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El presidente que ya fue

OPINIÓN 04/03/2023 Mónica Gutiérrez*
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La cruda realidad se llevó puesto, en cuestión de horas, el provocador palabrerío con el que Alberto Fernández paladeo su ego ante la Asamblea Legislativa.

En el comienzo de su exposición, el jefe de Estado pretendió pavonearse haciendo alarde de una pretendida moderación e incorruptibilidad que supuestamente definen su marca.

Hizo uso y abuso de la primera persona, en orden a presentarse como una suerte de garante de la institucionalidad, el consenso y la democracia.

“Fui yo”, repitió Alberto Fernández a reiteración para exhibir una seguidilla de logros que se auto atribuye. Echó mano, incluso, a la película “Argentina 1985″, en orden a emparentar su autoalabanza con los tiempos del alfonsinismo. Un momento de la historia reciente que el kirchnerismo jugó a negar para apoderarse de la bandera de los derechos humanos a la que terminó arrastrando con todos sus máximos referentes incluídos.

“Me voy a ir con lo mismo con lo que entré, no me llevo nada”, dijo. Un tiro por elevación a su genitora, condenada a seis años de prisión por causas de corrupción. A su lado, Cristina Fernández, a duras penas contenía la ira que le empezaba a tatuarle la cara con rictus de pavor.

La templanza duró poco. A Alberto Fernández no tardó en soltarsele la cadena. De buenas a primeras, devino un furioso rottweiler. Vociferante, destemplado, abandonó el sobreactuado modo de supuesto estadista para reversionar el libreto cristinista en la más extrema de sus interpretaciones.

Puede que la proximidad física con CFK lo haya desquiciado, lo cierto es que derrapó hacia el peor de los lugares. Si bien nada dijo de su candidatura, en un único y descontrolado acto pegó el portazo. El presidente que no fue, fue.

La golpiza mediática que Alberto Fernández le propinó a los miembros de la Suprema Corte presentes en el recinto cruzó todos los límites.

Invitados por el mismísimo gobierno, Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz sobrellevaron con estoicismo la brutal diatriba prolijamente guionada que les aplicó el jefe de Estado por cadena nacional. La emboscada televisiva que le tenían preparada los mostró dueños de un admirable autocontrol. En treinta y nueve oportunidades, el director de cámaras de la trasmisión oficialista los fusiló con primerísimos primeros planos de feroz impiedad. No pestañaron.

“Si la Corte Suprema no hubiera tomado por asalto al Consejo de La Magistratura, hoy Santa Fe no estaría padeciendo de la carencia de tribunales que impiden enjuiciar con rapidez al crimen organizado que se ha expendido en su territorio”, dijo apenas unas horas antes que el ataque a balazos al supermercado de la familia Roccuzzo lleve el asunto a escala global. Una acusación descabellada y revulsiva. Desafortunada en concepto. Inoportuna en tiempo y espacio. Nunca nadie de animó a tanto.

“Algo más habrá que hacer”, dijo el Presidente desde el envase termosellado en el que ejerce la Presidencia tras conocer la noticia. “Ganaron los narcos”, sumó Anibal Fernández a la seguidilla de malhadadas declaraciones en la mañana del jueves.

“Hay que hacer algo por los santafesinos y los rosarinos porque son argentinos”, les hizo saber a los salteños el presidente, que presume de ser federalista , durante el transcurso de un acto de entrega de viviendas en La Poma, Salta. Tremendo dislate no vino más que a confirmar lo que se piensa y dice en Rosario.

“Nos han dejado solos hace mucho tiempo. No hay coordinación, no hay plan, te mandan a unos gendarmes y creen que con eso está. Rosario ha sido abandonada por el Gobierno Nacional”, sostiene una legisladora que conoce como nadie la entretela del poder.

“Tenemos un Estado del siglo XX y un delito del siglo XXI”, se escucha decir en los despachos de los desesperados funcionarios.

El miedo ha ganado terreno entre los rosarinos que pretenden sobrevivir en un clima que impuso el narcoterrorismo. La situación de extrema gravedad ha obligado a cambiar rutinas.

