El dólar bajo un nuevo marco: expectativas, reservas y la apuesta a una transición sin sobresaltos

ECONOMÍA Agencia de Noticias del Interior
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  • El Gobierno redefinió el esquema cambiario con foco en la trayectoria del dólar hacia 2026.
  • Las bandas se ajustarán por inflación con rezago, eliminando el sesgo apreciatorio previo.
  • El nuevo marco habilita una depreciación real gradual y corrige el atraso acumulado.
  • El Banco Central apunta a acumular reservas sin forzar el mercado, con compras flexibles.
  • Las primeras señales incluyeron compras del Tesoro y una reacción moderada del mercado.
  • El desafío central será compatibilizar el nuevo esquema con la desinflación y la credibilidad.

El dólar volvió a ocupar un lugar central en la agenda financiera, incluso varios días después del anuncio oficial que el mercado interpreta como un cambio estructural relevante. No se trató de un simple ajuste técnico, sino de una redefinición del esquema cambiario que regirá en 2026 y que impacta de lleno en las expectativas, la política monetaria y la estrategia de acumulación de reservas. Más que el valor puntual del tipo de cambio, lo que quedó en foco es la trayectoria que el Gobierno busca construir hacia adelante.

La señal principal del nuevo marco apunta a evitar un problema que comenzaba a tomar forma: la erosión del techo de las bandas en términos reales. Con una inflación todavía activa, el esquema previo, basado en un ajuste fijo del 1% mensual, iba reduciendo el margen de maniobra y elevando la probabilidad de correcciones abruptas en el futuro. El rediseño intenta anticiparse a ese escenario y ofrecer una transición más ordenada.

El debate, ahora, se trasladó del “qué” al “cómo”. El mercado sigue de cerca cuánto podrá comprar el Banco Central sin forzar al mercado, qué rol jugará la demanda de dinero y de qué manera se administrará la liquidez. La estrategia oficial busca combinar previsibilidad con flexibilidad, una ecuación delicada en un contexto donde los inversores reclaman señales claras y consistentes.

Uno de los cambios más relevantes es la recalibración del ajuste de las bandas cambiarias. A partir de 2026, tanto el piso como el techo comenzarán a actualizarse según la inflación mensual con rezago, dejando atrás el esquema de corrección fija. Con este mecanismo, el tipo de cambio deja de quedar “pisado” frente a la dinámica inflacionaria local, que venía licuando el techo real, especialmente por el comportamiento de los precios no transables.

Este nuevo diseño elimina el sesgo apreciatorio implícito del régimen anterior y habilita una depreciación real gradual. Al no ajustarse por la inflación de los socios comerciales —sensiblemente más baja—, el techo del tipo de cambio real multilateral tendería a subir, corrigiendo parte del atraso acumulado. La expectativa oficial es que, con el tiempo, las bandas funcionen más como un marco de referencia que como un límite operativo permanente.

En paralelo, el Banco Central anunció un programa de acumulación de reservas alineado con el proceso de remonetización de la economía. El objetivo es llevar la base monetaria desde niveles equivalentes al 4,2% del PBI hasta el 4,8% en 2026. Bajo ciertos supuestos de inflación y crecimiento, este proceso permitiría compras no esterilizadas de divisas por hasta USD 10.000 millones, siempre que exista una mayor demanda real de dinero. Si eso no ocurriera, la autoridad monetaria recurriría a la esterilización para evitar desequilibrios.

Un punto clave del anuncio es el criterio operativo: el Banco Central comprará dólares hasta un porcentaje del volumen diario operado y no por montos fijos. Este enfoque busca adaptar las intervenciones a la profundidad del mercado y reducir el riesgo de presiones artificiales sobre el tipo de cambio. Además, se prevén operaciones en bloque, una herramienta que suma flexibilidad para ejecutar compras puntuales sin generar ruido.

La comunicación oficial coincidió con compras significativas del Tesoro en el mercado oficial, una señal que fue leída como respaldo concreto al nuevo discurso. Estas operaciones, que se vienen registrando desde mediados de noviembre, se apoyaron en flujos financieros, liquidación de la cosecha de trigo y un aumento estacional en la demanda de pesos.

La reacción del mercado fue moderada pero clara. Los dólares financieros mostraron subas, reflejando una recalibración de expectativas. El nuevo esquema mejora el horizonte de mediano plazo, aunque también obliga a reordenar precios en el corto.

Persisten, sin embargo, algunas dudas. La principal gira en torno a la convivencia entre un mayor ritmo de ajuste del tipo de cambio y el proceso de desinflación. El éxito del esquema dependerá de dos pruebas concretas: la capacidad de acumular reservas sin distorsionar el mercado y la consistencia entre el nuevo ancla cambiaria y la baja sostenida de la inflación. El anuncio marcó el rumbo; ahora, la credibilidad dependerá de la ejecución.

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