El FMI estira la cuerda y vuelve a perdonar a la Argentina

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • El FMI da por descontado un segundo waiver consecutivo por reservas
  • El desembolso previsto ronda los u$s1.050 millones en enero de 2026
  • El organismo exige un plan más ambicioso de acumulación de divisas
  • Persisten dudas sobre la solidez del swap con Estados Unidos
  • Un tercer waiver aparece como un límite informal dentro del Fondo
  • Los vencimientos de 2026 refuerzan la presión por dólares genuinos

En los pasillos de Washington ya no se debate si el Fondo Monetario Internacional concederá un nuevo waiver a la Argentina, sino bajo qué condiciones políticas y técnicas lo hará. Fuentes de la burocracia interna del organismo dan por descontado que, en las próximas dos semanas, el FMI aprobará un segundo perdón consecutivo por el incumplimiento de la meta de reservas netas internacionales (RIN), en el marco de la próxima revisión del programa de Facilidades Extendidas.

La dispensa habilitaría un desembolso cercano a los u$s1.050 millones, previsto para el 23 de enero de 2026. Aunque la portavoz Julie Kozack evitó confirmarlo de manera explícita, admitió que cumplir la meta de reservas de fin de año “será un desafío”. Puertas adentro, el staff técnico ya asume que el Banco Central no alcanzará los objetivos pactados —incluso luego de haber sido flexibilizados— y trabaja sobre un sendero más exigente de acumulación de divisas para 2026, apoyado en una mayor consistencia monetaria y cambiaria.

Este sería el segundo waiver consecutivo por la misma meta, luego del otorgado a mediados de 2025, cuando el Fondo aceptó un recorte sustancial de los objetivos anuales. En los hechos, el FMI observa dos problemas que considera estrechamente vinculados: una política monetaria con desvíos reiterados respecto de los agregados comprometidos y una dinámica externa que no logra generar acumulación genuina de reservas. En términos simples, el organismo no está dispuesto a convalidar indefinidamente un esquema basado en apreciación cambiaria y financiamiento financiero, sin mejoras estructurales en la competitividad externa.

El programa aprobado en abril de 2025 preveía un esquema monetario centrado en agregados, con el M2 privado transaccional como variable objetivo y un sendero restrictivo hacia diciembre. Sin embargo, las expansiones por encima de lo proyectado y ciertas intervenciones inconsistentes debilitaron el ancla monetaria y, lejos de fortalecer la demanda de pesos, profundizaron la fragilidad externa.

A este cuadro se suma la delicada arquitectura financiera que rodea a las reservas. El swap anunciado con Estados Unidos por hasta u$s20.000 millones es visto con escepticismo tanto en Wall Street como en el propio equipo económico. El acuerdo carece de la autorización explícita del Comité Federal de Mercado Abierto de la Reserva Federal, un paso clave para su plena operatividad. Hasta ahora, solo se activaron u$s2.500 millones y predomina la idea de que el resto funcionará como una señal política más que como un respaldo efectivo.

Incluso el propio presidente Javier Milei reconoció recientemente los riesgos de un endeudamiento sin respaldo estructural, al cuestionar experiencias pasadas basadas en tomar deuda sin sanear previamente las cuentas fiscales. La frase resonó como un límite implícito al entusiasmo por nuevas colocaciones, en un contexto de escasez de dólares genuinos y dependencia de flujos financieros volátiles.

Dentro del FMI existe además un límite informal: si bien no hay una norma que prohíba más de dos waivers consecutivos por la misma meta, la práctica del organismo evita sostener programas sin correcciones profundas. El antecedente de 2001, cuando el Fondo suspendió un desembolso clave tras incumplimientos reiterados, aparece como un recordatorio incómodo. Un tercer perdón consecutivo podría interpretarse como una señal de agotamiento del programa y forzar ajustes abruptos, incluida una corrección cambiaria significativa.

En el corto plazo, otro foco de tensión es el vencimiento de bonos soberanos por unos u$s4.300 millones el 9 de enero. El Tesoro trabaja en una ingeniería financiera que combina nuevas emisiones, repos con bancos internacionales y canjes voluntarios para evitar un impacto directo sobre las reservas. Por ahora, el FMI observa estas gestiones con calma, pero el horizonte de 2026 —con vencimientos externos por casi u$s18.000 millones— ya empieza a pesar sobre las expectativas.

El mensaje del Fondo es claro: reconoce los avances en materia fiscal y desinflación, pero insiste en que sin una acumulación sostenida de reservas el programa seguirá navegando en aguas turbulentas. La estabilidad lograda luce frágil si no se construye un colchón de dólares que permita enfrentar shocks y recuperar el acceso pleno a los mercados.

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