Hasta los horarios de dependencias municipales y centros de salud se han modificado para evitar la circulación de gente en momentos más difíciles.

El terror se ha instalado en los barrios. El clima de amenaza es constante. El desalojo y la ocupación de viviendas para instalar búnkeres a punta de pistola, una modalidad que llegó para quedarse.

“Plata o bala”, la extorsión a los empresarios y comerciantes es también una siniestra modalidad delictiva de connotaciones mafiosas que corre a la par de la narcocriminalidad.

El caso más pavoroso de los últimos tiempos es el de Lorenzo “Jimmy " Altamirano, un músico y artista callejero de 28 que fue secuestrado y ejecutado en la puerta 6 de la cancha de Newell’s para dejar un mensaje escrito entre sus ropas dedicado a la Los Monos a modo de advertencia. Una nueva estrategia de los narcos, matar gente elegida al azar para dejar una advertencia.

“Messi te estamos esperando, Javkin no te va a cuidar, es narco” .

El mensaje va dirigido a todos los rosarinos. Nosotros manejamos la calle, es el mensaje. Cincuenta y siete asesinatos en los primeros dos meses de 2023 precedieron a este hecho que volvió viral a escala global la irrupción del “narcoterrorismo” en la Argentina.

Todos los dirigentes consultados coinciden en algo: el Gobierno Nacional no se hace cargo. Se desconoce que lo que ocurre en Rosario tiene que ver con delitos que amenazan extenderse a todo el territorio nacional y que se enfrenta con todas las herramientas de que dispone el Estado.

No solo no se hace inteligencia criminal, sino que además no se investiga nada. Se desconoce que se trata de delitos federales, que demandan tareas conjuntas que incluyan la investigación de lavado y el seguimiento de la ruta del dinero de la droga. Ni la UIF ni la AFIP parecen estar disponibles para cortar el paso a los delincuentes.

Las sospechas de connivencia policial se refuerzan con cada hecho. La policía provincial es parte del problema, no de la solución. Cuando gobernaban los socialistas, la culpa era de ellos. Se los acusaba de no hacer, ni dejar hacer.

Con la llegada del Frente de Todos todo fue de mal en peor. El gobernador Omar Perotti no ha logrado cambiar nada. En lo que va de su mandato removió a tres ministros de Seguridad y cambió en 11 oportunidades al jefe de la Policía Provincial. Desde hace una semanas el Gobernador y el ministro de Seguridad de la Nación se enfrentan con declaraciones descalificatorias a cielo abierto. Una refriega mediática que suma indefensión en la piel lastimada de los rosarinos.

La mira está puesta también en el Servicio Penitenciario. En septiembre de 2020 se crearon las fiscalías anti balaceras y en mayo de 2022 la Unidad de Balaceras, especializada en extorsiones para hacer frente a la escalada violenta.

La fiscal Valeria Haurigot asegura que a mayor cantidad de detenidos, más delitos. Las cárceles provinciales están fuera de control. El crimen se organiza desde adentro de los penales. Los capo narco disponen de tecnología de comunicación y conectividad. No les falta nada. Los dejan hacer. Celulares y WIFI para todes.

Los jefes narcos detenidos en Santa Fe están alojados en Ezeiza y Rawson. Se trata de penales federales. Allí también reina el dejar hacer. El home-office rinde.

Las desmesuras presidenciales, en cualquier caso, no cambian el curso de los acontecimientos. Nada de lo que haga le permitirá recuperar posiciones al interior del Frente de Todos. Muchos de los suyos lo han ido abandonando y los kirchneristas lo desprecian.

Hasta Sergio Massa prefirió la distancia de un palco a la proximidad visual con su presidente.

Todos lo prefieren lejos, encapsulado. Lo quieren envasado al vacío. Pretenden que dure, que llegue a octubre, pero que no moleste. Es un mal necesario del que nadie quiere hacerse cargo. Cristina prefiere desconocer a su criatura. Ignorarlo. No le está resultando fácil.

 

 

* Para www.infobae.com

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