al otro (jajaja). Su arma hoy es Ganancias por lo que veo. Ya dije antes, mientras sigamos conviviendo con el engendro, debemos por lo menos adecuarlo al contexto super-inflacionario. Incluyamos allí los anticipos, si.

— ¿Qué opina del cambio que introdujo la Cámara de Diputados en el tratamiento del Ajuste por Inflación de los balances de las empresas?

— Opino que en este país hipermicroadministrado, gobernar en este último tramo del mandato, en una situación verdaderamente precaria, debe obligar a unos cuantos dirigentes a hacer de malabaristas y eventualmente a tragar sapos. Se que ese cambio se introdujo en Diputados, pero también sabemos cómo son los mecanismos de la política, quizá los cambios que usted menciona se originaron en la misma Cámara o afuera. Como en el caso de los viáticos, me hubiera gustado que más contribuyentes puedan acceder a un alivio que en definitiva como ajuste por inflación no genere una imposición ficticia, lo que me parece bien. El esquema de pagos sin actualización por inflación, bueno es una forma llamativa de producir el ajuste por inflación.

— ¿Existen en el mundo la diversidad de Impuestos Específicos como existe en la Argentina?

— Si se refiere a la pintoresca estadística de los 170 o 180 tributos, seguro que no. Es que nuestro régimen tributario lleva décadas descomponiéndose, y del otro lado tenemos un salto de más de 15 puntos del PBI en el gasto público, con una brecha de financiamiento de al menos un dígito alto. Se ha ido literalmente digamos manoteando, de donde se ha podido. Si se refiere a los impuestos internos bueno también se convierten en herramientas de la hipermicroregulación en una economía cerrada y distorsionada. No veo qué puede sorprender.

— Según sus estudios ¿Cuál debiera ser el criterio para que existan impuestos especiales para un sector o producto?

— Hagamos como un paisajista, primero un vistazo general al bosque antes de ir a los arbolitos y las plantitas. Como enfoque general yo preferiría pocos impuestos que sean los pilares fundamentales del sistema impositivo, con alícuotas relativamente moderadas atendiendo que Argentina no está sola en el mundo y con una administración que establezca benchmarking en cuanto al ensanchamiento de la base, buscando alcanzar un cumplimiento masivo para que pagando todos, todos paguen menos.

El tema es que la evolución de la tecnología sugiere una capacidad al menos teórica de atender situaciones especiales. Antes, esas situaciones eran por ejemplo a través de combustibles tratar de desalentar emisiones, como parte de una política ambiental. Suena lógico. El problema es que enseguida empezamos con la caza de brujas de ir subsector por subsector viendo quien gana para caerle con algún concepto y manotearle parte de esa renta. Pero eso es muy difícil de mantener acotado y termina destruyendo el funcionamiento de la economía.

Un sector privado que logra ganancias yo lo veo como algo muy bueno, ahí se cobran los impuestos lógicos y el contribuyente queda liberado para hacer lo que le de la gana con esa ganancia neta alcanzada en buena ley. Si está ganando, y en presencia de una macroeconomía sana, no tenga dudas de que mantendrá y aumentará el empleo, invertirá y crecerá para ganar más.

Eventualmente esquemas de tratamiento tributario de inversiones pueden potenciar esto. ¡Esto es muy bueno, hay más empleo, más producción, la economía crece, recaudamos más impuestos! Si no entendemos eso y nos molesta que en un esquema capitalista haya quienes ganen dinero, me quedo sin nada lógico que decir desde lo que son los impuestos.

Impuestos sobre el comercio exterior

— ¿Cómo ve que en un país que hoy tiene escasez de divisas en el Banco Central, pero que recurrentemente enfrenta crisis de pagos externos que se apliquen impuestos a las exportaciones y generen una caja superior a la que tributan las importaciones?

— Uy que tema que es sencillo y se hizo polémico. Acá, resulta que hay que remar con que los derechos de exportación se reputan como si fueran sagrados, aunque los busqué dos veces en la Biblia, Antiguo y Nuevo Testamento, y no dice nada al respecto.

Hoy el Gobierno está prácticamente en una gestión de emergencia determinada en gran medida por la carencia de dólares en las reservas del BCRA. ¿Cuántos dólares más podría tener el BCRA o si quiere “el gobierno”, sin esos derechos de exportación? No tenga ninguna duda en estimar en por lo menos entre 20 y 30 mil millones de dólares anuales adicionales, repito como mínimo, la liquidación de divisas del complejo agroindustrial argentino, sin esos derechos. Me resulta difícil comprender por qué no aplicarle la debida imposición al propietario de la producción con un buen impuesto a los ingresos/renta o incluso el de Ganancias eventualmente retocado y bien aplicado con el enforcement adecuado, en vez de meterse en la ecuación económica de la explotación.

Acá manda la caja y solo la caja, la dominancia fiscal es total. Nada más mire lo que ocurrió con el boom de soja anterior, en materia de superficies sembradas y producción, Argentina dio un salto espectacular que se reflejó en las exportaciones. Pero los que no aplicaron esos derechos o se mantuvieron con niveles acotados, dieron un salto espectacular, mucho mayor que el argentino. Brasil, no hace falta mirar más lejos. Vemos que un productor norteamericano, recibe por una tonelada de soja el precio internacional lleno de USD 540, mientras el argentino recibe bastante menos de la mitad. Por obsesionarnos con cuánto gana el productor, el país anda corto de dólares. Para mí, todo esto tiene relación con el fracaso económico argentino.

— ¿En el caso del IVA sobre la producción nacional ¿Tendría que haber tasas diferenciales según el consumo básico y esencial de las familias?

— Puede ser, hay países que no le dan tratamiento especial a los consumos básicos y esenciales, otros le dan una reducción y otros directamente desgravan. Pero en los últimos 25 años hemos pasado de un componente impositivo de alrededor de un tercio en el precio final de los productos de supermercado, a un 47% a 51%, según algunos casos que he revisado. ¿De qué estamos hablando? Volvemos a la dominancia fiscal. Quizá James Carville diría, “es la caja, estúpido”, aunque lo notable en nuestro caso es que moderando la presión tributaria -me refiero a la brecha entre la teórica y la efectiva, y unos pocos elementos más- la caja recaudatoria se estabilizaría y se fortalecería, no al revés. Pero nos estamos autodevorando.

— ¿Qué diferencia hay entre la cooperación tributaria entre los países y la propuesta del gobierno argentino a su par de los EEUU que brinde información sobre las cuentas bancarias de argentinos fuera del país para detectar si fueron declaradas?

— El acceso que solicita el gobierno argentino en el marco de la cooperación tributaria entre países no es ningún delirio. Que se lo concedan o no es otro tema, pero el pedido no es descabellado.

— ¿Una reflexión final?

— Primero, recordar lo que deja la Biblia en temas de tributos, el concepto de diezmo, 10% podemos decir. El “Diego”. Estos son los órdenes de magnitud de los impuestos, que el ser humano tiene incorporados como algo digamos que fluye. A medida que vamos subiendo la tasa, aumenta el riesgo de rebelión y necesitamos tener muy bien diseñado el sistema para recaudar por ejemplo 30% - 32% del PBI, sin producir daños diversos en el tejido económico y social. Si el sistema es injusto, engorroso y lleno de resquicios, vamos llegando a Argentina 2022. Acumulamos más de una década de caída del PBI por habitante ¿Alguien puede pensar que algo tan relevante como los impuestos, que forman parte del análisis de cualquier proyecto de inversión, no tiene nada que ver?

Segundo, en 2021 la presión tributaria argentina fue 30% del PBI. Ahora bien, tomando un incumplimiento tributario del orden del 38%, la presión efectiva queda en 50%. O sea, más de 10 puntos por encima de la presión efectiva en casi toda Europa, donde los impuestos son más altos, pero la informalidad muy baja y una presión promedio de 40% del PBI se traduce en presiones efectivas de 42-43 puntos para cumplidores. Una locura para las cadenas de valor nacionales y un suicidio como nación.

Quiere decir que un productor argentino si no se cierra la economía no puede competir con los bienes importados que se producen en países sin tributos locos y que, al ingresar a la Argentina, están mucho más cerca de la etapa de venta final y no debe soportar la cascada de Ingresos Brutos ni los tarascones de la mayoría de las tasas que la producción nacional sí debe afrontar en las sucesivas etapas que el bien importado elude por ser importado. ¿Qué puede salir mal?

Tercero, me preocupa el tema de la carga tributaria demencial sobre las facturas de servicios públicos, principalmente de la energía. Mientras duró la política de ancla tarifaria y estaban al 15% - 20% de los costos, las facturas se convirtieron en un arbolito de Navidad lleno de tasas y tributos que superan el 30% del costo de la energía; pero en el caso del gas y en algunos distritos, roza y supera el 50%. En países que obviamente no tienen la energía subsidiada, pagan precio lleno, y los tributos oscilan entre 14% y 17% del precio.

Creo que es urgente una intervención política y legislativa sobre esto, cuando arranque la recuperación tarifaria, estos excesos tributarios deben ser eliminados o de mínima “topeados”, o vamos a hacer un desastre con el bolsillo de los consumidores. Esto es para hacer ya, para que los valores absolutos de la voracidad fiscal no impidan retroceder luego del aumento.

 

 

* Para www.infobae.com

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